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FUENTE: BBC

Si pensamos en el premio Nobel de la Paz del 2014 lo más probable es que el nombre de Malala Yousafzai sea el primero que surja en su mente. Por otro lado, es igual de probable que se sorprenda si le menciono a Kailash Satyarthi, activista indio dedicado a erradicar el trabajo infantil, quien compartió el galardón con la joven símbolo de la lucha contra el radicalismo talibán.

El activista indio Kailash Satyarthi estuvo en Lima este mes invitado por la Universidad César Vallejo. (Foto: Eduardo Cavero)

Satyarthi estuvo recientemente en nuestro país invitado por la Universidad César Vallejo para participar de una serie de conversatorios con sus alumnos y ser distinguido por dicha institución. “La mitad del año me la paso viajando y la otra mitad estoy en India. Cuando estoy en casa me paso la mitad del tiempo en Nueva Delhi y el resto viajando por el país. Lo bueno es que tengo varias millas acumuladas y uno que otro viaje gratis”, nos cuenta riendo.

Cuando inició esta labor, en los años 80, había unos 260 millones de niños trabajando en el mundo…

Al iniciar, en 1981, no había organizaciones, esfuerzos, investigaciones o conocimiento sobre el trabajo infantil. Era un problema serio pero no estaba identificado como tal. Recordemos que la Convención de los Derechos del Niño fue adoptada por las Naciones Unidas recién en 1989, y yo comencé mi lucha casi una década antes. El estimado de 260 millones llegó a conocimiento público recién en el 2000, porque antes no había estudios al respecto. Pero desde el año 2000 hasta el 2016 la cifra descendió dramáticamente. La nueva es de 152 millones de niños trabajadores.

Un gran progreso…

Sí, sobre todo porque la cifra estaba creciendo en paralelo al crecimiento de la población global. Pero ahora hemos conseguido cambiar la tendencia.

Muchas sociedades no hablaban del problema. ¿Era incómodo ver que lo tenían?

La primera vez que vine al Perú fue en 1997. Y muchos decían que el trabajo infantil era un problema cultural, que era un problema económico. Yo respondí que sentía que todos los niños eran mis hijos: los peruanos, indios, africanos, todos. Teníamos que luchar juntos. Además, cada niño que trabaja está ocupando el espacio que podría ocupar un adulto desempleado. Si un país tiene a tantos adultos desempleados, por qué no reinsertarlos en el mercado. La gente comenzó a pensar en eso y se dio cuenta. Era un círculo vicioso en el que la familia seguía siendo pobre porque el niño no podía estudiar y luego no estaba capacitado para trabajar. Una suerte de pobreza intergeneracional. Y esclavitud intergeneracional. Así que primero hubo ignorancia, luego negación y en tercer lugar se comenzaron a reír de mí. Finalmente, encontramos oposición, violenta y con ataques.

¿Qué tipo de ataques?

Hubo momentos en los que fui atacado físicamente, mi familia fue atacada, dos de mis colaboradores fueron asesinados, mi casa y mi oficina fueron incendiadas. Pero me di cuenta que eso era porque las mafias, los capos de la esclavitud, quienes vendían niños o los esclavizaban, ahora me tenían miedo. Por eso me querían eliminar, los estaba debilitando. Así que sonreí al darme cuenta que yo, por el contrario, estaba fortaleciéndome.

¿Cómo empezó esta labor?

Era un periodista que escribía sobre este problema en una revista de Nueva Delhi. Un día, un padre, cuya hija de 15 años había sido esclavizada y vendida a un proxeneta, tocó a mi puerta, me rogó que escribiera sobre su historia. Cuando la estaba escribiendo me puse a pensar en que no solo debía escribir al respecto sino intentar salvarla. Fui con un grupo de personas e intentamos rescatarla, nos golpearon y lo impidieron, el padre fue herido gravemente. Regresamos con las manos vacías, pero no con el corazón vacío. Decidimos seguir y fuimos ante la justicia. Al final pudimos rescatar no solo a su hija sino a otros 36 menores cautivos. Fue el primer rescate de niños esclavos por una iniciativa cívica que fue documentado. Ahí me di cuenta que debía hacer esto por el resto de mi vida. Al día de hoy, mi organización y yo hemos liberado a 88 mil niños como Sabo, así se llamaba esa primera niña.

¿Nunca se ha sentido frustrado ante la idea de que su labor nunca termine?

Si las cosas siguen igual, para el 2025 que es la fecha límite para liberar a todos los niños del mundo, 121 millones de niños seguirían trabajando. Algunas personas explotan a los niños porque los consideran más vulnerables física y mentalmente, y consideran que son más económicos. Esto se suma a que muchas veces no hay legislatura que lo prohíbe, y cuando la hay no la respetan porque no se aplican. Es alarmante, es muy serio, tenemos que proteger a nuestros niños si queremos proteger a la humanidad. Si un solo niño sigue trabajando, el mundo no es un lugar seguro. Si una sola niña en cualquier parte del mundo es vendida como un animal para ser prostituida o esclavizada, no podemos decir que tenemos un mundo culturizado.

¿Cuál es su diagnóstico sobre la paz en el mundo actual?

Hay muchos problemas políticos, sociales y económicos que están creciendo. Por ejemplo, la xenofobia, la islamofobia, políticas ultraconservadoras, la ultraderecha o la ultraizquierda; son los grandes retos. Los políticos buscan dividir a las sociedades. Las políticas del amor, compasión, solidaridad y unidad se están debilitando. No podemos permitir la separación de niños y padres en las fronteras, ni que los migrantes no sean bienvenidos cuando la Tierra nos pertenece a todos, hemos creado muchas divisiones y fronteras. Pero los jóvenes ya no esperan y observan, se están levantando. Les preocupa el medio ambiente, levantan sus voces contra la esclavitud, a favor de una buena educación, contra la violencia con armas. Los jóvenes están a cargo ahora y eso es muy positivo.

Jóvenes como Malala. Curioso que compartiera el Nobel con alguien tan joven…

Sí, estuve muy feliz porque es como una hija para mí. Hablamos cada vez que podemos por teléfono o en persona.