Eduardo Claure
A partir del ascenso de la dupla Arce Catacora-Choquehuanca y sus sendos discursos para celebrar en enero la “aparición” del Estado Plurinacional, muchísima gente, pareció imaginar que a pesar de ambos contenidos discursivos, en opuestas direcciones, quedaba por esperar que esa formalidad de mensajes, dejaba algo de tranquilidad pues uno enarboló el ámbito económico, su crisis y el rescatar la bonanza que dejaron y, el otro, alegaba que los “achachilas y huacas”, protegían la nueva gestión. Hoy, transcurrido apenas unas cuantas semanas, la realidad contrasta con esos “benignos mensajes”. ¿Qué sucedió? ¿Qué despertar es este? De pronto el ambiente nacional se enrarece y vienen a la mente sucesos que se creyeron lejanos, ya del pasado. Sin embargo, lo nefasto de circunstancias políticas acaecidas entre el 2007 y 2019, se repiten este 2021, con declaraciones de asambleístas, miembros del ejecutivo y dirigentes del masismo, que profieren consignas, amenazas, slogans y otros epítetos, oscureciendo el panorama, y, la población, asume con preocupación y cada vez más zozobra, mientras la clase política en papel de oposición, no alcanzan a explicar, ni en difícil, ni con chuis, lo que viene sucediendo. ¿Qué ocurrió? ¿Qué retorno es este? ¿Dónde está el futuro promisorio en manos del ex ministro de la economía blindada…? ¿Qué es, lo que no nos permite ver asombrados el vivir bien, la desaparición del desempleo, la dinámica de una floreciente producción en manos de pequeños, medianos y grandes empresarios, la desaparición del racismo, la exclusión, la corrupción, la recuperación de la institucionalidad, la democracia, la separación de los poderes del Estado, el extinto narcotráfico…? Es que, la sociedad, el pueblo, es tan malagradecido, ¿qué, no ve la gratificación de un modelo socialista comunista marxista leninista de economía plural comunitaria, que ha elevado al país por encima del tercermundismo, que ha desterrado a la corrupción y el narcotráfico, ha repuesto el imperio de la ley, el estado de derecho, la separación de poderes y, finalmente, la nación boliviana vive una verdadera democracia …?
A finales de los 60’, se iniciaron los primeros intentos de organizaciones políticas campesinas en torno a siglas como el Movimiento Campesino de Bases MCB, Movimiento Pacha Kuti, Eje Pachakuti, para luego lograr organización evidente, como el Katarismo emergente y que reivindicaba el Partido Indio de Bolivia propuesto por Fausto Reynaga, como fueron el Movimiento Katarista de Liberación Nacional, el pseudo partido Mil Wipalas y los Ayllus Rojos; un insigne dirigente del altiplano Genaro Flores, fue parte de esa emergencia, al que se sumó Víctor Hugo Cárdenas -Katarismo Revolucionario- luego Alejo Veliz, combativo dirigente campesino de los valles cochabambinos y otros referentes del agro boliviano, como el caso del intelectual aimara Fernando Untoja (doctor en economía en la Sorbona de Paris), pero que, no prosperaron y quedaron en un simple testimonialismo. Sin embargo, de esta siembra por reivindicaciones socioeconómicas y jurídicas -pedían discutir una segunda reforma agraria- sus esfuerzos organizativos y de acción política sindical, apuntaban a copar la CSUTCB, para luego disputar a los mineros el ser la vanguardia del proletariado y pidieron la Secretaria Ejecutiva de la COB, según su análisis los mineros y fabriles dejaron de ser la primera fuerza sindical y debía reconocerse que los campesinos tenían territorio, cultura y economía propia, a más de ocupar y tener presencia en todo el territorio nacional. Los congresos de la COB entre 1988 y 1992 (Oruro y Sucre), fueron escenarios de duras posiciones y altisonantes discursos político ideológicos, pero no lograron sus objetivos. En aquella oportunidad un connotado dirigente minero Ascencio Cruz espetó: “Si los campesinos quieren ser libres, deben llevar sobre sus hombros a los mineros, la vanguardia del proletariado”. Es de imaginar, que dicho dirigente, a estas alturas de la ascensión campesina en el poder político -no real ni evidente- se tragó sus palabras con todo su sector. En este contexto, de avance en las conducciones político sindicales e ideológicas, imperceptiblemente, había quedado flotando en el ambiente de la realidad política boliviana, esa matriz de reivindicaciones, pero, más aun, se había sembrado una serie de peligrosas fijaciones, que, primero como ideas, consignas y slogans, pasaron a ser temas de estudio académico y político ideológico: se cimentaron justificaciones históricas sobre el derecho propietario de la tierra, los recursos naturales, la cultura, la educación, la religión, la política, el poder, las relaciones internacionales entre los primeros pueblos, tanto así que, construyeron con similares, todo un aparato internacional con la cooperación de países socialistas, donde la producción de la “sagrada” hoja de la coca, ocupo un lugar específico, fácil imaginarse a donde se llegó con el poder adquirido por las seis federaciones de cocaleros: no se construyó un neo socialismo, sino un narco poder político. Mientras esto sucedía, la clase política, absorta en sus mundillos, no supieron leer ni asimilar esa realidad creciente que se veía venir, imparable.
