CULTURA COLECTIVA
No. Ser sinestésico no es una enfermedad
y tampoco un síndrome por el cual padecer. Aunque las personas, en su
mayoría, estén acostumbradas a pensar que existe una normalidad y un
solo tipo de vida ”correcto”, debe quedar claro de una vez y por todas
que los humanos tenemos distintas formas de procesar y actuar en el
mundo, de aprehender la realidad que nos circunda.
La sinestesia es un sistema cognitivo que consiste en la vinculación de
nuestros sentimientos con los aprendizajes y las sensaciones corporales
que podamos tener, estas últimas se pueden dividir en tres:
1. Propioceptivas: que proceden de los músculos, tendones, articulaciones y oído interno.
2. Viscerales: que se relacionan con nuestros órganos internos y sus necesidades o afecciones.
3. Táctiles: que provienen de los nervios de nuestra piel para detectar texturas, temperaturas, estímulos, etcétera.
Y es en la conjunción de dichos elementos que una persona se puede catalogar como sinestésica; en otras palabras, hablamos de alguien que no procesa o guía pensamientos de manera visual o auditiva exclusivamente, sino que requiere de todos los sentidos posibles para interactuar con el mundo.
De acuerdo a estudios científicos y
humanistas, hombres y mujeres con esta característica suelen prestar
demasiada atención a sus cuerpos, sus sentimientos, aprenden tocando o
involucrándose excesivamente con las cosas, no siguen reglas o
tradiciones, hablan más despacio y toman decisiones en función de cómo
se sienten. Y nada de malo hay en ello, así que quienes cumplen con
estos matices no tienen nada de qué preocuparse.
Pueden parecer extrañas sus conductas e incluso exageradas sus
aseveraciones; por ejemplo, una persona con sinestesia puede compartir
sus impresiones porque oyen colores, ven sonidos o recuerdan sabores con
el tacto. Así de extremo y transgresor es su encuentro con la vida.
Pensemos en la artista Rebecca Storm, quien produce fotografías (las
aquí presentadas) siguiendo sus experiencias sensoriales como motivo
para el arte que presenta. Para alguien que no aprecia las cosas de esta
manera, simplemente no les encontrará sentido.
Entonces, ¿cómo saber si es sinestésico o no? Simple. Si en el actuar
diario cumples con alguna de las siguientes 10 conductas, muy
probablemente las repercusiones del movimiento en tu cuerpo son un poco
más variadas que en el resto.
–

Asocias
un número o una letra con algún color. Con esto no nos referimos a que
tengas un explosión de colores mientras hablas, pero sí hay una conexión
muy fuerte entre las palabras y su tonalidades.
–
Percibes las estaciones del año con un color en particular. Y no de la
manera cotidiana, pensemos en un otoño ligado al color naranja, sino que
piensas en un color muy personal cuando ves una foto de invierno, por
ejemplo.
–
Imaginas que los días o los meses ocupan un espacio físico cercano a ti.
Es decir, para ejemplificarte un tiempo en específico lo posicionas a
30 centímetros de ti.

–
Al escuchar un sonido en particular, en tu cabeza ocurre un color igual
de determinado. Por ejemplo, al oír un claxon ves en tu mente el color
morado.
–
Ciertos sonidos o palabras te provocan un sabor. Puede que en cuanto escuches la palabra “computadora” se te antoje una helado.

Cuando hueles algo, este aroma te provoca una sensación táctil. Puede que una habitación con olor a humedad te haga sentir como si tocaras papel corrugado. Publicidad
–
Asocias sonidos a algo que se mueve o le imaginas un ruido a algo que no
lo tiene. ¿Recuerdas a Bob Ross y los sonidos que hacía mientras
pintaba? Algo así, pero más extremo.
–
Imaginas una figura geométrica para ciertos alimentos. Puede que no los
pruebes y para guardarlos en tu memoria, haces uso de una figura;
también es posible que percibas estas formas mientras comes.

–
Ves las palabras correr. Es decir, mientras estás hablando, visualizas
las letras o las palabras que emites a la misma velocidad o más rápido.
–
Vinculas palabras o conceptos completos con algún movimiento. Éste puede
ser imaginado o en verdad hecho si es que involucra una parte de tu
cuerpo.
–
En caso de que verdaderamente experimentes de esta manera al mundo en
donde vives, quizá valga la pena revisar la manera en cómo otros han
trabajado con sus percepciones. Por ejemplo, la música vista desde la sinestesia: oír colores y ver sonidos
parte de asociaciones que sólo los verdaderos sinestésicos pueden
lograr; o si no se cumplen con los puntos antes mencionados, también es
posible descubrir sentidos que desconocías en tu cuerpo y se utilizan a diario.