Noticias El Periódico Tarija

El comercio informal es parte de la realidad que nos toca vivir, ni autoridades nacionales ni mucho menos regionales han logrado organizar de alguna manera lo que sucede en especial en ciudades y pueblos del país. Más allá del impacto en cuanto a tributación se refiere, es muy posible que la «nano» empresa encuentre en Bolivia el caldo de cultivo ideal como para expandirse, iniciativas individuales que pasan por la venta de baratijas, comestibles, frutas, pizzas, sandwiches y casi lo que nuestra mente pueda imaginar.

Es cierto que estos vendedores ambulantes en su mayoría no cuentan con una autorización oficial para trabajar ya que no tienen un puesto fijo, van por todo ello a pesar de que algunos «descubrieron» ciertas esquinas donde les va mejor. Ante la vista y paciencia de inspectores municipales, nadie sabe como, desarrollan sus actividades sin mayores molestias, alguien dirá que también tienen derecho a ganarse el pan de cada día, coincidimos, aunque debería ser al amparo de las normas vigentes y no violentándolas por simples que parezcan.

Sucede que estos comerciantes, al estar al margen de la normativa, no tienen un lugar habilitado para vender lo suyo, por eso se ubican donde menos lo esperamos y donde mejor les parece, es así que hay días que están sobre una acera interrumpiendo el tránsito de los peatones y otro en plena calzada complicando el ya intrincado tráfico vehicular. Regularmente eligen zonas más pobladas, por donde camina más gente, eso significa el centro de la ciudad que de por si esta saturado, desordenado y también en ferias o mercados que por su organización implican un problema para la ciudad. La incapacidad municipal para ordenar la urbe es tan evidentes que la presencia de estos puestos ambulantes son sólo un botón.

La alcaldía en la administración pasada, estuvo empecinada en licitaciones millonarias sin sentido, sin antes resolver conflictos básicos y elementales que enfrenta Tarija, uno de ellos es este, el de los que venden donde quieren, a la hora que quieren y cómo quieren. Ahí no hay «se hace o se hace» como para insistir en una millonaria licitación, ahí no hay «decisión inamovible» como para gastar tanto dinero en tiempos de crisis. El nuevo alcalde debe ocuparse de los problemas cotidianos que hacen a la vida de cada habitante, que descubre su ciudad tomada, desorganizada, sucia y desordenada.