Noticias El Periódico Tarija

Este año más que otros, nos ha llevado por caminos que pensábamos que no íbamos a transitar. Estas fechas por ciertas características son altamente emotivas, uno de los factores que contribuye es aquel que se vincula a esa inevitable necesidad de evaluar lo que se hizo a lo largo de todo un año. El percibir que el tiempo pasa más rápido, que los meses «vuelan», que lo que nos proponemos se atropella por esa dinámica, nos obliga al replanteo de varios temas y actitudes. Mirar atrás no es tan fácil, en especial cuando se trata de nuestras vidas y de cómo las hemos vivido, cuánto hemos aprovechado y si utilizamos el tiempo para construir mas que para destruir. El medir nuestros logros por la casa o el terreno nuevo, el auto 0 km o una cuenta bancaria más abultada es producto de la tergiversación sobre la que caminamos dejando de lado principios y valores. Lo material se impone hasta en nuestras más íntimas relaciones, esas que deberían ser profundas y auténticas… con nuestras familias, lo malo es que somos nosotros los que «materializamos» ese nexo cuando debería ser cultivado íntegramente en el plano espiritual.

Seguimos perdidos en nuestra escala de prioridades. No hemos encontrado todavía la regla con la que podemos medir el éxito que perseguimos, eso depende de qué es el éxito para cada uno de nosotros, en esa medida descubriremos que unos lo lograron y otros no. Puede que nos encontremos con «exitosos» que tienen problemas para pagar sus cuentas pendientes pero que tiene un tesoro incalculable en el corazón y en sus seres queridos. Habrán otros que seguro acumularon millones pero que pasarán las fiestas en soledad.

Generalmente dependen desde qué perspectiva miramos las cosas. Es cuestión de cómo se vea el vaso de agua, medio vacío o medio lleno, eso se llama actitud y sin duda, nuestra actitud en la vida decide cómo encaramos situaciones que complican nuestro día a día y cómo las superamos. Al mirar hacia atrás seguro reconoceremos risas nuestras, de parientes y amigos…para que no olvidemos que hubo alegrías. Pero lo que también sucederá es que el llanto y las lágrimas que en muchos casos ocasionamos a quienes amamos, ahogarán ese instante de recuerdo. Es momento de mirarnos nosotros mismos y no a los otros, debemos medir cuánto dimos más que cuánto recibimos porque si hay una relación que nunca debe ser proporcional, es esa. De las buenas experiencias y vivencias quedan los buenos y sanos recuerdos, de lo amargo y duro la resignación y fortaleza aprendida para el resto de nuestros días. Todo sirve, de todo nos nutrimos aunque es más importante cuánto damos y alimentamos a quienes nos rodean, cuánta luz somos capaces de irradiar para cambiar otras vidas, para llevar hasta ellas esperanza y confianza en lo que lo que resta por caminar. Este es un año muy difícil, de enseñanzas profundas, duras hasta el alma pero aún así, es un año que se va, arrastrado por la imparable corriente del tiempo.