Noticias El Periódico Tarija

Eduardo Claure

El tratamiento de la cuestión ambiental y de la ecología solo puede ser desarrollado en el marco de las futuras generaciones en la medida en que tanto los procesos relevantes en materia ambiental, como su reversión, sólo son posibles en plazos que trascienda la actual generación, tanto si nos proponemos simplemente corregir las peores tendencias, más aun, si pretendemos pensar en ir delineando pautas para la creación de un modelo más justo de las relaciones humanas plasmadas en un modelo de desarrollo alternativo al actual. Participar en la discusión del modelo de desarrollo dominante y globalizado, que hoy desemboca en una crisis que amenaza la propia posibilidad de la vida en el planeta, implica asumir la responsabilidad por la creación de alternativas y estrategias adecuadas. El tratamiento de la temática ambiental es inseparable del análisis de la lógica interna del modelo de desarrollo extractivista depredador y sus consecuencias en el orden político y económico impuesto a los países en nombre, hoy, de un nuevo orden económico globalizado, que ha pasado por los anteriores desde el desarrollo industrial, el socialismo y el neoliberalismo. Contra esta visión del mundo basada en la eficiencia económica pero empobrecida en cuanto a creatividad y participación inter e intracultural, debe elaborarse nuevos paradigmas técnico científico y un nuevo imaginario social en relación con la naturaleza.
Auto gestionar la crítica y las alternativas, pasa por entender que el modelo de desarrollo, expandido por todo el mundo, se ha basado en un desplazamiento del poder, despojando a las sociedades tercermundistas, y más aún, a los individuos, del control de sus condiciones de vida fuera del estrecho marco de la sujeción a las pautas de valor legitimadas por el sistema. Los vínculos más complejos han sido usurpados por estructuras burocráticas e hiperideologizadas, contrariando una tendencia natural hacia la complejidad y variedad, y que procuró la simplificación y homogeneidad en la medida en que esto facilita su control, dominio y sujeción.
La vigencia actual de una perspectiva ecológica y social, hace de la denominada ecología social, o más ampliamente del enfoque sistémico, la herramienta disciplinaria más apta para reforzar nuestra critica del actual orden social y económico globalizado. Su vigencia ha facilitado la emergencia de movimientos críticos y alternativos, que atraviesan amplios estratos de la sociedad contemporánea, ya ingresada al Siglo XXI. Ello surge –a pesar de, o quizá también en parte- como consecuencia de la alineación, que alcanza no solo a los pobres, en términos de sobrevivencia, sino también a clases dominantes, pero cada vez más consientes de otras pobrezas y carencias. El orden dominante globalizado ha comenzado a perder lealtades, no solo de parte de sus jóvenes, sino de vastos sectores sociales que le servían de apoyo. La crisis medio ambiental y ecológica, la falta de disposición y disponibilidad de recursos naturales, el calentamiento climático, los deshielos, extinción de especies nativas de flora y fauna, la escases de agua potable, la contaminación atmosférica, la erosión de suelos y la perdida boscosa, son algunos de los elementos de este espectro de ser leales con el extractivismo depredador o recuperar la naturaleza y al Hombre.
La desafección, aunque mayoritariamente pasiva, es más y más evidente. En el entorno más reciente de los últimos cincuenta años, la desaparición del conflicto Este-Oeste, y su conversión en relación complementaria, generó un espejismo de tranquilidad de muy corta duración. La Guerra del Golfo Pérsico nos devolvió groseramente a la realidad mostrando la cínica hipocresía de todas las partes. Quedó al descubierto el desequilibrio Norte-Sur, y la dependencia firmemente estructurada que garantizó la hegemonía indiscutible de las grandes potencias, asociadas o en competencia. Las verdaderas razones de guerras, invasiones, amenazas y bloqueos se mostraron desnudas, y se las conoció mejor en su verdadera dimensión gracias al desarrollo tecnológico de los medios de comunicación y el internet. Los choques son entre intereses económicos y estratégicos por el control y el acceso a los recursos no renovables cada vez más escasos. Fue el oro y la plata, los territorios, el petróleo, los minerales y seguramente, como se muestra hoy, los bosques, el agua y el litio.
