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El límite es el diálogo

Por Ramón Grimalt

El otro día, el economista Mauricio Medinaceli nos explicaba de un modo muy sencillo y didáctico, la esencia del problema entre Chuquisaca y Santa Cruz por las regalías del campo Incahuasi. Perfecto, todo es una cuestión de límites y no tanto de la cantidad de las reservas de gas en el subsuelo que bien pueden alcanzar para todos, sin discusión alguna. Pendientes todavía de un acuerdo entre las partes en conflicto (están en juego cuatrocientos millones de bolivianos, casi nada), lo cierto es que Medinaceli concluía en la necesidad de que sea el Estado, a través, por ejemplo, del Instituto Geográfico Militar, quien realice una nueva medición técnica de los límites departamentales del campo en cuestión, circunstancia que tampoco es bienvenida por chuquisaqueños y cruceños temerosos de perder frente a los instrumentos.
Ahora, atendiendo a las señales cívicas de uno y otro lado se trata de resistir, mantenerse firme en una postura, tensar la cuerda y esperar a que se rompa, sin tomar en cuenta que aquí lo que está en juego es la estabilidad social, política y financiera de todo un país.
Pero lo que personalmente me resulta inconcebible es que tras haberse descubierto las reservas de gas en 2004 sin que nadie aullara a la luna, ahora cada quien arrime agua a su molino. Bolivia como otros tantos países del mundo (afortunadamente ya son menos) tiene problemas limítrofes internos producto de mediciones imprecisas que hoy se corrigen gracias al uso de la tecnología satelital. En el caso de Incahuasi hay que remontarse a 1859 año en que, naturalmente, no existía el GPS. De cualquier modo, en aquel entonces el gas era una fuente de energía desconocida o con un uso limitado en el mundo, y tanto chuquisaqueños como cruceños dedicaban sus esfuerzos a otro tipo de economía, básicamente agrícola. Todo cambió en el siglo XX y el cambio de matriz económica enfocada en la explotación de hidrocarburos y las regalías por ese concepto destinadas a aquellos departamentos productores. Como hemos visto, vemos y probablemente veremos, para Tarija esto ha sido como la maldición de la vaca holandesa. Porque ya me explicará usted en qué nos beneficia estar sentados en un trono de oro cuando los ingresos departamentales no están enfocados a un modelo de desarrollo que permita mejorar la calidad de vida del tarijeño promedio, sobre todo porque el enfoque económico se fundamenta exclusivamente en ese rubro sin capacidad de diversificar iniciativas. Mucho me temo que con Chuquisaca vaya a ocurrir lo mismo con el paso del tiempo; en cambio Santa Cruz tiene una mayor versatilidad económica que lo sitúa como el departamento de mayor desarrollo del país, a todas luces.
Por cierto si el Gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS) tiene que partir la baraja, tomará en consideración el padrón electoral de cara a las elecciones generales del año que viene y ahí también gana Santa Cruz; en otras palabras, pregúntese usted a qué departamento necesita contentar el MAS con fines eminentemente políticos. No es ocioso afirmar que antes de que esto suceda Santa Cruz y Chuquisaca deben entender que el único límite para evitar una escalada del conflicto es el diálogo y dejarse de apetitos personales.