Noticias El Periódico Tarija

No queda duda que una de las instituciones más vapuleadas y públicamente demacradas es la Policía Nacional. Innumerables denuncias de corrupción y de tener efectivos vinculados al hampa han desportillado su imagen de «protectora de la sociedad». La clase política habla de generar cambios profundos en la institución verde olivo pero hasta hoy solo son discursos a pesar del clamor popular por esta transformación.

La misión preventiva que debiera tener se diluye por el creciente índice de criminalidad en todo el país y la ausencia de respuestas efectivas en la supuesta lucha que se debe encarar. La población desconfía de la Policía y no sabe a ciencia cierta para quien trabaja por aparentes relaciones con delincuentes, existen dudas cuando se trata de recurrir a ella en situaciones difíciles y vemos que poco se hace para lograr recuperar la credibilidad extraviada. La población se queja que la Policía no esta cuándo se la necesita, al grado que civiles deben actuar como uniformados arriesgando sus vidas, los vecinos deben organizarse en ciertos barrios porque simplemente no hay quien les garantice seguridad y tranquilidad. Las quejas dicen que la policía llega luego de que los criminales cometieron sus fechorías, después de que sucedió todo, muchos de los casos que le son sometidos simplemente no se resuelven nunca, salvo que se trate de alguien conocido o «con muñeca» o alguien que tuvo que facilitar hasta gasolina para que un patrullero pueda funcionar para lo que debe. En síntesis, la gente se siente huérfana de protección, no siente que alguien la cuide y a veces recurre a aplicar justicia por mano propia.

La Policía marca su ausencia en la rutina diaria, es difícil encontrarlos en las calles incluso para que por su sola presencia el delincuente desista de cometer un crimen, en los barrios es poco probable encontrar un uniformado y menos con autos o motos policiales. Siempre se supo que era un institución pobre y mal atendida pero en estos últimos años ha recibido un impulso importante en número de efectivos, equipamiento, comunicación, transporte y armamento pero aún así el crimen crece y la impunidad se campea libremente. Pero todos nos sorprendemos cuando de la noche a la mañana, la ciudad se llena de uniformes verdes, por donde se mire están controlando el tráfico, otros circulando en motocicletas y en automóviles, bien equipados, hasta parece que los «importaron» de otro país y nos damos cuenta que si tenemos policías…y muchos…pero que parece están «guardados» en algún lugar y son utilizados sólo cuando llega el Presidente u otra importante autoridad o se realiza una Cumbre de alto nivel, de repente la ciudad es más segura, los malvivientes se declaran en receso como si alguien les hubiera avisado que «la cosa» se pondría difícil. Y eso es lo que reclama el pueblo, que su policía no este así de preparada y dispuesta para asistirlo todos los días y que si «exista» en otras circunstancias, es como que se discrimina al común de las gentes en cuanto a su derecho a que le brinden seguridad.

La Policía Boliviana es una institución de todos y para todos, se debe trabajar para que esto no sólo sea un enunciado sino más bien una realidad tangible, de servicio al pueblo, de compromiso con la gente, de principios y valores firmes, de esfuerzos diarios volcados a ofrecer mejor calidad de vida al ciudadano a través de la tranquilidad impagable de saberse cuidado y protegido.