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“Dejemos la rigidez del miedo y volvamos a la vitalidad que pertenece a todo futuro verdadero.”

Por: Luis Fernando Ortiz Daza
El planeta, y con él, la especie humana está en peligro de extinción, una molécula invisible está cambiando los hábitos de todos y nos está permitiendo ver el horizonte posible y el horizonte negro al que nos aproximamos de manera vertiginosa. De nuestras costumbres, del afán depredador y de tragarnos lo que está a nuestro alcance, se ha producido una nueva pandemia. Un virus que siempre estuvo ahí, agazapado en una especie animal, salto de una a otra hasta que de manera cruda halló su hábitat en nuestro organismo.
Mientras el planeta no encontraba respiro, accidentalmente el mismo humano logró dárselo. Mientras las energías fósiles se agotaban a un ritmo acelerado y el fin estaba mucho más cerca de lo pronosticado, un virus obliga a la menor demanda de países como Estados Unidos, China y Europa, el planeta respira.
El COVID 19, comúnmente llamado coronavirus ha hecho que se reduzca la movilidad de gente y mercancías en el planeta y una fuerte contracción económica afectando al consumo, estamos buscando una vacuna para el coronavirus para volver al frenético rumbo del consumismo neoliberal de las grandes potencias y países con gobiernos desarrollistas; no aprenderemos nunca y queremos volver al ritmo del crecimiento económico que está llevando al fin del planeta sin importar el futuro de las próximas generaciones, el calentamiento global hará imposible la vida en países costeros y zonas donde se ha producido deforestaciones masivas como en la Amazonía y parte de África, Australia o Nueva Zelanda.
¿Cómo ser responsables frente a los otros si seguimos utilizando el transporte para movilizarnos unas cuantas cuadras?, ¿cómo podemos ser responsables si usamos energías fósiles para producir plásticos que desechamos y van a parar a los océanos? ¿cómo si gentes con mucho dinero no usan transporte público y compran vehículos de alta cilindrada a uno por miembro de la familia y se consumen la energía fósil de los que menos tienen y tienen derecho?
¿Es racional quemar millones de hectáreas, destruir bosques para producir etanol y calentar más aún el planeta?, en nombre del crecimiento económico y la sobreoferta de papel moneda y dinero virtual, gente que gana mucho dinero, un 10% de la población mundial compra comida para botar, toma agua en plásticos desechables en desmedro del restante 90%.
¿Es el capitalismo el responsable de esta crisis?, sí y no solamente, la izquierda tampoco es capaz de dar respuestas a esta crisis ambiental y moral, en nuestro país el desarrollismo del anterior gobierno es responsable de la intervención en áreas protegidas como el TIPNIS, Tucavaca y Tariquía, es responsable del incendio en la Chiquitanía, de la construcción de grandes represas, de la extensión de cocales y la contaminación de cursos de agua por la minería y los hidrocarburos.
¿Cuántas pandemias más necesitaremos para salvar al planeta?, ¿cuántas cepas más de coronavirus se crearán por el agotamiento del medio ambiente?, ¿qué otras plagas son necesarias para ponernos en acción?, hemos llegado al límite de la estupidez humana, las ciudades crecen a un ritmo frenético, los campos se vacían de gente para dar paso a la agroindustria, para la producción mundial de alimentos y alimentar el crecimiento económico de las grandes potencias que a cambio nos dan basura y más basura tecnológica de usar y tirar hasta el nuevo modelo.
La solución por el desastre nos la están planteando los economistas liberales que eligen entre la muerte por el coronavirus o la vida por la economía. Ese no es el camino, hay que cambiar el modo de producción excesivamente consumista y egoísta, debemos ser capaces como bolivianos, plantear alternativas realizables donde se incluyan a todos los sectores de la población.
Los corifeos analistas económicos pintan un panorama desolador del futuro y sólo ven el discurso de las economías China y Yanqui como receta para salvar disqué nuestra economía, esta premisa es falsa, sólo servirá para ahondar más las diferencias entre países pobres y ricos, entre personas ricas y pobres.
Hay otras voces que dicen que nada será como antes, como la socióloga Renata Hoffman que menciona a Matthias Horx, un investigador alemán con visiones innovadoras, muy distintas a las de los medios de comunicación monocordes. Según él, “nunca volveremos a la normalidad, porque este es un momento histórico que va a cambiar el futuro. Horx invita a imaginarse el mundo después de la pandemia para reflexionar sobre qué nos preguntaremos retrospectivamente.”
“Las nuevas actitudes sociales de solidaridad van a cambiar nuestra conducta, en la cuarentena y las noticias de los muertos aprendemos. Será la inteligencia social y humana que dará lugar a cambios importantes. Mucho más que la inteligencia artificial, la tecnología no perderá importancia, pero sí ganarán peso las preguntas humanas sobre quienes somos y qué queremos llegar a ser, modificando la relación entre cultura y tecnología.”
No habrá lugar para el fatalismo, es verdad la economía se habrá retraído, pero no llegaremos al colapso pronosticado, habrá recesión económica, caída del mercado de valores, empresas se desplomarán, pero, todo habrá mutado en algo diferente, como este virus que lo irá haciendo hasta la eternidad.
La globalización no desaparecerá, pero, crecerán las producciones locales, la inventiva del recurso humano de los países en desarrollo deberá ser más valorada, como la de aquellos que inventan en Bolivia cámaras para desinfectar o respiradores artificiales. Habrá campo para las producciones locales y esta es la receta que debe aplicar nuestro gobierno de transición y el futuro gobierno que salga de las urnas.
Citando de nuevo a Horx: “Cuando miramos hacia el futuro, por lo general solo vemos los peligros y problemas que surgen y se acumulan, creando una barrera del miedo que nos separa del futuro y lo vuelve aterrador”, Dejemos la rigidez del miedo y volvamos a la vitalidad que pertenece a todo futuro verdadero.
O seguimos de una manera desenfrenada o bajamos un cambio para ir hacia una dirección determinada por nosotros mismos donde hay futuro y podemos reinventarnos.