En este contexto, a nivel país, toda vez que se constata el transcurso de los poderes e intereses económicos que han estructurado el desarrollo nacional bajo la administración de los recursos naturales renovables y no renovables, una alternativa radical, ecológico social, puede tener su oportunidad si somos capaces de estructurarla y organizarla de manera autónoma y planteando alternativas que se mantengan fuera del ámbito de las soluciones impuestas por el poder económico y político de turno, y que estas no requieran por tanto su concurso. Por ejemplo, si el origen de esta situación es un proceso que comenzó minando y dominando la resistencia del mundo agrario tradicional, pasándolo a una economía de mercado, se tendrá que encarar una recolonización de la tierra según pautas ecológicas, medio ambientales y socialmente apropiadas. La primera prioridad entonces se centra en la tarea de reconstruir -en sentido de retomar la construcción- una sociedad autónoma y sustentable, a partir de un rico entretejido asociativo que asegure la participación y la gestión de los involucrados en cada ecosistema y en la o las culturas que con el interactúan.
Para ello no basta con equiparnos para ejercitar la capacidad de gestión. Esto destaca la importancia de desmontar los hábitos intelectuales, que condicionan y modelan nuestra experiencia individual como sociedad, y que determinan la sensación de proximidad o lejanía, de implicación o desvinculación, en relación de los problemas ecológicos, medio ambientales y sociales. En este sentido, otro ejemplo, el país desde la Ley 1654 de Descentralización, en la década de los 80 y 90 se erigió junto con la Ley 1551 de PP y posteriormente con la elección de Prefectos en el proceso descentralizador hacia las Autonomías; este revolucionario proceso fue aplicado en manos municipales y departamentales -donde cundió la mega corrupción-, pero lo más dañino a la gestión de los recursos naturales renovables y no renovables en el marco del proceso autonómico, es que únicamente se los vio, no en perspectiva o dimensión ecológica y medio ambiental y por supuesto en lo ecológico social, no se los consideró en términos de partes de ecosistemas particulares, de sistemas de biodiversidad, no se estudiaron o aplicaron elementos de lo que representan determinadas unidades fisiográficas y su riqueza natural diversa –vocaciones/potencialidades-, ni se aplicó los procesos productivos según las capacidades mayores de estas unidades agroecológicas, sino fueron considerados meramente como elementos a ser explotados inmisericordemente: generadores de ingresos por la producción e impuestos y/o regalías y punto. Este gravísimo error de gestión puramente de simple apropiación económica, ha sido la tumba de lo ecológico y ambiental, y consecuentemente del crecimiento de la pobreza. Aquí, las amenazas más significativas son vividas como lejanas, en el espacio o el tiempo. Las catástrofes son definidas como accidentes y atraen la atención fugazmente, y siempre eliminando de la percepción los antecedentes y la indefensión que los ha convertido, justamente en tragedias ecológicas y medio ambientales actuales. El manejo de la información generalmente aumenta ese tipo de percepción enajenada, o acrecienta el sentimiento de impotencia. Percepción y voluntad se reducen a la mera esfera individual, colectiva, atomizada, sin solidaridad y deshumanizada.
Por todo ello es necesario el acceso a la información independiente y además, la creación de formas de aprender a pensar sistemáticamente, tanto individual como colectivamente, para que ello sea posible se requiere a su vez reorientar la educación en todos sus niveles y convertirlo en un modelo de sistema educativo ecológico. Dado que las proyecciones por tendencias muestran un futuro nada venturoso y menos promisorio, pues todos los países tercermundistas, del que formamos parte, deberán educar a sus jóvenes para tener una actitud positiva hacia el cambio climático, el calentamiento global y la degradación de los valores naturales de la biodiversidad que ya alcanza situaciones de alta preocupación, pues las mayores oportunidades para enfrentar este cuadro de situación, están en la educación, el conocimiento y la acción, y debe generarse una estabilidad de futuros escenarios ecológicos, sociales y medio ambientales, en tanto los grupos de poder en general, están dispuestos a cambiarlo todo menos sus privilegios, pero difícilmente aceptarán un cambio en la educación formal que pudiera provocar cambios sociales y políticos, que incluyan la posibilidad de pérdida de dichos privilegios: acceso a la tierra, deforestación indiscriminada, control de explotaciones mineras, absueltos de las penalidades de la ley a sus criminales infracciones sobre la naturaleza, etc. El énfasis, de quienes han llegado a la convicción de la urgencia de modificar el modelo cortoplacista y la visión individualista y lineal de causa-efecto, típica del condicionamiento reduccionista y sobresimplificado a que son expuestos los ciudadanos urbanos, población rural y pueblos indígenas, cuando el mundo está altamente tecnificado y urbanizado, son los elementos que debieran incorporarse en el sistema de educación, pero, ecológica.
