Noticias El Periódico Tarija

Por José Antonio Marina

Durante siglos, la inteligencia se estudió como una facultad individual. Sin duda lo es, pero diversas ciencias —la Psicología, la Neurología, la Antropología— han mostrado que esa inteligencia individual se desarrolla siempre en un entorno social, que la bloquea o la estimula. Incluso desde la genética se habla de la interacción gen-cultura para explicar nuestra evolución.

La ‘teoría del nicho’ viene a decir que cambios en el ‘entorno’ acaban produciendo cambios en quienes viven en él. La conclusión resulta evidente: a todos nos interesa vivir en entornos inteligentes, porque eso podrá ayudar a nuestra inteligencia. Es explicable que se haya despertado un gran interés por el tema de la ‘inteligencia colectiva’. Se habla mucho, por ejemplo, de la ‘inteligencia de las organizaciones’ y también de la ‘inteligencia de las sociedades’. En ambos casos, se trata de propiedades emergentes que van más allá de la mera suma de las competencias individuales.

¿En qué ciudad española debería vivir?

Familia y ciudad

Un equipo de premios Nobel podría ser un fracaso como equipo. No es aventurado decir que hay ‘sociedades inteligentes’ y ‘sociedades estúpidas’. Jared Diamond estudió algunas de estas en su obra ‘Colapso’. En este contexto, me interesó estudiar dos entornos especialmente influyentes. El primero, la familia. Nos conviene tener ‘familias inteligentes’, y por eso fundé la Universidad de Padres. El segundo, la ciudad, y por eso puse en marcha, sin éxito alguno, la iniciativa Ciudades con Talento. Utilizo la palabra ‘talento’ para designar el buen uso de la inteligencia.

Aunque parezca paradójico, ser muy inteligente no significa actuar inteligentemente. Un gran psicólogo, Robert Sternberg, ha publicado un libro titulado ‘Por qué las personas inteligentes pueden ser tan estúpidas’. Y un brillante colega suyo, David Perkins, ha llegado a la conclusión de que la mayor parte de la gente utiliza su cociente intelectual para justificar sus decisiones, en vez de para tomar buenas decisiones. Defino ‘talento’ de la siguiente manera: es la capacidad de elegir bien las metas, y de movilizar los recursos —materiales, intelectuales, emocionales, morales— necesarios para alcanzarlas. Un niño con altas capacidades puede convertirlas o no en talento, dependiendo de la educación.

Una ciudad, a pesar de no tener competencias educativas, puede movilizar a la ciudadanía para reducir el fracaso escolar

El tema del ‘talento de las ciudades’ me parece fundamental, en un momento en que la importancia de las ciudades va en aumento. Richard Florida, en su obra ‘Ciudades creativas’, hace una afirmación que puede parecernos exagerada, pero que posiblemente acabará por ser verdadera: “Enfrentados a la pregunta de cuáles son las decisiones más importantes de la vida, lo más probable es que comenzáramos con el factor ‘qué’, decidir qué queremos ser. Otros dirán que la más trascendental es la de escoger la pareja adecuada. Pero hay otra decisión que tiene un efecto igual, si no mayor, sobre el futuro económico, la felicidad y la vida en general, y es la cuestión del ‘dónde’. La cuestión del lugar donde vivimos es el factor crucial de nuestras vidas, porque afecta a todos los demás”.

Tú sí que vales

El interés por las ciudades se ha manifestado en muchas iniciativas que recogimos en la página que he mencionado antes: ciudades educadoras, ciudades sanas, ciudades emprendedoras, ‘smart cities’ energéticas, ciudades seguras. Todas tienen una finalidad espléndida, pero creo que necesitamos un modelo integrador, que nos sirva para poder articular y evaluar las políticas municipales. Necesitamos ciudades con talento, y un test para medirlas.

Me gustaría que me ayudaran a completar este test. Mi único interés es proporcionárselo a los políticos y a los ciudadanos para que puedan valorar la situación. Obviamente, hay muchos índices que intentan medir el éxito de las naciones y también de las ciudades, pero me parecen fragmentarios e incompletos. Miden desde el PIB hasta los índices de felicidad, de transparencia, de corrupción.

