Noticias El Periódico Tarija

Estábamos sentados a la hora del almuerzo, cuando mi hija casualmente mencionó que ella y su marido estaban pensando en formar una familia, en son de broma me dijo: “Estamos haciendo una encuesta… crees tú que debería tener un bebé”.

“Un hijo te va a cambiar la vida” dije yo, manteniendo un tono neutral. Ella tranquilamente me contestó: “Ya sé, no más dormir hasta tarde el fin de semana y no más vacaciones espontáneas, pero no era a eso a lo que yo me refería”, me indicó sonrientemente.

Entonces, yo la miré detenidamente intentando decidir qué expresarle. Quería contarle que las heridas físicas de tener un bebé sanarían, pero convertirse en madre le dejaría una herida emocional tan grande que la haría para siempre vulnerable. Quería decirle que nunca más leería el periódico sin preguntarse y si ese hubiera sido mi hijo. Que cada caída de avión, cada casa que se incendia, cada accidente de tránsito la van a perseguir. Que cuando vea una foto de un niño hambriento, se preguntará si no hay nada peor en la vida que ver a tu propio hijo morir.

Miré sus manos bien arregladas y su impecable vestimenta y pensé que sin importar cuan sofisticada es ella, convertirse en madre la reducirá al nivel más primitivo donde lo más importante es proteger a su niño. Que el llamado urgente de ‘mamá’ le hará quebrar su fuente de cristal más fina sin siquiera dudarlo. Quería advertirle que sin importar cuantos años haya invertido en su carrera, estos serían descarrilados por la maternidad.

Que podrá contratar una niñera, pero algún día tendrá que ir a una importante reunión y recordará el dulce olor de su bebé y que tendrá que endurecer su corazón para no volver corriendo a casa, solo para asegurarse de que su hijo este bien. Que cualquier decisión que tome en la oficina, la repensará constantemente como madre. Quería decirle también que las decisiones comunes de cada día ya no serán rutina.

Mirando a mi hermosa hija, le quería asegurar que eventualmente perderá los kilitos demás del embarazo, pero nunca más se sentirá igual consigo misma. Que su vida, ahora tan importante, pasará a segundo plano una vez que su bebé haya nacido.

Que ella dará su vida por salvar a su bebé y que también comenzará a pedir por más años de vida, no para cumplir sus sueños, sino para ver los de sus hijos cumplidos. Quería decirle que la cicatriz de la cesárea y las estrías se convertirían en sus medallas de honor.

La relación de mi hija y su marido cambiará, pero no de la manera que ella piensa. Ojalá ella entendiera cuánto más se puede amar a un hombre que es cuidadoso para poner talco a su bebé o que siempre tiene tiempo para jugar con él.

Quería que sepa que se volverá a enamorar de su marido por razones que ahora encontraría muy poco románticas. Quería describirle, la felicidad que se siente al ver a un hijo aprendiendo a andar en bicicleta. Quería capturar para ella, la risita divertida de un bebé cuando toca por primera vez el pelaje de un perrito o de un gato, en fin… quería traspasarle toda esa alegría. Pero, lo único que atiné a decirle fue: “Adelante, nunca te arrepentirás”.

La mirada interrogante de mi hija me hizo notar lágrimas en mis ojos y sin pensarlo, me acerqué a ella, apreté sus manos y le deseé lo mejor, ya que había recibido el más maravilloso de los llamados…