Los hábitos son parte de nuestras vidas y son requisito de la
disciplina, debemos enmarcar nuestro comportamiento a una serie de
acciones repetitivas cada día simplemente porque tenemos una agenda
marcada, a la misma hora nos despertarnos para que nos de tiempo de
llegar al trabajo, donde también tenemos un horario y actividades
definidas, de una u otra forma estamos obligados a hacerlo así porque
simplemente así funciona el sistema que nos sostiene.
Generalmente debe haber una sanción, una advertencia o amenaza para que
respetemos ciertas reglas, hasta en los países más desarrollados y
«educados» se fijan penas duras en contra de quien no respeta la norma,
lo establecido, puede que en algún momento ellos fueron desordenados y
reacios a someterse a las leyes pero a fuerza de coerción y sanción se
logró revertir esos comportamiento, al punto que hoy casi todos ayudan
en el establecimiento de un orden muy cercano a la perfección. Puede que
nosotros, miembros de un país del tercer mundo, precisemos de esa misma
receta que pasa primero por recuperar el principio de autoridad, educar
a la población si es necesario a fuerza de duras sanciones, con
seguridad la generación presente sentirá el impacto pero las venideras
asumirán ya esas conductas como parte de su idiosincracia y no será
preciso «obligar por la fuerza» a nadie a cumplir con lo que
corresponde.
Somos absolutamente conscientes de las debilidades de nuestro medio, de
la flexibilidad de nuestras autoridades y de la no tan necesaria
obligación de cumplir la ley, pues cuando visitamos otros países que no
tienen estas tolerancias nos comportamos de otra manera, cambíamos
automáticamente, somos «otros», pero regresamos y asumimos nuestra
verdadera identidad. Y pasa por conductas como no arrojar basura en vía
pública, no estacionar en lugares no permitidos o respetar la luz roja
del semáforo y los carriles de circulación, etc., eso que tanto nos
cuesta hacer en casa ya esta sobreentendido cuando visitamos otra. Esa
doble moral nos asfixia, nos ata al fracaso y prolonga nuestra inercia,
reflexionemos y cambiemos asumiendo
un rol pro activo constructivo si verdaderamente queremos convertirnos en agentes del crecimiento de nuestra tierra.