Un niño con altas capacidades puede elegir bien sus metas y movilizar los recursos necesarios, dependiendo de la educación

Es especialmente interesante el elaborado por el Plan para el Desarrollo de Naciones Unidad. La OCDE ha publicado el informe ‘Beyond GDP: Measuring What Counts for Economic and Social Performance’ (‘Más allá del PIB: medir lo que importa para el desempeño económico y social’). Escocia ha promovido la Alianza de la Economía del Bienestar (Wellbeing Economy Alliance). La Comisión sobre la Medición del Desarrollo Económico, convocada por Sarkozy, ha publicado un informe dirigido por Stiglitz, Sen y Fitoussi.

Me interesan las ciudades porque creo que muchos de los problemas que tenemos pueden resolverse mejor tomando como agente promotor el municipio. En el tema educativo, me parece evidente. Una ciudad, a pesar de no tener competencias educativas, puede movilizar a la ciudadanía para reducir el fracaso escolar, la violencia en las aulas, el consumo infantil de alcohol. No olviden que “para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Una ciudad con talento es aquella que consigue satisfacer tres grandes aspiraciones de los vecinos: servicios públicos de calidad y sostenibles, un alto capital social que mejore la convivencia, y la opción de que los ciudadanos amplíen sus posibilidades de progreso económico, profesional, educativo, personal.

Evaluación y ‘efecto Medici’

Los servicios públicos son amplios: movilidad, ambiente, acceso a la vivienda, urbanismo, servicios sanitarios, educativos, de ocio, etc. Cada uno de ellos tiene unos índices de evaluación, y es el apartado más fácilmente comprensible, pero no el único. Por eso me interesa más analizar los otros dos dominios del test. En primer lugar, la mejora de la convivencia mediante el aumento del ‘capital social’. La noción de ‘capital social’ o ‘capital comunitario’ me parece fundamental, porque influye decisivamente en la calidad de vida y en la calidad de las instituciones. Así lo indican multitud de informes, entre ellos el publicado por la OCDE ‘The Well-being of Nations: The role of human and social capital’.

Por su importancia, dedicaré al tema el artículo de la semana que viene. Se entiende por ‘capital social’ todos aquellos recursos que mejoran la sociabilidad, la cooperación y la convivencia. Robert Putnam, en ‘Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy’, al estudiar por qué las mismas instituciones funcionan mejor en un país que en otro, llegó a la conclusión que se debía a su mayor o menor capital social. Este incluye la confianza mutua y en las instituciones, el modo de resolver conflictos (por ejemplo, el número de pleitos), el nivel de violencia, las desigualdades, la participación en actividades de interés social o político, los valores morales compartidos, etc.

Me gustaría que me ayudaran a completar este test. Quiero proporcionárselo a los políticos y a los ciudadanos para que puedan valorar la situación

El tercer dominio se refiere al aumento de posibilidades. Mide la creatividad de la ciudad, el nivel de emprendimiento, el acceso al trabajo, las facilidades para iniciar una empresa, el sistema educativo, la ayuda a la juventud, etc. De una manera popular, se habla del ‘efecto Medici’, que puede atraer talentos y recursos a una ciudad.

Estamos en vísperas de elecciones, y antes de vernos empantanados en politiquerías, sería interesante hacer un esfuerzo por el debate. Por eso, retomo el trabajo de elaborar el test de talento de las ciudades, para lo que me sería de gran utilidad que me enviasen sugerencias. Mediante este test, podríamos evaluar nuestras ciudades y, por lo tanto, sus políticas municipales. Y, de paso, examinar los programas de los candidatos, para ver cómo responden a cada una de las cuestiones planteadas. Es decir, cómo piensan mejorar los servicios públicos, aumentar el capital social de la ciudad y fomentar las posibilidades económicas, laborales, educativas y personales de todos los vecinos.