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La llegada de Colón y sus hombres a América tuvo radicales consecuencias para los indígenas, que vieron diezmada su población debido a las guerras, la esclavitud y las enfermedades procedentes del Viejo Continente. Los españoles trajeron a América: piojos, pulgas, ratas, cucarachas y otras alimañas, enfermedades infectocontagiosas: viruela, sarampión, tos ferina, gripe, difteria, peste, tifus, tracoma, muermo, rabia, gonorrea, tuberculosis, lepra, fiebre amarilla, sífilis y otros, que diezmaron a la población americana.

La gripe española mató a unos 100 mil bolivianos en 1919. Desde la Colonia, la viruela, la malaria, la fiebre amarilla, el cólera y el dengue, entre otras enfermedades, también dejaron luto a su paso por el país. Actualmente, Bolivia afronta una epidemia de dengue con más de 50.000 casos y no olvida la alarma que el año pasado causó el mapucho.

El 21 de marzo de 1919, hace un siglo y un día, el diario paceño El Tiempo titulaba: “Los estragos de la gripe en La Paz”. Y añadía: “El número de fallecidos ayer alcanza a 17. Un barrio muy amenazado es el de Miraflores, donde se dice que hay muchos enfermos indígenas. Hay epidemia en Obrajes”. El 20 de junio de ese año la portada del diario de la mañana decía: “Las epidemias empiezan a hacer estragos en la población infantil”. Entre 1919 y 1920 murieron contagiadas unas 100 mil personas en Bolivia, que para entonces tenía 1,7 millones habitantes. La asesina, que recorrió el planeta como pandemia, se llamaba gripe española y se ensañaba con los niños menores de dos años. Esa no fue la primera ni la última de las epidemias que asolaron el país a lo largo de su historia: viruela, malaria, fiebre amarilla, cólera y dengue, entre otras, también dejaron luto a su paso.

“La casi totalidad de las enfermedades infecto-contagiosas se han presentado en el territorio que hoy ocupa Bolivia, tanto durante la época de la Colonia como en la República. La variedad de climas, desde el tropical hasta el polar, su diversidad topográfica territorial: sus altas montañas, y la profundidad de sus valles; su mediterraneidad, rodeada de varios países con una patología muy variada hacen de Bolivia un país dotado de condiciones adecuadas para la propagación de las enfermedades. Es relativamente escasa la información que se tiene sobre la mortandad que causó cada una de ellas, pero asolaron al país causando grandes daños y miles de afectados.

Si la Colonia dejó pestes como la viruela, la Independencia sumó otras. Las enfermedades dominantes al iniciarse la República eran la viruela, el paludismo (chujchu), la tuberculosis (tysis), la sífilis (buba), la peste bubónica, la leishmaniasis (uta), el bocio (ckoto) y la lepra, según el libro Historia de la Salud Pública en Bolivia, escrito por el médico Gregorio Mendizábal. Posteriormente surgieron otras amenazas desconocidas hasta entonces: el cólera, el dengue, el coronavirus.

LA VIRUELA

Cuando de Europa llegó la colonización, hace más de cinco siglos, trajo consigo, entre otras cosas, a la viruela. El cronista-soldado Cieza de León escribió en su Crónica del Perú que esa enfermedad mató unas 100 mil personas, entre ellas el Inca Huayna Cápac, durante la conquista de tierras altas.

Fray Mingo de la Concepción, quien llegó a lo que hoy es Tarija en 1755, relata que entre 1790 y 1791 una de las armas para evangelizar a los chiriguanos que habitaban en tierras chaqueñas fue la epidemia: “Estoy convencido al verlos por los montes comiendo raíces y contagiados por las viruelas que admitirán sin duda el evangelio”, registró en sus crónicas publicadas después con el título de Historia de las misiones franciscanas entre chiriguanos.

En 1621 el gobernador de Santa Cruz, Nuño de Cueva, refiere que la peste de 1620 diezmó la población de esa ciudad. En los años de la República, 1861, se presentó una epidemia de viruela de alarmante gravedad que comprometía los Departamentos de Chuquisaca, Santa Cruz y Tarija. En 1888-1889, se presentó en la ciudad de Sucre, una epidemia que acabó con el 10% de la población.
En 1902 llegó, finalmente, la vacuna y por Ley de 21 de octubre se encomendó al Servicio Nacional de Vacunación distribuirla en todo el país. En 1969, la Organización Mundial de la salud declaró erradicada la viruela de Bolivia.

PALUDISMO O MALARIA

El cronista español Pedro Cieza de León relata que la conquista de la zona de los Yungas fue difícil para el inca Huayna Cápac primero y después para los conquistadores españoles debido a una extraña enfermedad que empezaba con fiebres muy altas, escalofríos y mucha sudoración. Los indígenas la llamaban chujchu, Occidente la bautizó como malaria o paludismo.

Y aquí entra la leyenda: Dicen que los lugareños habían recibido de la generosidad de la Pachamama la cura al mal y era una corteza: la kara que devino a llamarse quina, que es hasta hoy el remedio para la enfermedad. Los quechuas se enteraron del secreto y pudieron continuar su avance hasta los llanos de Moxos; pero los españoles nunca lo supieron y emprendieron un plan de fuga del mal. Se alejaron de los ríos y se asentaron en lugares altos como Coroico, Coripata e Irupana. Llevaron allí esclavos traídos de África que habían sobrevivido al frío potosino y fracasaron. La piel morena no era inmune al chujchu. Lo cierto es que siglos después, a principios de 1920, los registros oficiales establecen que, en el pueblo cochabambino de Villa de Taboada, rebautizado hoy como Mizque, sobrevivieron de un brote de malaria que afecto a sólo 750 de sus 3.000 habitantes.

En la Guerra del Chaco (1932- 1935), el paludismo fue otro enemigo de las tropas bolivianas. “El brote fue desastroso y se calcula que el 70% de los soldados murió con paludismo y no como resultado del enfrentamiento bélico con Paraguay. No fue todo, los sobrevivientes que retornaron a sus hogares expandieron las fiebres y Bolivia llegó a un nivel de desastre nacional. En 1941 se atendieron 81.000 pacientes infectados, pero no existen registros del número de muertes, según el registro histórico.

El área geográfica donde se desarrolló la Guerra del Chaco ya era una zona de paludismo o malaria. El estado boliviano desconocía esta situación, a unos meses del ingreso masivo de tropas, gran cantidad de efectivos bolivianos fueron víctimas de esta terrible enfermedad, tanto así que el índice de enfermos era el segundo en la lista de causas de evacuación e internación después de los heridos de guerra.
El estado y el servicio de sanidad en campaña tuvieron que ingeniárselas y actuar rápido para frenar este mal. En los bosques andinos de Bolivia, existen especies nativas de árboles, conocidos como “quina” o “cascarilla” (Cinchona spp) en cuya corteza se encuentran alcaloides antipalúdicos de excelente respuesta a esta enfermedad; alcaloides ya utilizados a nivel mundial contra la malaria desde los siglos 16, 17 y 18, y también utilizados en el servicio de sanidad del ejército boliviano. Derivados de estos alcaloides antipalúdicos, como lo cloroquina y la hidroxicloroquina hoy en día son utilizados