Hasta a nosotros ya nos está llamando la atención su presencia cada vez más evidente en las calles y eso que casi nos acostumbramos,   ya que crecimos viendo esa realidad. Sucede que se fueron proliferando sin control y teniendo como casa toda la ciudad, andan por todo lado y sobretodo por donde pueden conseguir alimentos, los mercados son los preferidos ya que allí encuentran gente y además el sustento diario. Los comerciantes se encariñan con algunos y con otros no, porque los hay amistosos y rebeldes. Llegan incluso a andar en pequeñas jaurías marcando su territorio en un hogar sin paredes de cemento.

En otras ciudades de Bolivia y el mundo, ya no se ven perros sueltos, políticas adecuadas han permitido controlar este fenómeno ya que su presencia representa un riesgo para  el tráfico vehicular y para aquellos que caminan por las calles. Pero no todo se basa en lo mencionado, también contribuyen a ensuciar la urbe, ya que sus excrementos quedan al aire libre por horas o días enteros produciendo malos olores y un muy mal aspecto.

Es lamentable que como dueños no seamos responsables para impedir la multiplicación masiva de canes y como autoridades que no seamos capaces de establecer mecanismos que informen, eduquen y den opciones a la población, pues la canina más que duplica la humana en los días que corren.