Así como el agua bendice nuestros campos y ciudades cuando cae y revitaliza, en exceso suele ocasionar grandes perjuicios y hasta tragedias. En Bolivia y en Tarija el estado de las carreteras es un gran dolor de cabeza que se hace más profundo cuando la temporada de lluvias llega. En alguna medida hemos logrado contar con mayor cantidad de kilómetros de rutas asfaltadas que también sufren las consecuencias del agua y ni que decir las que todavía son de “tierra”, la dura acción de la naturaleza que se suma al inadecuado o inexistente mantenimiento de los caminos son componentes que hacen que viajar en vehículo no solo sea una aventura sino un gran riesgo al que nos vemos expuestos. Es muy cierto que es muy difícil medir el impacto de los fenómenos naturales y ante esta fuerza no hay esfuerzo humano que se le pueda oponer pero igual que en otros temas la improvisación y falta de previsión marcan la diferencia.
Transitar por las rutas de nuestro país y las departamentales es una travesía que puede tener desenlaces diferentes dependiendo cuando se lo haga. En época de lluvias lo debemos hacer no en cualquier vehículo, la doble tracción, fuerza y altura son elementos de los que no se puede prescindir si nos interesa llega a destino. El mantenimiento de carreteras exige un presupuesto a parte, no es solo construirlas, sin este trabajo seguramente su tiempo de vida se acorta y las falencias se hacen más evidentes, debe ser continuo, permanente, no solo cuando comienza a llover, debe estar a cargo de profesionales y empresas especializadas que garanticen buenos resultados. Si seguimos apostando por el descuido y la improvisación no podemos pedir algo diferente.
Es cierto que nuestros caminos construidos a pico y pala contra todas las adversidades, serranías elevadas, enormes montanas, barrancos casi infinitos, terrenos difíciles, etc. hacen que los costos para hacerlos y mantenerlos sean muy elevados pero es parte de la realidad nacional, lo que nos obliga a no malgastar ni despilfarrar, a que se acabe aquello de hacer carreteras a medias para que siempre haya que hacer y licitar. Necesitamos rutas en serio, construidas de acuerdo a normas internacionales y con materiales de la mejor calidad, técnicos preparados que no solo piensen en como luce el camino sino en otros elementos que inciden también en su condición: deslaves o derrumbes, quebradas, etc.
El sueno de ver rutas modernas, bien mantenidas, que nos vinculen, que nos integren, que nos permitanconocernos pero también llevar y traer productos para engrandecer el terruño a través del intercambio comercial, debe dejar de ser eso. Las condiciones están dadas, existen los recursos económicos suficientes paratrabajar en serio y lograr que esa vinculación carretera sirva también para forjar la integración de corazón e identidad entre los tarijeños.