redacción central/Bolinfo/Tarija
(elPeriódico-diciembre 16/2018)
Ellos están en las calles y avenidas de la ciudad, cada vez suman más, realizan una tarea que al principio parecía una imposición para quien se detenía en un semáforo, ellos saltaban sobre el parabrisas y le echaban agua y jabón y con un trapo o una especie de haragán, en una o dos pasadas dejaban transparente y limpio el vidrio del motorizado, de inmediato estaba ahí… la mano estirada esperando el pago por el servicio, muchos a regañadientes entregaban unas monedas.
Hoy es distinto, los muchachos que tomaron esta actividad como un trabajo, aceptan una negativa y prefieren no perder su tiempo limpiando lo que no se les pagará y perdiendo, tal vez, a un cliente que si lo hará y viene por atrás.
Lo difícil de aceptar es que están involucrados muchos menores de edad, de todos los tamaños y nosotros que vamos de prisa, no tenemos tiempo de mirar ni quién está limpiando nuestro parabrisas, no notamos tampoco la mirada perdida de una niñez que va desapareciendo por la dureza de la vida.
Otro aspecto de esta realidad, se relaciona con el hecho de que nadie regula esta actividad, estas personas simplemente tomaron las calles y cobran por lo que hacen. No existen entidades vinculadas a la defensa de los derechos de los pequeños que se manifiesten y se preocupen para saber qué hay detrás de esa labor cotidiana de exposición permanente y qué sucede después con ellos y con lo que recaudan.
Si algo se debe desatacar es que quienes ejecutan las tareas descritas, eligieron ganarse la vida ofreciendo un servicio, no mendigando por las calles ni pidiendo limosna como si de discapacitados se tratara. Esperamos que también sea manteniéndose alejados del alcohol y las drogas, para muchos las crudeza de la vida los lleva a esquivarla a como de lugar. (eP)