Noticias El Periódico Tarija

Eduardo Claure

La historia da cuenta del horror de la segunda guerra mundial y sus terribles consecuencias sobre la población de Europa que sufrieron la pérdida de toda una generación de jóvenes combatientes y de población civil que, bajo el fragor cruento de los ataques de la Alemania nazi se desató sobre los países del viejo continente. La atrocidad cometida por el nazismo sobre la población civil europea, tiene su máxima expresión en El Holocausto Judío, que asesinó a algo más de cinco millones de judíos que sufrieron horrores inimaginables sucedidos en un conflicto bélico en la historia de la humanidad, solo comparado con los crímenes y persecución a los cristianos durante la historia negra de los emperadores romanos, sin dejar de lado las consecuencias de la primera guerra mundial y otras más que se han desatado en el mundo en diversos momentos con efectos similares sobre los países víctimas, de cuyos rastros del último medio siglo es la guerra intestina en la ex Yugoeslavia, siendo igual en atrocidad por los elementos raciales de por medio los crímenes entre Utus y Tutsies en el África y, los exterminios obrados por Idi Amin Dada, por dar algunos ejemplos. Sin embargo, lo sucedido a manos de la Alemania nazi, sin duda, es posible rememorar no solamente como un suceso bélico más, sino por el significado de aquella intención de dominio que puso en marcha el Tercer Reich y su jefazo, el poco menos que demoniaco Adolf Hitler, sino, como el conflicto propiciado por una intención perversa de reivindicación racial sobre la humanidad, para implantar no solo una ideología política, sino el propósito y puesta en marcha de un plan definido en términos de una transformación histórica para la humanidad basada en una visión de orden racial, más allá del dominio económico, ideológico y su poder bélico o los imaginarios antropológicos, sociológicos, políticos, y, cuando no, hasta esotéricos, como los que barajó Hitler y el Tercer Reich.

La segunda guerra mundial se inició con la invasión de la Alemania nazi a Polonia el 1ero. de septiembre de 1939 y concluyó el 15 de agosto de 1945 con la capitulación nipona; tuvo una duración de 5 años, 11 meses y 14 días. Las victimas de tal conflagración mundial no solamente fueron los ejércitos implicados, sino la población civil, sin distingos de mujeres, niños, ancianos y todas las “razas inferiores” según el eje central del pensamiento del cruel y demencial nazismo; todos fueron víctimas que padecieron los cruentos sucesos bajo bombardeos, ataques artillados, acciones terrestres y otras como los terribles campos de concentración, prisiones, deportaciones, desplazamientos, hambruna e inclemencias del tiempo que fueron el escenario natural que acompañó tan terrible conflicto. Las cifras de semejante conflagración, señalan perdidas humanas de los ejércitos y población civil: URRS 29 millones; Polonia 6 millones; Alemania 5.7 millones; Yugoeslavia 1.660.000; Rumania 915.000; Hungría 800.000; Francia 595.000; Italia 533.000; Reino Unido 495.000; EE.UU. 413.000; Checoeslovaquia 322.000; Países Bajos 249.000; Grecia 159.00; Bélgica 99.000. Si bien estas cifras contabilizan casi 47 millones de victimas, estudios e investigaciones indican entre 70 y 90 millones de pérdidas de vidas humanas, debido a que se ocultaron las cifras reales por “estrategia mediática” y no provocar el shock que otras cantidades mayores causarían en sus países y el mundo. Sin embargo, sea cual sean las estadísticas, lo cierto es que estas son escalofriantes, nunca ocurrida en la historia de la humanidad.

