Noticias El Periódico Tarija

Damos vuelta y vueltas, de vez en cuando abordamos el tema y pensar que seguimos hablando de lo mismo, de los usos que se le da a la plaza de armas de la ciudad de Tarija, capital del departamento, muchos dirán que es historia vieja y puede que no se equivoquen, la verdad es que varias veces hemos escrito sobre algo similar pero la realidad no cambia, es la misma. Existen normas que definen el uso que se le puede dar a un espacio público como este, no de ahora, de hace muchos años, pero no hay quien las haga cumplir, lo peor de todo es que con el correr del tiempo va quedando cubierta por el polvo del olvido y pocos cosas quedan por hacer que no se hayan hecho en la plaza central.

Inequívocamente, los políticos son los que más abusan, violan lo dispuesto a gusto y paladar, cuando quieren y les conviene, si necesitan que se utilice como un marchodromo así lo hacen, como un lugar de concentraciones de masas igual, como el escenario perfecto para dar discursos demagógicos también, en fin, la plaza se la usa de acuerdo al antojo de muchos que tienen el poder en las manos. Si de hecho estas conductas son cuestionables, igual o más son las de las autoridades que tienen la obligación de velar por el respeto y cumplimiento de la norma, su desatención implica un incumplimiento de deberes que arrastra consecuencias legales, no es que no se enteran o que no saben, simplemente lo permiten, porque les conviene o porque no quieren hacerse de mala sangre con ciertos actores, es decir, prima el individuo y no el interés colectivo. Es vergonzoso ver como dejan pasar, dejan hacer.

Es tiempo de dejar posiciones dubitativas, amarillas, indecisas, tenemos que definir dónde estamos y qué estamos dispuestos a hacer, hablamos de ellos, de quienes hacen las reglas y luego no las hacen cumplir. Basta ya de calentar el asiento, basta ya de pensar en uno mismo y poner al ciudadano al último, esas actitudes ambiguas generan problemas por sus contradicciones, lo que repercute en el desenvolvimiento de nuestra sociedad. Dejemos la doble moral, el doble discurso, de una vez replanteemos el tema y veamos si seremos capaces de hacerlo o no.