Noticias El Periódico Tarija

Eduardo Claure

La historia narra un suceso con aires de relato mítico de lo que fue la guerra de Troya y nada más. Investigaciones han pretendido encontrar restos de lo que fue Troya, real, lo cierto es que ese pasaje ha dejado, no solo la historia narrada como tal, sino lecciones que pueden trasladarse a cierta realidad que matiza la actual coyuntura política nacional. El caballo de Troya fue un artilugio con forma de enorme caballo de madera que se menciona en la historia de la guerra de Troya y que según este relato fue usado por los griegos como una estrategia para introducirse en la ciudad fortificada de Troya. Tomado por los troyanos como un signo de su victoria, el caballo fue llevado dentro de los gigantescos muros, sin saber que en su interior se ocultaban varios soldados enemigos. Durante la noche, los guerreros salieron del caballo, mataron a los centinelas y abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada del ejército griego, lo que provocó la caída de Troya. La fuente más antigua que menciona el caballo de Troya, es la Odisea de Homero. Otros autores ofrecieron relatos más amplios del mito, entre los que destaca la narración de la Eneida de Virgilio, lectura obligada en colegio, en las interesantes o fabulosas clases de historia. Por lo general, el caballo de Troya es considerado una creación mítica, pero también se ha debatido si realmente pudiera haber existido y fuera una MÁQUINA DE GUERRA transfigurada por la fantasía de los cronistas. Desde la antigüedad ha sido reproducido en innumerables poemas, novelas, pinturas, esculturas, monumentos, películas y otros. Esta figura ha dado origen a dos expresiones conocidas y muy utilizadas, a manera de sentencia, aplicada para describir un suceso tramposo, perverso: “Caballo de Troya”; es decir, un engaño destructivo, y la otra expresión: “Presente Griego”, algo concebido como aparente beneficio, pero que trae consigo graves resultados, tal como dice el refrán.
En la antigüedad, el término caballo hacía referencia a una máquina de guerra, el ariete, muchas veces construido en forma de animal. De hecho, los asirios usaban estos tipos de armas y es muy posible que el ejemplo haya sido tomado por los griegos. También fue interpretado como una metáfora de un terremoto, una de las causas posibles apuntadas para la destrucción de la Troya histórica. En consideración a lo anterior, la expresión “Caballo de Troya” se ha vuelto popular, vista como una paremia que identifica la utilización de estratagema o engaño en contra de su adversario, a través de la entrada disimulada en un medio para obtener un beneficio o cumplir un objetivo. Sale a colación un elemento que surgió junto al avance tecnológico, como sucedía en las computadoras; hablamos del Virus informático “Caballo de Troya” que apareció hace un decenio y más. El Caballo de Troya era un software malicioso que operaba como un programa legítimo, inofensivo y útil para el usuario pero que una vez que accedía al equipo del usuario inicia la destrucción de los programas instalados y obtiene acceso a toda la información de la computadora, provocando un daño de consecuencias desastrosas para el equipo y el usuario; utilizar un antivirus, era una Odisea.
Veamos esta acepción en otro ámbito, esta vez, perverso. ¿Qué tienen en común los principales sindicatos, algunos medios, y el submundo narco en algunos países? Que todos cuentan con alguna clase de representación dentro de todos los partidos políticos. De hecho, son ni más ni menos que los partidos políticos transversales de México, por ejemplo. Gane quien gane, pierda quien pierda, sus intereses permanecen intactos, porque ciertos Carteles han penetrado los estratos políticos formales. Con sus narco diputados, bancadas comprometidas con medios y nexos de estos Carteles, los poderes fácticos han sabido valorar lo que los ciudadanos no perciben: que los partidos políticos son las herramientas más poderosas y efectivas para cuidar sus intereses. En cambio, los ciudadanos se limitan a quejarse por su falta de representación y siguen sentados esperando a que la oferta política mejore por generación espontánea o con la magia del voto nulo o el abstencionismo tonto, pero útil.