Pongámonos en contexto, el nuevo milenio ya ha mostrado nuevas formas de horror sucedidos en conflictos bélicos, pero las crueldades de la II Guerra Mundial, siguen ahí como una gran interrogante: ¿Cómo fue posible? ¿Cómo sucedieron hechos de semejante atrocidad y crueldad? No solo Adolf Hitler desentraña el papel de los alemanes frente a la “Maquina del Exterminio” que generó el Fuher bajo los dictámenes del Tercer Reich. El 10 de julio de 1941, la mitad de la población de Jedwabne, un pequeño pueblo polaco, se cargó a la otra mitad. (VECINOS libro de Jan T. Gross, catedrático de ciencias políticas y de estudios europeos de la Universidad de Nueva York). En ese pueblito, convivían en Jedwabne judíos y no judíos polacos, y juntos habían padecido los inevitables vaivenes que soporta cualquier lugar sometido a distintas dominaciones, sean económicas, sociales, político ideológicas u otras. Pese a determinadas tensiones y conatos de conflicto, judíos y no judíos –polacos- habían conseguido llevarse como buenos vecinos desde que se tenga memoria. Relación cordial y pacifica hasta ese fatídico día de 1941, cuando casi todos los judíos de Jedwabne, unas 1.600 personas entre hombres, mujeres y niños, fueron aniquilados por el resto de los habitantes del pueblo no judío. Fue la población polaca que los asesinó brutalmente, mientras los alemanes solo estaban presentes tomando fotografías, según testimonios de los pocos sobrevivientes de aquella terrible y espantosa masacre. Pero es evidente que, de no haber estado ocupado el pueblo por los alemanes, los judíos de Jedwabne no habrían sido asesinados cruelmente por sus vecinos. A esa gran incógnita, esa de “los alemanes”, dedica Robert Gellately, catedrático de historia del Holocausto en Clark University de EE.UU., en su libro “No Sólo HITLER. La Alemania nazi entre coacción y el consenso”. Este trabajo literario, pretende escudriñar hasta que punto sabía la gente común y corriente de Alemania los horrores que desencadenaron los nazis, para mostrar que “la mayoría de ellos” supieron lo que era “la Gestapo, los Tribunales de Justicia y los campos de concentración”, sumadas las deportaciones, experimentos y otros vejámenes de lesa humanidad a los que se sometió a la gente “no alemana”, que no formaban parte de esa “raza superior, Aria” que alegaban ser.

La cuestión determinante para entender, como ocurre también en el caso del pequeño pueblo polaco, es acudir de nuevo a ese viejo interrogante ¿Cómo fue posible? ¿Qué mecanismos intervinieron para que tanta gente hiciera lo que hizo, por ejemplo, una señora alemana de clase media, que “quería ver solamente lo bueno” del mensaje y arengas del jefazo Hitler y que a los demás “simplemente les daba la espalda”, -inocentemente-, mientras las masacres se sucedían? preguntémonos. Y, pensemos aún más lejos, ¿Qué resortes profundos del ser humano se tocaron y manipularon para desencadenar por doquier las más brutales matanzas? Concluyamos, Adolf Hitler y sus secuaces fanáticos no pretendieron acobardar a la totalidad del pueblo alemán y conseguir su sometimiento, sino que intentaron ganárselo mediante la creación de imágenes populares, ideales y fobias profundamente enraizadas en la población de su país. Esta lectura nos da certeza de creer, tal como investigaciones y análisis de lo sucedido en esta conflagración intentan explicar, es que, individuos situados en todos los niveles de mando tuvieron importancia como parte de una estructura de esa “Maquinaria para el Exterminio”. De ahí, que su historia no es sólo un análisis abstracto, de lo que ocurrió militarmente, sino es un retrato de los hombres -sea cual fuere su nivel jerárquico- que hicieron la guerra, sumadas a lo sucedido y obrado por otros componentes sociales de la Alemania nazi y no considerada, precisamente nazi, pero que obraron en función de la implantación del nazismo, cruel y criminal.

Como fue posible detener a esta maquinaria del exterminio nazi? Pues, la propia necesidad de preservar y salvar la prosecución de la historia convocó a la conformación de una Alianza conformada por diversos países que vieron la necesidad de salvar a la humanidad de las atrocidades de una demencial y compulsiva ideología cuya perversidad sin límites había que detener. Es así que, 19 países deciden por gravedad natural de sobrevivencia, unir acciones para dar fin con “el oscuro mal”: Francia, Polonia, Reino Unido de Gran Bretaña, Irlanda del Norte, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Dominio de Terranova, Unión Sudafricana, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Países Bajos, Grecia, Yugoeslavia, y, la acción de lo que se llamó “Los Cuatro Pilares”: Reino Unido, EE.UU., URRS y China. Sólo esta alianza de fuerzas, inteligencia, tecnología de guerra y coraje, pudieron liquidar a la mayor amenaza ideológica y bélica que pretendió someter a la humanidad a su visión racial. Sin duda la historia de esta conflagración mundial, ha sido escrita con sangre, mientras aún hoy, miles de judíos y no judíos peregrinan o se reúnen cada año en conmemoración de las libertades conseguidas por aquella épica medida que ha llenado cementerios en espacios que quedan para la memoria de semejante sacrificio y heroísmo, necesario, para salvar a la humanidad.

