Noticias El Periódico Tarija

Debe entenderse que siempre decimos o escribimos con el mejor ánimo, que si miramos lo que esta mal no es para que siga igual sino más bien para que deje de estar mal y para que quien debe hacerlo… lo haga, estamos seguros que molestamos o incomodamos con nuestra agudeza pero estamos tranquilos porque lo hacemos de buena fe, con una mirada constructiva y buscando una mejor sociedad.

La ciudad de Tarija ha sido elogiada por muchos motivos a lo largo de su historia, se ha destacado por su toque colonial, por sus techos de teja, por sus calles angostas, por los árboles de su avenida costanera, por su mercado… en fin, igualmente su limpieza se ha convertido en una característica inexcusable, quien llegaba se sorprendía, tanto conciudadanos del interior del país como extranjeros. Sin duda, Tarija era la ciudad más limpia de Bolivia y los tarijeños nos jactábamos de eso. Hoy, algo ha cambiado, calles, avenidas, mercados y barrios limpios parecen no ser más nuestra realidad.

Seguramente más de uno se pregunta qué sucede, qué pasó para que esta ciudad luzca no tan limpia, para no usar un término que preferimos dejar de lado mientras podamos, es evidente que nosotros notamos ese detalle pero también lo hacen los mismos que aplaudían su limpieza, personas de otras regiones de Bolivia y extranjeros que no faltan y deciden visitarnos. Surgen varias preguntas en busca de respuestas ante este fenómeno que no ayuda en absolutamente nada, menos a fortalecer el turismo. ¿ Nos volvimos más sucios?, ¿ los jóvenes de hoy no cuidan su ciudad?, ¿ está fallando la entidad municipal responsable de esta tarea?, ¿ el alcalde no le da la importancia del caso al aseo urbano?… hay más cuestionamientos pero los mencionados bastan. Lo cierto es que las calles lucen sucias, con basura por todo lado, materia orgánica y bolsas son parte del paisaje, la carencia de basureros es también evidente aunque de qué sirven si la gente no los usa o no se recogen los desechos a tiempo. Los barrios están descuidados, con calles asfaltadas pero desgastadas, huecos por todo lado. La maleza nos devora y nadie la combate, las avenidas tienen sus jardines descuidados, con el césped crecido y dando un pésimo aspecto.

Es el alcalde quien debe preocuparse, porque el ciudadano lo nota y comenta, se molesta, se enoja, porque su ciudad está a la deriva en este sentido o por lo menos así lo siente. No se puede subestimar, no sólo por el costo político sino más bien porque se trata de una responsabilidad que se debe cumplir como funcionario publico. La ciudad amable no es sólo aquella que destierra la bocina y los embotellamientos de sus calles, sino también aquella que le pone freno a la basura y a la suciedad