El contrabando hormiga es el menos fiscalizado seguramente porque resulta más complicado hacerlo ya que son decenas o centenas los que lo practican, lo que se refleja por los medios de comunicación son las incautaciones en grandes operativos de toneladas de productos que se introducen al país ilegalmente, se dan conferencias de prensa y son los oficiales de más alto rango los encargados de hacerlo, tal vez para mostrar al ciudadano que si se hace, que si se trabaja.
Normalmente todo lo incautado se debe destruir y es en ese momento que el pueblo comienza a protestar. Entendemos que las autoridades de turno lo hacen por órdenes superiores y por normas vigentes que deben cumplir bajo advertencia de serias sanciones legales, pero incrédulos presenciamos como quintales enteros de harina, de arroz, conservas de carnes,etc., que son comestibles, en buen estado, que se pueden usar, se eliminan sin que a nadie le tiemble la mano. Un verdadero insulto ante las necesidades de un pueblo que no tiene que comer, que padece diariamente de hambre, con gente que tiene que escarbar entre la basura para conseguir el sustento diario, con madres que van a las carnicerías a comprar con cinco bolivianos lo que el carnicero les pueda o quiera dar porque no tienen más con que «parar la olla». Con hogares de niños, ancianos y desposeídos que no reciben el presupuesto suficiente para alimentar a quienes refugian. Con cárceles que tienen a sus presos reclamando por los benditos prediarios porque los tienen al filo de la miseria.
No dudamos que el contrabando va matando lentamente la industria nacional, lo que producimos, a nuestras empresas y quita el trabajo a miles de bolivianos, de una u otra manera todos contribuimos a que se establezca comprando lo que sabemos tiene esa procedencia, más aún en nuestra situación de Departamento frontera, pero lo que no podemos hacer es botar comida cuando se necesita tanto de ella, cuando hay tantos que no la tienen. Hace falta un cambio urgente.