Luego de la recuperación de la democracia -10 de octubre de 1982-, se pasó por la democracia pactada, el 21060, se cruzaron ríos de sangre, los Cabildos de Jilakatas en el Altiplano, las marchas indígenas de tierras bajas hacia la sede de gobierno, la guerra del agua, la guerra del gas, la asamblea constituyente, el proceso autonómico, hasta el copamiento del poder por un movimiento político autocrático y despótico organizado bajo el “rostro indígena”. Es el inicio de la debacle de los partidos tradicionales y de la clase política, que no aprendió nada de estos sucesos. Se conocieron los Protocolos de Orinoca, 2008, documento secreto del MAS, elaborado con apoyo y soporte cubano venezolano y español, Biblia diseñada para el poder total mediante la destrucción del enemigo: las clases medias, mestizos, criollos, blancos y pseudo blancos, de los contextos socio espaciales urbanos, sus instituciones, organizaciones sociales, económicas, los partidos políticos y sus dirigentes. Hoy, y desde hace 15 años, que se pone en práctica al pie de la letra esos dictámenes de Orinoca, que, además, viene esa aplicación con el soporte del narco poder, sus carteles locales y nexos con los colombianos, brasileros, peruanos, argentinos y mexicanos, a lo que se suman los países del ALBA y los Foros de Puebla y de San Paulo, con la venia de Cuba, Venezuela y Nicaragua, el padrinazgo de Rusia, Irán y China. La “oposición” ha quedado solo como un protesto trasnochado. No les mueve un pelo la amnistía política de los criminales y la corrupción más oprobiosa sucedida.
La consigna del momento actual bajo la aplicación de una pseudo democracia, se traduce en todos los hechos violentos de octubre y noviembre de 2019 y las secuelas conexas actuales: la persecución política y la evidencia que NO se vive un Estado de Derecho que, viene preparando el escenario para el retorno del mandamás, cuya colera enfermiza y desquiciada clama venganza y destrucción, que en 15 años hizo creer a su militancia, que ellos, los marginados y excluidos, son los dueños de esta tierra, sus riquezas y. que deben recuperar para ellos y pues el futuro les pertenece y para ello, deben tener el poder total, absoluto, dominante, como el logro de la reivindicación superior frente a “los 500 Años de sometimiento sufridos a manos de los invasores”. Lo que no se le dice a esa parte de la población, es que ese poder ya no viene como reivindicación histórica, sino que viene adosado por el narcotráfico internacional, despiadado, criminal e inmisericorde.
