En una actitud que debemos destacar, el concejo municipal de la ciudad de Tarija sesionará en uno de la distritos más grandes, con más barrios, 36 por lo menos, con los que cuenta esta urbe y además, el 7, uno de los más olvidados. Los requerimientos son muchos, se fueron acumulando, en la medida que no se cubrían o se encaraban proyectos de beneficio general. La lista es muy similar a la que tienen otros distritos, saneamiento y servicios básicos (alcantarillado. agua potable), infraestructura y equipamiento en salud y educación, seguridad ciudadana y muchos más.
Lo que nadie entiende es cómo en medio de barrios con tantas necesidades, al alcalde Rodrigo Paz se le ocurrió levantar el mástil millonario, que junto a la rotonda, costará cerca de Bs. 5 millones, lo que costaría hacer dos postas de salud con estudio a diseño final listo, en vecindarios como IV Centenario y San Bernardo o también para cubrir seguramente muchas otras carencias. A pesar de que se le hizo notar esta desproporción, Paz no cedió, ni el leer miles de reacciones espontáneas de la población en las redes sociales y los medios de comunicación logró hacerlo reaccionar, tampoco el caer en las encuestas como 30 puntos por culpa del mentado mástil millonario pudo revertir su tozuda posición. Algo similar ocurre con otros proyectos que van enganchados a muchos pero muchos millones del dinero de la gente.
Se dice que en esta sesión se podría decidir el destino de esta polémica y controversial obra, además de otras. Es posible hacerlo si la intención es reencauzar la distribución de los recursos pero siempre en el marco de la legalidad. Este concejo municipal que ha demostrado que no está para darle gusto a todo lo que el alcalde quiere, pide y exige, debe demostrar que no está tampoco para oponerse por oponerse, en una suerte de boicot, tal cual lo denunció anticipadamente Paz. Si los concejales muestran que su trabajo es transparente y buscando el bien común, se ganarán la confianza de mucha gente que cuestiona porque el burgomaestre actúa como si lo único que valiese e importase sería su palabra y lo que se le ocurre, en una actitud de casi imposición, sin escuchar el clamor ciudadano, que más bien debería ser como un termómetro que podría servirle para no seguir alejándose de las necesidades auténticas del pueblo y quedar atrapado en una fiebre de poder que puede hacer fracasar su gestión.