Estamos con el carnaval encima, ya en nuestras plazas se ve chiquillos “correteando” a niñas y jovencitas con un globo de agua en las manos, algo queda de las viejas costumbres pero muy poco como para afirmar que aun festejamos el Carnaval chapaco.
Los tiempos en los que se organizaban fiestas por “cuerda” o comparsas, muy marcadas y claramente identificadas, accesibles en lo económico, que se abrían con la entrada o la “saltada” en la Plaza central en dos filas, de varones y señoritas, disfrazados y pintados, con banda de música por delante, bailando en pleno centro e ingresando hasta la fuente de agua donde más de uno era mojado o arrojado. De ahí a la fiesta, la precarnavalera, era la primera de otras, donde ya se tenía la comida y la bebida asegurada previa compra de un “ticket” que se iba usando de acuerdo a la necesidad. Los organizadores ganaban “sus pesos”, eso era evidente cuando se los veía estrenando zapatillas, camisas o “jeans”, era el pago por no divertirse tanto como el resto ya que habían otras preocupaciones que atender pero también gozaban de cierta popularidad porque había que estar bien con ellos para poder asegurarse la diversión.
Eran tiempos en los que el carnaval comenzaba el sábado de disfraces, todos se esmeraban en tener las ideas más imaginativas y creativas, de verdad que se debe aplaudir muchas de ellas. Domingo, lunes y martes se realizaban dos fiestas cada día, la primera comenzaba en la mañana y se extendía hasta las 4 o 5 de la tarde y la otra iba desde las 10 pm hasta las 3 o 4 de la mañana, era una maratón de baile, diversión y amistad.
No se pueden dejar de lado dos días muy importantes en el calendario carnavalero, el domingo del corso en el que muchos participaban y el Lunes de “chamuyada”, el autentico Carnaval, salir a las calles y encontrarse en cada esquina con los vecinos mojando y bailando, con manguera y balde en mano, con la amplificación retumbando, bajo el cielo azul de sol radiante.
Hoy, todo cambio, las cuerdas prácticamente ya no existen, son grupos de amigos que organizan mega fiestas carísimas y multitudinarias donde la mayoría ni se conoce, ya no son de cuatro días, algunos salen al Corso y la mojazon en las calles casi ha desaparecido… pero eso no fuera tan grave si no viéramos que somos los propios tarijeños los que dejamos que nuestras costumbres y tradiciones se diluyan, se pierdan, que lo autentico sea devorado por lo “in’, por lo foráneo, extraño a nosotros…los que permitimos que se haya convertido en un gran negocio para algunos y en una seguidilla de trago para otros, en días peligrosos de violencia y agresividad en vez de pura alegría y diversión.