Desde hace varios siglos, los investigadores habían encontrado una serie de restos que sugerían que un enorme meteorito había impactado en la Tierra hace unos 800.000 años. El hallazgo de estos elementos, denominados tectitas vítreas, confirmaban que una gran roca del espacio había chocado contra nuestro planeta, por lo que durante años se afanaron en buscar un gran cráter que nunca encontraron. Hasta ahora, que lo han conseguido encontrar.
En ocasiones, la visión directa de un gran cráter ha permitido a los científicos saber la llegada de un meteorito a nuestro planeta. El posterior análisis de los minerales del fondo del lugar de impacto incluso les ha dado una ubicación aproximada de su procedencia. Pero, en ocasiones, el hallazgo se produce a la inversa: se encuentran una especie de escombros de color negro que sugieren que algo ha chocado en la Tierra. Esos restos sirven para datar el año de impacto.
Y eso es, precisamente, lo que había sucedido en este caso. Durante más de doscientos años, estos restos habían sido encontrados desperdigados por una amplia zona, pero sin conseguir encontrar el brutal cráter que debería de haber dejado. Cuando un meteorito golpea la Tierra, las rocas terrestres sobre las que impacta se licuan por el intenso calor y, cuando se enfrían, se convierten en tectitas vítreas esparcidas en un amplio radio, básico para buscar su procedencia.
En este caso, se habían hallado estas tectitas desde Indochina hasta la Antártida oriental y desde el Océano Índico hasta el Pacífico occidental. Así, un grupo de científicos de la Universidad de Nanyang (Singapur) decidió investigar para tratar de hallar el misterioso cráter ‘escondido’: así, analizaron una serie de impactos conocidos, situados en el sur de China, el norte de Camboya y el centro de Laos, pero todos quedaron descartados por su ‘edad’.
Estos tres cráteres eran mucho más antiguos que el que buscaban, pero no existía en la zona ningún otro lugar del tamaño que se esperaba, por lo que plantearon una hipótesis: ¿y si estuviera enterrado? Pronto, encontraron una zona en el sur de Laos que podía encajar. En plena meseta de Bolaven, los expertos hallaron una amplia zona cubierta por campos de lava volcánica. Quizá, bajo la superficie, podría localizarse la desconocida ubicación del enorme cráter.
Tras realizar un mapa geológico de la zona, consiguieron su objetivo: bajo la lava, encontraron el cráter perdido. Las mediciones, publicadas en un estudio en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), confirman que se trata de un enorme agujero de forma elíptica, con un tamaño de 17 kilómetros de largo, por 13 de ancho y unos 100 metros de espesor, cuyas características encajan a la perfección con ese impacto de hace 800.000 años.
Se trata de uno de los mayores impactos de meteorito que ha recibido la Tierra en su ya larga historia pues, no en vano, golpeó la superficie planetaria con tanta fuerza que fue capaz de proyectar escombros en un 10 por ciento de todo el planeta. Casi nada. Pero, hasta ahora, la ubicación de tan brutal choque no había podido ser descubierta por los expertos, hasta ahora: el sur de Laos escondía, bajo la lava, el lugar donde un día una enorme roca extraterrestre nos golpeó.