Hay feriados y feriados, unos en los que sólo se piensa en diversión y
otros en reflexión, los primeros dan como para reunirse con la familia y
los amigos y preparar una buena comida, tal vez buenos vinos pero
seguro mucha diversión, sin excesos, claro que eso depende de la alegría
del momento, aunque siempre sugeriremos que sea así. En otras
ocasiones, en especial en el verano, el día sin trabajo se lo puede
pasar en el campo, en tantos hermosos lugares que tiene nuestra campiña,
al aire libre, cerca del agua, de un río, rodeados por una vegetación
de sauces y molles que enamora, aunque con pocas condiciones como para
evitar algunos contra tiempos como son la falta de baños, espacios donde
lavarse y basureros para conservar el lugar.
La verdad es que nos hemos descuidado tanto que cada vez debemos ir más
lejos para poder estar en sitios tranquilos, limpios y sin tantas
consecuencias por la presencia humana. Los que visitábamos hace 10 o15
años atrás están descuidados, sucios, los ríos casi secos o con aguas
estancadas y multicolores, llenos de envases y bolsas plásticas, es como
si todo lo que pisamos a nuestro paso se fuera secando al mejor estilo
de Atila, líder de los Hunos.
Existen otros feriados en los que reflexionamos, hacemos una
introspección, evaluamos y si podemos… aprendemos. Esos días no
invitan a la fiesta ni a la pachanga, por el contrario, nos llaman los
recuerdos y vivencias con quienes más quisimos o queremos, los podemos
pasar solos o con la familia, en casa o en algún lugar más tranquilo, a
veces buscamos eso, refugiarnos en el silencio del campo, de la montaña,
sentir esa cercanía con nuestro origen, la tierra, los elementos de la
naturaleza… Dios.
En si, siempre esperamos que el feriado sirva para «recargar pilas», no
siempre sucede así, en algunos casos volvemos al trabajo más cansados de
lo que lo dejamos. Lo importante es que nuestra forma de ver la vida,
nuestra realidad, nuestros problemas, se limpie, se lave, que encaremos
ese nuevo pequeño comienzo con buenas energías y ánimos renovados.
Agradeciendo, siempre agradeciendo, porque el tener la vida ya es un
preciado regalo que debemos valorar, ni que decir si tenemos a los que
amamos a nuestro lado.