Ese poder, tal como vienen ensayando, tiene grupos violentos organizados en la región del trópico cochabambino y otras regiones de Santa Cruz, El Alto, altiplano y La Paz, como muestran las evidencias fotográficas de los sucesos criminales de octubre y noviembre de 2019. La cruenta muerte del joven cochabambino Cristhian Urresti en el 2008, a manos de una turba salvaje, es un ejemplo evidente, de hasta donde llegan las consignas insufladas a mentes de ignaros multitudinarios que creen que la violencia es la partera de la historia. La cruenta guerra entre Utus y Tutsies en el África en los 80’, se inició por la intolerancia, la exclusión y un fuerte racismo entre pueblos de una misma raza negra. ¿Como fue posible eso, si eran iguales? Algo similar pasó en Alemania en la Segunda Guerra Mundial: El 10 de julio de 1941, la mitad de la población de Jedwabne, un pequeño pueblo polaco, asesinó a la otra mitad. (VECINOS de Jan T. Gross, catedrático de ciencias políticas y de estudios europeos de la Universidad de Nueva York). En ese pueblito, Jedwabne, convivían judíos y no judíos polacos, y juntos habían padecido los inevitables vaivenes que soporta cualquier sociedad sometida a distintas dominaciones, sean económicas, sociales, político ideológicas u otras. Pese a todo, convivian como buenos vecinos. Relación cordial y pacifica hasta ese fatídico día de 1941, cuando casi todos los judíos de Jedwabne, unas 1.600 personas entre hombres, mujeres y niños, fueron aniquilados por el resto de los habitantes no judíos del pueblo. Fue la población polaca que los asesinó brutalmente, mientras los alemanes presentes tomaban fotografías, según testimonios de los pocos sobrevivientes de aquella terrible y espantosa masacre. Es evidente que, de no haber estado ocupado el pueblo por los nazis, los judíos de Jedwabne no habrían sido asesinados cruelmente por sus vecinos. A esa gran incógnita, esa de “los alemanes”, dedica Robert Gellately, catedrático de historia del Holocausto en Clark University de EE.UU., en su libro “No Sólo HITLER. La Alemania nazi entre coacción y el consenso”. Trabajo literario que pretende escudriñar hasta qué punto sabía la gente común y corriente de Alemania los horrores que desencadenaron los nazis, para demostrar que “la mayoría de ellos” no formaban parte de esa “raza superior, Aria” que alegaban ser y, a la que había que destruir con su maquinaria de exterminio. La vigente CPE, ha separado a la población en indígena originario campesinos y los otros. Los primeros tienen capítulos específicos de amplios contenidos taxativos; los otros tienen solo elementos de referencia. Fue una señal…!!
La cuestión determinante para entender, como ocurrió, también en el caso del pequeño pueblo polaco, es acudir de nuevo a ese viejo interrogante ¿Cómo fue posible? ¿Qué mecanismos intervinieron para que tanta gente hiciera lo que hizo? Y, pensemos aún más lejos, ¿Qué resortes profundos del ser humano se tocaron y manipularon para desencadenar por doquier las más brutales matanzas? Concluyamos, Adolf Hitler y sus secuaces fanáticos no pretendieron acobardar a la totalidad del pueblo alemán y conseguir su sometimiento, sino que intentaron ganárselo mediante la creación de imágenes populares, ideales y fobias profundamente enraizadas en la mente de su población. Sin hacer o pretender parangón alguno, actualmente Bolivia vive días cruciales. Alguien se imagina, como seria de retornar el supremo, el omnipresente, ¿el jefazo? La reacción cruceña ante la persecución y la judicialización de la política, sumada a la preocupación y acción de los entes cívicos de casi todo el país y los aprestos de la sociedad civil boliviana, son una alerta, porque se percibe en el ambiente, que algo viene o puede suceder.
La clase política debe dejar de emitir pronunciamientos, discursos y declaraciones, con memoriales y cartas no se logrará nada. Existen manifestaciones de organismos internacionales y países democráticos, que previenen de intenciones veladas detrás de la persecución, la judicialización y criminalización de la política, evidencian que no se vive un Estado de Derecho. La clase política debe entender que la Unión es la Fuerza y dejen su formalismo mediático y calculador, para asumir decisiones como el momento lo exige, y no continuar distraídos con las elecciones subnacionales que los encapsula y embrutece. La clase política boliviana, ante estos sucesos históricos, esta innegablemente extraviada. Se ha diluido, sin propuestas para la reposición democrática y el retorno al Estado de Derecho. La sociedad civil vuelve a retomar iniciativas proactivas cívicas. Dios los ampare.