Noticias El Periódico Tarija

Por Ramón Grimalt
Venga, yo también meteré el dedo en la llaga que aún supura porque continúo buscando respuestas coherentes sin hallarlas al fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ); lo siento mucho por usted que lee esta columna, quizás cansado de que los bolivianos no hagamos otra cosa que lamer nuestras heridas.
Lo cierto es que estos días se ha escrito y hablado mucho (demasiado en algunos casos) sobre la sentencia de la CIJ que desestimó los argumentos que sustentaban nuestra demanda marítima contra Chile. Frente a una decisión prácticamente unánime (12 votos frente a 2 de 15 magistrados) poco hay que agregar considerando que los fallos de la CIJ son inapelables y de cumplimiento obligatorio.
Sin embargo la derrota en La Haya pone en evidencia que en las relaciones internacionales, mediatizadas por la política y la economía, no se puede ir de Quijote pensando que los Estados y sus representantes actúan de buena fe. Eso no es candidez, disculpe usted, sino inexperiencia y, muy señor mío, resulta imperdonable en las grandes ligas de la Justicia.
Nadie pone en duda la capacidad profesional de nuestro equipo jurídico, nacional y foráneo; pero al mismo tiempo, más allá del lirismo y del verso de personalidades como Antonio Remiro Brotóns (el “amauta” de la causa marítima, Evo dixit), uno tiene la sensación de que se necesitaban otros argumentos, quizás más sólidos y contundentes, para convencer a aquellos jueces que en unas horas pasaron de ser la quintaesencia de la administración de justicia a convertirse en “siervos del imperialismo y de los intereses chilenos”. Y es que no sólo perdimos una vez más la Guerra del Pacífico, también el crédito ante la comunidad internacional que reaccionó sorprendida al pataleo del presidente Evo Morales y compañía. Comprenderá usted que no se puede denostar a una Corte en la que Bolivia cifró todas sus esperanzas para que obligara a Chile a negociar un acceso soberano al océano Pacífico, un minuto después de que ésta emitiera un fallo adverso a nuestros intereses. Pero esto es un detalle, la rabieta y la frustración de quien perdió el juicio.
Otra cosa es que surjan voces desde el Gobierno y la oposición que reclamen a la CIJ no haber sabido “leer adecuadamente el espíritu de la demanda boliviana”. La cuestión es si un tribunal de cualquier índole toma en cuenta los hechos, probados y sustentables, o debe explorar en el complejo mundo de los sentimientos. No seré yo quien entre en este debate, pero el considerar tan sólo que la Corte iba decantarse por la legitimidad de la demanda porque Bolivia fue la víctima de una invasión, una guerra y un tratado que Chile suscribió y no respeta (Tratado de Paz y Amistad de 1904), retrata a quienes no tienen una visión objetiva y panorámica de cómo se teje el entramado de las relaciones políticas internacionales y los intereses creados que se defienden en todos los foros. Por enésima vez hemos tropezado con la misma piedra, la falta de experiencia y la factura es ahora mismo la clave para entender el resultado de las elecciones generales de 2019. Al tiempo.