Cultura Colectiva
A veces el amor termina, a veces lo asesinan, a veces lo dejamos en la bañera desfalleciendo bajo el agua fría después de una pelea. En ocasiones, el amor simplemente toma sus maletas, deja las migajas del desayuno sobre la mesa con una nota que dice: lo siento, no pude amarte un día más. Y se va.
Entonces la dermis estorba, cala dolorosamente la existencia y vienen las preguntas, las excusas, los reproches; la memoria comienza a ser un narrador cruel que te cuenta la historia por la noche (hasta que te quedas dormido entre sollozos); el recuerdo de esa persona te asalta por la tarde, tu mano dibuja su rostro en el aire: el pecho duele, todo se ha derrumbado. El mañana que te espera se parece a hoy y al día anterior porque todo se congeló, todo se congeló pero en el momento que no debía, y no fue en el abrazo tirados en el sillón, fue en el vacío de la ausencia que llena todo.
Cuando nos enamoramos, nos encantaría poder quedarnos para siempre en un instante: en ese beso en la frente, en ese amanecer de manos entrelazadas; nos encantaría que el mundo se derrumbara afuera, mientras sabemos que nos encontramos allí, donde la gente y el smog no tocan la habitación en la que se encuentran dos corazones latiendo al unísono, respirando el mismo aire, viviendo de lo intangible… Pero el Universo está en constante movimiento y todo cambia. Todos cambiamos. Si tu historia terminó, Almadía te recomienda estos tres libros para superar una ruptura amorosa.
Perturbaciones atmosféricas de Rivka Galchen
Antes del rompimiento es usual el extrañamiento. ¿Qué pasó con quien tan bien me la pasaba?, ¿dónde está la persona de las primeras citas, de las primeras risas y las primeras caricias?, ¿qué cambió? Leo Liebenstein, protagonista de Perturbaciones atmosféricas, lleva estas dudas al extremo y se convence de que su esposa, Rema, ha sido secuestrada y una doble ocupa su lugar. Emprende entonces una búsqueda por encontrar a la Rema real. Tan descabellado planteamiento da oportunidad a la canadiense Rivka Galchen para llevarnos por un viaje alucinante e irreverente, con una ágil prosa como vehículo, pero que nos hace plantearnos preguntas sobre el desarrollo común de las relaciones que se dejan erosionar por las rutinas. Al final, a pesar de que la sospecha del protagonista responde a una condición psiquiátrica llamada síndrome de Capgras, las situaciones por las que pasa y las sospechas que tiene nos pueden recordar a esas últimos días de una relación que no tienen a dónde ir, pero también nos ayudan a reírnos un poco de ellos.
Conjunto vacío de Verónica Gerber Bicecci