La falta de participación y la apatía ciudadana no son exclusivas de nuestra democracia. Ya decía Ralph Nader que el sistema político de Estados Unidos ha hecho todo lo posible para que la gente talentosa encuentre repugnante participar en política. En Bolivia se organizó un partido transversal ciudadano, un caballo de Troya político. Los narcos, sindicatos y diversos medios enseñaron el camino para lograr 2/3 en la ALP, que hasta hoy monitorea el destino de la débil democracia boliviana. Esta acción ha significado la neo colonización de la política bajo una férula que permitió 14 años de un socialismo que bajo una estrategia envolvente, sumió al país en la destrucción de la institucionalidad democrática y ha abstraído al país en una total indefensión ante las acciones del Socialismo del Siglo XXI y sus implicancias del submundo narco. Ante esta acción debe rescatarse en los actuales aprontes electorales, donde los partidos debieran trabajar convocando a ciudadanos -por más repugnante que parezca-, para participar en política. Hay que perderle el asco a la política porque es la forma más efectiva de que los intereses democráticos, el Estado de Derecho y la Ley sean vigentes y prevalezcan. Debiera inyectarse a los partidos una buena dosis de participación honesta, libre e independiente, rescatar la institucionalidad democrática aditamentando a ello: ética y moral. Debe crearse un espacio de respiro, de oxígeno ciudadano que ayudaría a los partidos a abrir paso a la política de ideas y cerrar el paso a la política del totalitarismo, esa política que hace de todo proyecto político una torta que se rebana y se reparte entre los que logran esos perversos 2/3.

Las ideas y visiones de una Bolivia Única no echan raíz en las actuales organizaciones políticas porque los incentivos simplemente están en otro lugar: en el “peguismo”, en el “qué me toca a mí” o todavía peor, en el “no me des, mejor ponme donde hay”. Cuando lo que se busca es una mayor ciudadanía democrática, una mayor participación política ciudadana, reflotar las organizaciones políticas, las plataformas ciudadanas, que pueden ofrecer mayor probabilidad que los partidos tradicionales, y generen talentos de representación y gobernabilidad. Una participación ciudadana puede funcionar como un filtro efectivo y como una base de apoyo a los mejores perfiles programáticos, aun cuando sabemos que no existen verdaderos lideres políticos en la actualidad. Adolecemos de esa pobreza estructural política. Los partidos se han aplazado en materia de desarrollo político. Hay que valorar a los partidos políticos por lo que son: herramientas efectivas con las que se puede transformar positivamente la realidad actual. El ataque ciudadano democrático no será fácil, el statu quo totalitario está atrincherado y resistirá cualquier asalto ciudadano, incluso el que venga desde adentro; penosamente no ha existido renovación de cuadros y menos se ha trabajado por el surgimiento de nuevos y renovados liderazgos. Aún así, vale la pena intentarlo. Hay que acercarse a un partido político, a una agrupación ciudadana, a una plataforma de la sociedad civil, al que sea, el que más guste o menos desagrade, afiliarse -si se puede-, y la gente debiera participar, trabajando porque ese partido nunca se vendan por nada. Así la población, la ciudadanía política se verían adentro de un Caballo de Troya positivo, cuando sean numerosos y suficientes se podrá cambiar la política actual. Esto por el lado saludable de la historia que enseña lo positivo de la toma de esa ciudad troyana y el rol del caballo. En la primera visión del ejemplo, el significado de la caída de Troya, bajo ese ardid del Caballo, se percibe en política, bajo este ejemplo, que la lucha es por el “todo o nada”. Y hoy, el accionar de la “estrategia envolvente” aplicada por el MAS durante 14 años, intenta volver aplicando ese método, a la inversa, perversamente. Tal cual narra Homero.

A partir del retorno o recuperación de la democracia, el futuro político boliviano estuvo trazado en la ruta de los desencuentros, y desde entonces la política ha significado lucha a muerte a falta de consensos políticos serios. Y es que, aunque se han planteado escenarios intermedios en treguas que nunca duran, prevalece la idea de que el poder o se gana o se pierde. Y aquí, la “oposición democrática” no ha asumido ese concepto político con seriedad y esa banalidad política, puede arrastrar al país a un cataclismo del que difícilmente se pueda salir. Probablemente la disputa por el poder sea una de las más complejas de resolver con entendimiento político, debido a la falta de un elemento esencial: CONFIANZA. Por ello, la apuesta simple es que invierten en las rupturas fuertes, con una puesta en escenas mediáticas que desgasta a todos los involucrados, y donde el pueblo pierde, siempre.

Volvamos a la historia, hoy en día, muy a menudo usamos la frase como el «Caballo de Troya». Esta expresión es ahora un nombre familiar, y así llamamos a algunos dones que se presentan con el propósito de engañar o devastar. Muchos investigadores se preguntaban por qué el caballo fue la causa del colapso de Troya. A propósito, una cosa se puede notar: los aqueos sabían cómo interesar a los troyanos. Ellos entendieron que para sacar del sitio a la ciudad, era necesario sorprender a los troyanos con algo especial en que confíen y abrir las puertas. Por supuesto, la presentación del caballo de Troya como un regalo de los dioses desempeñó un papel decisivo, ya que en aquellos días desatender el regalo sagrado se consideraba un insulto a la deidad. Y, como sabemos, bromear con dioses enojados es muy peligroso. Así que resultó que una inscripción competente en una estatua de madera (recuérdese, el caballo era un regalo de la diosa Atenea) llevó al hecho de que los troyanos tuvieron que llevar este regalo dudoso al interior de su ciudad, de su refugio, de su fortín, y ya se sabe en qué terminó Troya.