El movimiento ecologista, -en los 60’ y 70’- nació con su lema: “Pensar globalmente, actuar localmente”, contribuyó a cultivar una concepción sólo parcialmente correcta. El pensamiento y el discurso se proyectan globalmente, pero las acciones directas, enfocadas a los problemas locales quedaron confinadas a instancias y sujetos que no alcanzaban a la difusión y el espectro necesarios. Pensamiento y acción quedaron dislocados y sin retroalimentación, hasta que en los 90’y siguientes, se pudo superar esta rémora involuntaria que retasó otras acciones que recién en los últimos treinta años ha cobrado renovados bríos a partir de la ECO 92 de Río de Janeiro, junto a las ONGs, la cooperación y sociedad civil que incluso organizó por ejemplo el Partido de los Verdes en Europa y que hoy es mundial, incluido el Partido Verde Ecologista de Bolivia. A partir de ello y en este contexto, se asentó un proceso decisivo, que llevó al medio ambientalismo, el conservacionismo y la ecología como ciencia académica hacia la denominada ecología social. De allí comenzó a surgir un planteamiento político distinto a las formas instituidas, cómplices y parte, del desastre ecológico y social que actualmente enfrentamos. Los movimientos antinucleares, pacifistas y medio ambientalistas que originaron esta posición global, han arribado hoy, al ecologismo, rígido e inflexible, que desafía a desbordar el espacio jerarquizado e híbrido en el que se asentó el poder político, hoy globalizado y que está como pandemia en todo el mundo y no menos radical en los países en desarrollo -incipiente- como el caso boliviano.
El postulado de “otro desarrollo”, un “desarrollo de toda persona y de todas las personas”, contrapuesto al productivismo, extractivismo, y al consumo masificado, característica de los modelos de vida impuestos, ha tomado fuerza a niveles teóricos y científicos, y ha alimentado las bases de muchos de los movimientos sociales urbanos y rurales, pero fundamentalmente de los pueblos indígenas que son los más afectados en este espectro degradante del consumismo cuasi criminal de los elementos de la biosfera. La inocultable presencia de la crisis ecológica incide en todos los niveles, desde los medios de información a los aparatos políticos clásicos y retrógrados, tanto de derecha como de izquierda, aquí los centros fueron casi igual que los peores. El peligro ahora radica en que los poderes establecidos se aprestan a modernizar su discurso legitimador y a fundamentar ecológicamente el mismo modelo de producción, de explotación, de consumo y de redistribución. Lo que llevará a la componenda y resignación, por la dimensión de los problemas globales involucrados en la actualidad, y por la ausencia de instrumentos de real participación sistemáticamente bloqueados por el orden establecido y los patrones del mal –totalitarios-, que vienen propugnando un Nuevo Orden Mundial, cuya máxima es “primero yo, después yo y siempre yo”. Ante esta disyuntiva debe surgir la construcción de un camino que debe conducirnos a pensar y actuar tanto local como también globalmente: Alianzas Estratégicas Ecologistas sin Fronteras. La encrucijada a la que hemos sido conducidos, quienes menos responsabilidad en el proceso depredador de la biosfera hemos tenido, nos reclama y convoca un trabajo inflexible para rescatar un proceso de construcción de un paradigma que sea un eslabón para reencontrar la ruta ecológica para el desarrollo con las virtudes autonómicas que no sean de la explotación y extractivismo depredador de los recursos naturales renovables y no renovables de los cuales medrar sus excedentes, sino rescatar lo ecológico, como forma de vida y parte de un sistema vivo, donde hacemos cultura, vida social, económica, política -con ética y moral-, y desarrollamos mente, pues somos seres con alma y espíritu, elementos que nos unifican con lo trascendente e inmanente de la naturaleza, que no es obra nuestra…