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Por Emilio Cárdenas
La guerra en Siria, que comenzara en 2011, parecería haberse expandido en los últimos días. Hasta ahora, Irán, que con Rusia, Turquía y los EE.UU. tiene desplegado un importante contingente militar propio en suelo sirio -lo que ha resultado decisivo para asegurar la supervivencia del régimen de Bashar al-Assad- había evitado confrontar directamente con Israel con el riesgo de escalar sustancialmente el conflicto armado. Esto parecería haber cambiado, repentinamente.
En efecto, el sábado pasado, Irán e Israel se atacaron recíprocamente. Primero Israel derribó, cerca de Beit Shean, en la frontera con Jordania, un «dron» iraní de observación luego de que sobrevolara durante noventa segundos el territorio israelí. Había partido de la base aérea siria de Tiyas, emplazada cerca de Palmyra.
Se trató, aparentemente, de un dron diseñado por la ingeniería militar iraní sobre la base de los datos obtenidos cuando Irán, en el 2011, derribara un «dron» norteamericano (un Sentinel AQ-170) que, enviado por la CIA y proveniente de Afganistán, recogía datos e información volando sobre territorio sirio.
Cuando Israel, en la que fuera una inmediata represalia, atacara desde el aire a algunas bases y objetivos iraníes en territorio sirio, las baterías sirias derribaron a uno de sus cazas «F-16 Sufa». Se trata del primero que Israel pierde en combate, desde 1982. Uno de sus pilotos, eyectado que fuera, quedó gravemente herido.
La mencionada represalia israelí causó graves daños en las defensas, radares y baterías militares sirias e iraníes. Y obligó a Israel a reiterar sin rodeos, una vez más, a Irán su mensaje preventivo de siempre: el de «no arraigarse o atrincherarse militarmente» en Siria, lo que para Israel es absolutamente inaceptable. Así de claro.
Rusia, que también mantiene aviones militares y fuerzas de combate propias en Siria, quizás con la ambición de poder oficiar en su momento como un eventual árbitro, no actuó en modo alguno ante el vuelo del «dron», ni ante la dura reacción aérea de Israel. Adoptó una postura pasiva, pero expresó su preocupación por el aumento de la violencia.
Para Israel, la inquietud por la presencia militar iraní en Siria es muy grave. Y se suma a la de un «nuevo» Hezbollah, madurado enormemente por sus largos combates en Siria y dotado ahora de un arsenal de modernos misiles de corto y mediano alcance, suministrados por Irán. Esta realidad se ha vuelto ya toda una pesadilla.
Siria, recordemos, fabrica misiles M-302, desde hace ya algunos años. Por esto los aviones israelíes atacan a las caravanas de camiones que circulan en Siria, cuando saben -o sospechan- que transportan misiles con destino a los inventarios de Hezbollah, en el sur del Líbano. Hablamos de un centenar de ataques aéreos realizados con ese objetivo. Es una reacción que Israel comenzó a hacer evidente cuando, en mayo de 2014, sus fuerzas interceptaron en el Mar Rojo al buque carguero «Kios-C» que, procedente de Irán, llevaba en sus bodegas misiles, en ese caso destinados a los palestinos en Gaza.
La posibilidad de enfrentamientos entre Israel e Irán con motivo de la guerra en Siria era previsible. Hablamos de una grave preocupación, por todo lo que ella supone como avenida para que esa guerra se expanda. Pero lo cierto es que hasta ahora había podido ser evitada. Los incidentes reseñados sugieren entonces un inquietante cambio cualitativo.
Pese a que, luego de los episodios bélicos descriptos, tanto Israel como Irán, no agravaron militarmente las cosas. Como expresando, con su actitud, un deseo de no escalar el conflicto en Siria, afectando al complicado escenario de Medio Oriente, en general.
Como señal, ella es positiva. Lo ocurrido en el plano militar, en cambio, no lo es. Algo parecido ocurrió cuando, también el fin de semana pasado, los norteamericanos bombardearon a «contratistas» rusos. Frente a lo que una vez más, Rusia -lastimada- se limitó a protestar desde la prudencia.
La ampliación del conflicto sirio puede transformar a Medio Oriente en un enorme infierno. La arremetida militar turca -en Siria- contra las milicias kurdas es -en alguna medida- un empujón en esa dirección.
En el pasado mes de enero, el conflicto sirio se cobró 687 vidas. La mayor parte de esas muertes fue de civiles inocentes. Ellas expresan, dramáticamente, el costo de un conflicto que lamentablemente no parece estar camino a concluir en el corto plazo.
Extraído de La Nación de Argentina.