Pablo Pizarro Guzmán
A mi costado tengo una pequeña ventana que se expande a unas tejas decoloridas, a una pirka con barro, a unos árboles escuálidos, y más allá, a unas montañas gélidas que parecen dibujadas según la hora del día.
Desde ahí, contemplo, en tiempos de pandemia los momentos, instantes precisos en el que te encuentras. Te preguntas y a la vez te abstraes. Y las respuestas surgen vacilantes, difusas, confusas y melancólicas.
Siento que las ventanas son una vitrina abierta hacia el mundo, hacia la vida, donde confluimos. Estas afuera y también dentro. Una parte vuela desde el fondo y la otra se pierde en los laberintos del mundo.
Afuera:
Primero, las cifras/números diarios que informan sobre el covid 19 en el mundo se reproducen como una máquina de hacer pipocas. Salen como un escupitajo a la cara, con la mayor indolencia y una brutalidad nunca antes vista. Representan la construcción de un sistema decaído, donde prevalece la cantidad y la frialdad del relato. Somos un código más. Ni más ni menos.
Segundo, el conflicto China – EEUU. La nueva guerra fría del siglo xxi. Esta crisis sanitaria aceleró las tensiones. La lucha por el liderazgo mundial se relaciona con la innovación tecnológica, la inteligencia artificial, los autos eléctricos, la carrera espacial, armas y ahora último, por descubrir primero la vacuna. Existen diferencias históricas e ideológicas que se agudizaron. Sin embargo queda claro que China vive una dictadura frente a la democracia gringa, a pesar de Trump.
Tercero, las disputas ideológicas políticas. En tanto, la línea progresista populista, encabezada por López Obrador, Jair Bolosonaro y Alberto Fernandez, y para que ya citar a la desangrada Venezuela. Líderes que niegan el papel de la ciencia, la institucionalidad y la idea de una comunidad global. Estos caudillos reproducen su poder desde el desconcierto que generan los problemas a resolver.
En éste caso, el masismo refleja fielmente este modelo. ¿Se imaginan si hubiese estado gobernando en estas circunstancias Evo Morales? Imaginemos sus mensajes: en altura no existe el virus, los barbijos son un invento del imperio, tenemos hospitales equipados y funcionando, me curo con mi propia medicina.
Al frente, la canciller Angela Merkel, una referencia indiscutible del mundo. La mujer de 65 años y con una larga trayectoria se convierte en el ancla de la unidad europea como puntal para superar las consecuencias de la pandemia, pero también contra el resurgimiento de nacionalismos que apuntan a un endogenismo ya superado por las circunstancias.
Cuarto, la partida de médicos cruceños, Oscar Urenda y Roberto Tórrez, cambas valientes y honestos que entregaron sus vidas para evitar que las personas se contagien. Demostraron el valor supremo de la vida y que las utopías humanas aún siguen vivas. Sentimos dolor por la partida de seres humanos extraordinarios y excepcionales profesionales bolivianos.
Dentro:
Las calles quedaron vacías y despojadas. El silencio y el miedo rebotan como un eco sobre las sombras de algunos caminantes y sus mascotas. Las plazuelas lucen abandonadas, como si un tsunami se hubiese llevado la alegría de los niños y la charla de nuestros mayores.
Los perros se adueñan de las veredas. Olfatean en cada rincón de las casas. Parecería que la peste la olieran a kilómetros. Se cruzan sin importarles lo que sucede. Siguen su camino guiados solo por el instinto.
Las canas van apareciendo como la hierba seca en invierno. Las arrugas marcan en la piel nuevos surcos. Los lunares alumbran una nueva época. Es un tiempo lejano y cercano a la vez. De dolor y esperanza.
Sigo contemplando las calles, los perros y la vida. Ahora es de noche y hace frío.