Nadie puede predecir qué sucederá, es casi imposible saber cuándo la naturaleza nos mostrará su poder, ese que nos hace volver a la realidad. Si bien no podemos jugar a magos o clarividentes, si podemos anticiparnos a fenómenos que en nuestra tierra se presentan con cierta regularidad, en Tarija las granizadas, las lluvias repentinas y torrenciales, los incendios que se descontrolan son parte de nuestro «acerbo» de tragedias o problemas.
Hasta ahora no se conocen planes preventivos que nos permitan estar preparados para enfrentarnos a estas situaciones que llegan a costar vidas humanas, las instituciones no han desarrollado una estrategia conjunta que las vincule cuando se trata de reaccionar oportunamente, tampoco tenemos sistemas de alerta temprana. Ni siquiera hemos logrado preparar recursos humanos y menos contar con el equipo suficiente para encarar una serie de tareas que son consecuencia del fenómeno que nos puede golpear.
Si bien las instituciones son manejadas por autoridades y funcionarios, el descuido más grande que se comete es no educar a la población sobre qué hacer y cómo comportarse en estas situaciones, de manera que su conducta les permita salvarse, salvar a otros y no convertirse en un problema o complicación más. Estamos cansados de decir que «ya es tiempo» porque resulta que ya es tiempo de todo y para todo, es un nunca comenzar y por ende un nunca acabar con esta historia de quedarnos colgados de la mano de Dios, rezando que no llegue a mayores porque no tenemos como responder.Nadie puede predecir qué sucederá, es casi imposible saber cuándo la naturaleza nos mostrará su poder, ese que nos hace volver a la realidad. Si bien no podemos jugar a magos o clarividentes, si podemos anticiparnos a fenómenos que en nuestra tierra se presentan con cierta regularidad, en Tarija las granizadas, las lluvias repentinas y torrenciales, los incendios que se descontrolan son parte de nuestro «acerbo» de tragedias o problemas.
Hasta ahora no se conocen planes preventivos que nos permitan estar preparados para enfrentarnos a estas situaciones que llegan a costar vidas humanas, las instituciones no han desarrollado una estrategia conjunta que las vincule cuando se trata de reaccionar oportunamente, tampoco tenemos sistemas de alerta temprana. Ni siquiera hemos logrado preparar recursos humanos y menos contar con el equipo suficiente para encarar una serie de tareas que son consecuencia del fenómeno que nos puede golpear.
Si bien las instituciones son manejadas por autoridades y funcionarios, el descuido más grande que se comete es no educar a la población sobre qué hacer y cómo comportarse en estas situaciones, de manera que su conducta les permita salvarse, salvar a otros y no convertirse en un problema o complicación más. Estamos cansados de decir que «ya es tiempo» porque resulta que ya es tiempo de todo y para todo, es un nunca comenzar y por ende un nunca acabar con esta historia de quedarnos colgados de la mano de Dios, rezando que no llegue a mayores porque no tenemos como responder.