AGENCIAS
A Joey Evans le encantaba montar en bici, saltar y hacer caballitos desde muy pequeño. Siendo el segundo hijo de una familia de seis niños nunca pudo tener la moto que le habría gustado y tuvo que esperar hasta los 26 años para probar por primera vez la KX125 de su amigo Sheldon. Pronto empezó a participar en pruebas de motocross, enduro y rally-cross y se propuso un objetivo, correr el Dakar. Pero su sueño se truncó el 13 de octubre de 2007.En la salida de una carrera en Sudáfrica fue golpeado por otro piloto, salió volando por encima de su moto y aterrizó de cabeza en el suelo. Varias motos le pasaron por encima y cuando despertó, aturdido por el golpe, preguntó si había ganado. Arremolinados sobre su cuerpo y su rostro magullados, le rieron la broma, pero había pocos motivos para reír. Se había fracturado dos vértebras y aplastado la médula espinal, dejándolo paralizado del pecho hacia abajo.
«Mis piernas eran como dos grandes trozos de carne muerta. Le susurré al paramédico, intentando que mi esposa no me oyera, que no sentía las piernas. Pero ella me escuchó y de repente todos nos dimos cuenta de que iba en serio. Para colmo, pensaba que tenía la boca llena de tierra y piedras, pero al escupir resultaron ser mis dientes. Me había roto 12 dientes, algunos completamente de cuajo. Tardaron más de tres horas en trasladarme en ambulancia al hospital más cercano, a más de 60 kilómetros de distancia, por caminos de tierra», recuerda el sudafricano.
Le dijeron que no volvería a caminar, pero Evans no se rindió. «Siempre creía que estaba hecho a prueba de balas. Pensaba que cuando me caía, podía estar corriendo otra vez al cabo de seis semanas. No esa vez. Recuerdo mirar mi cuerpo y no sentir las piernas. Tenía dos opciones: sentir lástima de mí mismo o seguir luchando. No soy perfecto y tuve momentos difíciles. Pasé varios meses en una silla de ruedas, pero la idea de hacer el Dakar no se me iba de la cabeza. En el fondo de mi corazón, sabía que no era posible, pero pensé que sería una gran idea», relata Evans, que 10 años después del accidente que le cambió la vida ha podido cumplir su sueño.
El sudafricano, de 41 años, consiguió volver a caminar con mucho esfuerzo, luego volvió a montar en bici y, por último, se subió de nuevo a una moto. El pasado 2 de enero, tras varios años de preparación y conseguir el dinero necesario mediante donaciones, tomó la salida del Dakar en Asunción. «Inicialmente había planeado correr el Dakar en 2016, pero choqué contra una vaca durante una carrera a casi 100 km/h y me rompí el codo. Tuve que volver a empezar y perdí un año entero», explica Evans, quien el viernes consiguió acabar la quinta etapa entre los 100 primeros y ocupa la posición 102 en la clasificación general, a casi 11 horas del líder.
«Mi mayor dificultad es que mi cuerpo no es fuerte. Mis piernas no funcionan correctamente y me cuesta mucho levantar la moto. Cuando camino, parece que estoy borracho. La parte inferior de mi cuerpo no suda y eso es un problema en lugares cálidos como Sudamérica. La fatiga corporal es la principal dificultad, pero mentalmente no me rindo», advierte Evans, al que siempre lo ha apoyado su esposa y siente que el Dakar es como cerrar el círculo. «Yo diría que con el Dakar he completado el círculo. Es el final, la curación completa», sentencia.