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Entre los sectores de la comunidad boliviana más afectados por la guerra del Chaco, sin lugar a dudas fueron los pueblos indígenas, pueblos olvidados por el Estado, marginados de la vida política, económica y social. A la hora de necesitar su concurso fueron reclutados a la fuerza, sin interesar si cumplían con la edad requerida y el estado físico apropiado, se atropellaron sus derechos sobre sus tierras y se abusaron de sus familias desamparadas. El territorio donde se desarrolló la campaña del Chaco estuvo habitado por números pueblos indígenas originarios desde antes de la llegada de los españoles a esas tierras. Guaraníes (Chiriguanos), Wenhayeks (Matacos), Tapietes, Chulupis, Ayoreos, Chorotis, Tobas y otras etnias convivieron el espacio geográfico comprendido entre los ríos Grande o Guapay, Macharetí, Pilcomayo y Paraguay. Obligados a vestir ropa militar, totalmente ajena a su origen, utilizados como guías por el conocimiento del terreno, capturados y forzados a incorporase al ejecito eran maniatados y encerrados para que no escapen.

La Guerra del Chaco nos trajo desgracias. Muchos emigraron por la confrontación belica, se fueron a Paraguay y ya no volvieron”, lamenta Vicente Ferreira, Asambleísta Departamental que representa a esta etnia en la Asamblea Legislativa Departamental de Tarija, cuando consultado sobre su pueblo, un lugar llamado Samu’uguate, actual, Samaiguate; que se encuentra en la jurisdicción del municipio Villa Montes y que es el único territorio que habita esta etnia en el vasto territorio de la provincia Gran Chaco del departamento de Tarija.

Originarios tapietes. principios del siglo XX

En Samu’uguate el calor supera los 40 grados y la pobreza se percibe a kilómetros. Los escasos árboles son codiciados para cubrirse del sol, los niños juegan sin importarles los problemas cotidianos y los hombres adultos, para esta época, ya han dejado el pueblo en busca de sustento económico. Sin embargo, y pesar de todo, nada ha podido borrar la sonrisa de los pobladores del lugar, quienes caminan descalzos por el duro suelo de tierra, el cual les ha costado recuperar. En la actualidad, algo más de cien tapietes, entre ellos 30 niños, son los sobrevivientes de una oscura época que ha pasado factura a su pobreza. Detrás de sus sonrisas se oculta una historia de muertes, de lucha y de supervivencia. Durante este conflicto bélico, los tapietes “fueron fusilados por soldados de los dos países”, posteriormente el pueblo se vació más debido a que algunos se fueron a trabajar a la zafra argentina y ya no regresaron.

“Pero a pesar de todo, continuamos viviendo en esta tierra”, dice Ferreira, apenado y dispuesto a revelar los detalles de su lucha. El departamento de Tarija tiene reconocidos, dentro de su estructura, a tres pueblos indígenas originarios: guaraní, weenhayek y tapiete, los dos primeros son los más numerosos y los más conocidos por la población. De este último poco se sabe.

PASAJES DE UNA DURA HISTORIA

Según el estudio del antropólogo Wigberto Rivero Pinto, la cartografía del siglo XVIII sitúa a los tapietes en lugares alejados del río Pilcomayo de Tarija, hacia el Este, en dirección al Paraguay. Fue recién a partir de la segunda mitad del siglo XIX que sus asentamientos fueron asediados por misioneros franciscanos y por criollos-mestizos que ingresaron a la región. A mediados del anterior siglo, la religión evangélica de la mano de los misioneros suecos, conquistó a los tapietes, quienes dejaron atrás su cultura basada en la magia, las bebidas, la danza y la coca. Hoy, y como herencia, los tres pueblos indígenas del Gran Chaco (Guaraní, Weenhayek y Tapiete) están siendo educados bajo las premisas de la enseñanza sueca en escuelas que estos foráneos fundaron.

Pero el hecho sangriento que marcó la vida de la etnia llegó en 1932, según lo expresa Ferreira. Se trata de la Guerra del Chaco, acontecer histórico que puso contra la pared a los tapietes, quienes intentaron escapar para evitar participar en un enfrentamiento, cuyas razones desconocían. Algunos lograron huir y otros murieron. Se cuenta que durante su huida los confundieron con espías, razón por la que fueron fusilados. Hubo quienes incluso ayudaron con sus barcazas a trasladar al Ejército por el Pilcomayo. Empero, de la participación de los tapietes en la guerra ya casi nadie se acuerda, sólo quedan algunos rastros, que se han convertido en testigos mudos de la historia.

Un recuerdo de este sangriento episodio se levanta a 20 kilómetros de Samu’uguate, donde hay cientos de cruces plantadas en la tierra. “Allí están los antepasados”, dice Ferreira. El lugar es llamado Curirenda o Tierra de Cruces. Un sitio para que los tapietes no olviden su historia de dolor. Pero más allá de esto, el asambleísta revela que cuando terminó la guerra, los pocos que quedaron volvieron a sus tierras, más aún, éstas ya habían sido ocupadas por mestizos, los cuales se convirtieron en grandes ganaderos y sometieron a los tapietes al “peonazgo”. Muchos años después se organizaron y se liberaron de este sometimiento.

Hoy sus territorios se extienden por toda la región del Chaco en Argentina, Bolivia y Paraguay. En Argentina se encuentran en las aldeas de Tartagal y Mosconi; en Bolivia sólo en Samu’uguate y en Paraguay en las de Curvita y La Merced. Según Ferreira la mayoría de los tapietes se fue a Paraguay.
No obstante, en Bolivia, su lucha por recuperar su tierra permaneció entre sus demandas durante décadas. Así, en el año 2000 el pueblo Tapiete se convirtió en la primera etnia que consolidó una Tierra Comunitaria de Origen (TCO) con una superficie de 24.840 hectáreas.

Ubicación del pueblo Tapiete
en el Departamento de Tarija.

LAS COSTUMBRES SE PERDIERON

En Samu’uguate ya no hay ancianos, por lo tanto ya no hay quienes relaten las leyendas de sus antepasados o conserven sus tradiciones y normas de convivencia. Pero a pesar de esta ausencia, los jóvenes aún guardan con dolor los relatos de sus padres. “Ya no hay gente mayor en el pueblo, así que ya no se practican muchas costumbres antiguas. Ahora vivimos puro jóvenes y aunque no se hagan las cosas de antes, al menos tratamos de enseñarlas”, explica Ferreira. El asambleísta calcula que en el pueblo hay en promedio 65 mujeres, 30 niños y 70 hombres. Al concluir el cálculo lamenta que sus hermanos se hayan ido a Argentina y al Paraguay, empero revela que tienen la esperanza de su regreso, pues de Argentina ya tuvieron algunos retornos. “La migración se debió a la Guerra del Chaco”, insiste Ferreira y destaca que “los tapietes en Bolivia han sufrido bastante por sus tierras”.

“Vivíamos trabajando para terceros, éramos empleados. Todo a causa de la guerra”, recuerda, pero su rostro apenado se llena de orgullo cuando explica que en la actualidad lograron recuperar parte de su territorio. Para esta tarea se aliaron en un inicio con los weenhayeks y luego con los guaraníes. De esta manera, los tapietes fueron los primeros que obtuvieron su Tierra Comunitaria de Origen. Actualmente sus 24.840 hectáreas se dividen en dos áreas discontinuas de 17.921 y 6.918 hectáreas ubicadas en la provincia Gran Chaco.