Noticias El Periódico Tarija

Un relato breve de Ramón Grimalt

Ella se perdió en su mirada. Él no pudo ni supo esquivarla. Lo había intentado toda la tarde, dándole largas, hablando de cualquier cosa para cambiar de tema. El clima, para variar, siempre servía como excusa y una brisa fresca e incómoda anticipaba la lenta llegada del otoño. Pero a ella todo eso le importaba poco. Tomando sus manos le pidió un minuto de atención y adoptó un tono solemne.
-Mira, tengo que decirte algo. Sentenció.
Habían quedado en la cafetería de costumbre y él apuró un cortado, justo de leche. “Uy, esto va en serio” consideró él, siempre dado al cálculo de probabilidades.
-No sé si es un buen momento…Deslizó con la suavidad de un guante.
-Es tan bueno como cualquier otro. Replicó ella.
Él tragó saliva mientras su memoria abría un cajón detrás de otro. “A ver, estoy seguro de haber usado condón… Tampoco creo que me vaya a pedir dinero. Dudo que se trate de formalizar lo nuestro. No es de las de compromisos ante notario. O ante Dios. Tampoco me la imagino cambiando de trabajo. Ella es seria. ¿Y si tiene un hijo escondido en casa de sus padres y decidió presentármelo? No, eso es imposible. Puede ser que lleve una doble vida. Si es ambidiestra, en fin. ¿Qué puede ser tan importante?”
Ella abrió su bolso y revolvió su contenido. “Los bolsos de las mujeres son cajones de sastre”, resolvió él.
-Ah, aquí está. Lo guardo en este sobre.
Una gota de sudor frío recorrió su espalda. La incertidumbre lo devoraba lentamente. “Por Dios, ábrelo de una puta vez”.
-Mira, hace un año que nos conocemos. No sé cómo decírtelo. Soy seropositivo.
Él suspiró hondo.
-Pensé que era algo peor.
Y él y ella se besaron como nunca antes justo cuando el tiempo se detuvo