Bolivia, está en un proceso de “reconfiguración” que se dio con la aprobación de la vigente CPE, que establece la supremacía indígena originaria campesina respecto la “otra población” blancoide, k’ara y mestiza. Para ejercer un dominio total el MAS-IPSP, jugó a ser democrático, lo que esta demostrado que nunca sucedió ni sucederá, pues el criterio de fuerte influencia responden a la escuela del EGTK del que formó parte Álvaro García Linera, su hermano Raúl y Felipe Quispe (El Mallku), que realizaron acciones muy concretas y directas en su corta vida de terrorismo urbano (1986-1992) con pretensiones de actuar en el nivel nacional e internacional. Haciendo memoria, ya a fines del siglo XIX (1870-1899), Pablo Zárate Willka y otros dirigentes aymaras, iniciaron una lucha contra los hacendados, plantearon la desobediencia civil e irradiaron la idea de crear un Estado propio para los aymaras y plantear la separación del naciente Estado boliviano. Para este objetivo, el MAS actuó: articulador de organizaciones sociales, ha estado madurando para la otra fase superior que es la revolución total, organizando reacciones contra el Estado de Derecho y consintiéndose en una fuerza capaz de enfrentar a la policía igual que en octubre y noviembre de 2019, mostrando que tienen capacidad de medirse -incluso- hasta con las FFAA. El Ejército Guerrillero Túpac Katari, EGTK, contemplaba la opción armada, que implicaba la separación del país, para que los indígenas tuvieran su propio Estado, es decir indianizando el Estado, que permitiría cambiar el rumbo y naturaleza del país. Inicialmente pretendía constituir por la vía armada una nación estatal aimara y separarse de Bolivia en caso de persistir el “blindaje antindígena del Estado republicano”. Linera planteaba qué, las naciones con mayor vitalidad histórica tienden por la constitución de naciones estatales, como sucedió en otras partes del mundo, conducidas a guerras de carácter nacional que cambian la configuración territorial de los Estados. Para esa su tesis, esta posibilidad siempre estuvo abierta en Bolivia y era una de las opciones latentes desde la re-emergencia de los movimientos políticos indígenas en los últimos 25 años del siglo XX. Este componente ideológico, actualmente sustentado ya no por una línea política menor, sino por el Foro de San Paulo y el Foro de Puebla, que junto a Cuba y Venezuela, requieren de los fondos que distribuía el gobierno del proceso de cambio para el sostén de esa “lucha antiimperialista”, que a su salida del poder, dejó huérfanos a los miembros de este bloque. Recursos que se intuye y dicen, provienen del Chapare. La necesidad de recuperar “energías” gracias al soporte que tenían, pone en peligro a Bolivia como Estado democrático. Mientras el MAS acciona mecanismos perversos, la “oposición” sigue en conductas políticas criollas -ingenuamente ven lo electoral para superar a los bastiones azules-. Sin hacer disquisiciones ideológicas, de sociología política o de desarrollo político, se concluye qué, mientras el azar, posiciones irreductibles para unirse, caprichos partidarios y posiciones individualistas de falsos lideres, pone en peligro, en su dispersión, que ese “mal” al que se le endilgó con tanto escarnio, retorne para quedarse para gobernar con mano despiadada, sino cruel, toda vez que ante el antecedente de 14 años de gobierno cruel en que el MAS destrozó a la oposición judicializando la política, de retornar al poder, ese método le será insuficiente. Necesitará mayores libertades e impunidad, que solo la violencia extrema otorga para permanecer en el poder, y esta vez, por los objetivos del Foro de San Paulo y el Foro de Puebla, deberá extremar su control duro, rígido e inflexible por encima de cualquier otro derecho, que no sea el del poder total y por la vía que sea. Acaso las huestes azules no han estado gritando Guerra Civil..!? No perciben el objetivo subyacente en el proyecto de Ley de Estado de Excepción? ¿Los parlamentarios autoritarios en la ALP no están usando la crisis de salud para imponer su control político y mostrar su avieso objetivo por encima de la CPE? ¿El TSE, TCP, Fiscal General del Estado, están actuando como órganos independientes? Algún candidato, cree tener la suficiente imagen para convocar a votar el 6 de septiembre por sobre el temor al Covid-19?; insufla suficiente valor para votar unidos bajo la forma de ÚNICA ALIANZA y proclamar sin miedo: el MAS nunca más? Y, echarlo.!!

La única alternativa para derrotar a la maquinaria azul de exterminio político y de la democracia, es una ALIANZA DEMOCRÁTICA de todas las fuerzas políticas bajo un solo liderazgo y programa, que pueda derrotar y desterrar las aviesas intenciones de los socios oscuros del mal. Algunos políticos creen que todos ellos, dispersos, pero,”unidos en pensamiento” pueden derrotarlo por varios flancos, pensando que son una especie de “La Línea Maginot” francesa que pretendió frenar el avance del nazismo. Y todos sabemos, en qué terminó la famosa y costosa Línea Maginot en la II Guerra Mundial. Debe impedirse que en Bolivia suceda lo que le ocurrió a los pobladores de Jedwabne.