Hoy en día, esta noción en sentido figurado también se designa como un programa electrónico malicioso, que se difundió por todo el mundo. El nombre del virus fue en honor del Caballo de Troya mitológico, porque la mayoría de los programas de virus operan de manera similar: están enmascarados para programas inofensivos e incluso útiles y aplicaciones que el usuario ejecuta en su computadora. Por toda la sencillez del virus, su complejidad reside en el hecho de que es difícil reconocer su propósito en ella. Por ejemplo, las modificaciones más primitivas pueden borrar todo el contenido del disco duro al iniciar, y algunos programas pueden ser incorporados a ciertas aplicaciones en el PC de la computadora. Entonces, cuidado con el o los Caballos de Troya que vienen operando en el TSE. Los Caballos de Troya beligerantes y que parten del engaño no son buenos. Vienen con un aura de prestigio-seguramente bien ganado y con respaldo de determinadas capacidades y/o cualidades- pero que a la altura de los hechos que se vienen sucediendo en la actual coyuntura, no es precisamente la mejor de las acciones democráticas e institucionales y en el marco del respeto a la Ley, y en este caso en lo establecido en la CPE y la Ley del Régimen Electoral 026 en sus Art. 35 y 36, sobre el acto de difusión de una encuesta interna del MAS que reveló el candidato a la presidencia del MAS, el inefable Luis Arce Catacora, en un programa del canal Abya Yala TV en días pasados, y que ha provocado reacciones políticas para que, siendo similar caso de lo sucedido a UD en las elecciones del 2015 en el departamento del Beni, el tribunal electoral de ese año, eliminó a 227 candidatos departamentales y dejó sin personería jurídica aquella sigla y no participó de las elecciones subnacionales de ese año en el Beni. Las representaciones judiciales que varios partidos han dirigido al TSE, es que se aplique esa Ley con carácter institucional y expresamente en el marco de la Ley, sea una respuesta institucional y democrática que reza que todos son iguales ante la Ley, y no sea una respuesta política bajo una figura chicanera réproba que pueda esgrimirse, lo que demostraría la relación política subalternizada del TSE; se develaría el nombre del Caballo de Troya.

En este contexto, ¿y si pudiésemos ver un Caballo de Troya con un cambio de significado?, con un partido político dentro el espectro actual, que pueda llevar a la práctica lo que propone. Que pueda hacer realidad su programa nacional. El MAS, no es ese partido. Si algo está consiguiendo nuevamente la irrupción del MAS, es mover los cimientos de los partidos y hacer pensar a los ciudadanos. Pero los ciudadanos son inteligentes, y cuando llegue el momento de decidir, de votar, es muy probable que no quieran meterse en averiguar si funcionan las propuestas económicas, políticas, de empleo, sociales, de educación o de salud del MAS. Las elecciones del 2019 ya adelantaron que la política está cambiando y que los ciudadanos piden otras opciones. Esto demuestra que, las elecciones del 2020 son decisivas y que el voto tiene un poder real, y que las elecciones son un indicador fiable de lo que viene: Democracia. Los políticos tienen que tomar buena nota y ponerse a trabajar en Política, con mayúscula, hacer Política. Los ciudadanos tienen que responsabilizarse también y comenzar a reflexionar de manera seria, con información y análisis contrastados, sobre si quieren un Caballo de Troya, el de las medias verdades, o las medias mentiras, tal como se comporta el TSE, en “nuestra democracia”. Nuestra historia da cuenta que el nombre del caballo de Melgarejo era Olofernes y lo que sucedió con él.
El MAS no puede dar la calidad que nuestra democracia necesita para mejorar la economía, crear puestos de trabajo, sistema de salud y, de esta manera, devolver a los ciudadanos la credibilidad en la política. Lo que sí está haciendo es movilizar e impulsar debate político: Reflexionar sobre la política del día a día y pensar en los siguientes pasos que lleven a mejorar una política que se asiente en una ALP, guiada por una Constitución, que debe reformularse. Lo otro, será que el Caballo de Troya ejecute las directrices de una estrategia envolvente que termine por sepultar la débil democracia e hipoteque el futuro boliviano en una especie de cuenta por pagar de muy largo plazo, y que tal vez, no termine nunca. Tarde reconocerá el ciudadano, cuál era el nombre del novísimo Caballo de Troya.