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ECOOSFERA

La postura holística dice que el universo entero está en el interior de la mente humana y que a la vez, la mente humana es parte de la mente que es energía o luz universal. Para ser hombres y mujeres conscientes del universo hay que aceptar una realidad cósmica fundamental: todo está interconectado.

John Muir, uno de los primeros ecologistas modernos y gran caminante de la naturaleza, escribió lo siguiente:

El universo estaría incompleto sin el ser humano; pero también sería incompleto sin la criatura transmicroscópica más pequeña que habita más allá de nuestros ojos y conocimiento ocultos.

Por lo tanto, la naturaleza no se manifiesta como un conjunto de componentes combinados, predecibles e independientes, sino como un campo vibracional: un gran organismo vivo.

“Yo… un universo de átomos… un átomo en el universo”, escribió el físico ganador del Premio Nobel, Richard Feynman, en su poema en prosa sobre la evolución. La base para la filosofía de Feynman era que las divisiones de la vida son artificiales y arbitrarias.

Sobre la interconexión del universo, la bióloga evolutiva Lynn Margulis señaló que: “El hecho de que estamos conectados a través del espacio y el tiempo muestra que la vida es un fenómeno unitario, sin importar cómo expresemos ese hecho”.

Precisamente, ese dinamismo orgánico del planeta en el que vivimos es el que mejor expresa la realidad de la naturaleza como un todo, incluyendo en ella al ser humano; un proceso que incluye lo espiritual-psíquico y lo físico.

Perspectiva de nuestro universo

Desde esta perspectiva, la experiencia del ser humano en relación con la naturaleza se liga a la experiencia de totalidad, tema recurrente en las teorías del campo unificado que propone la física cuántica. Incluso, la física cuántica concuerda con el taoísmo en que no sólo nuestras vidas individuales, sino la vida del universo y del cosmos con su infinidad de espacios, tiempos y materias, son olas que aparecen y desaparecen en el océano de la luz infinita.

Desde la física cuántica, el comportamiento de la energía en forma de luz (onda, pensamiento) transforma las experiencias visibles, tangibles, observables, de la materia (partícula, átomo). La energía en forma de luz sigue creando el mundo a cada instante.

Carl Sagan también afirmaba que, como todas las criaturas, estamos “hechos de materia estelar”. Y no son los científicos, sino los poetas y escritores, los que mejor pueden captar ese sentido de reverencia terrenal, desde el relato de Virginia Woolf sobre la visita a Stonehenge hasta la crónica de Hans Christian Andersen sobre haber escalado el Vesubio.

Una reveladora sensación de interconexión, descrita por Muir en su libro Nature Writings:

Cuando contemplamos todo el globo como una gran gota de rocío, rayada y salpicada de continentes e islas, volando por el espacio con otras estrellas todas cantando y brillando juntas como una sola, el universo entero aparece como una tormenta infinita de belleza.

Una forma bella de crear la unión entre ambas partes, una amistad recíproca, y no esperar que la naturaleza esté al servicio permanente del hombre y de sus necesidades y caprichos. Así como la ola es al océano, los seres vivientes somos energía en constante transformación o, como decían los antiguos sabios taoístas, las diminutas briznas que danzan en la hoguera de la eternidad.