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Agencias

Los paradigmas cambian con el correr de los años. Y algunos ámbitos se adaptan más fácil que otros a los tiempos/modas que corren.

Uno de esos universos dinámicos es el del cine para adultos, que se tuvo que reinventar y adaptar -sobre todo en su distribución- debido a la constante renovación tecnológica y su magnética inercia. Los portales de videos Web, son un claro ejemplo.

La industria del porno no sólo mutó al migrar hacia las plataformas online, sino que también derivó a que el modelo masculino de actores, se amolde a un mercado tan volátil y exigente como cómplice.

El prototipo millennial del actor porno dista mucho de aquel macho velludo de los años ‘70, caso Harry Reems -quien encarnó a Doctor Young en el mítico filme Garganta Profunda (1972)- o los que hicieron pie años después como Joey Silvera o Ron Jeremy, este último, el antimodelo de la época, con varios kilitos de más.

En los ‘80 todo era fornido y distante. Los cuerpos tallados y musculosos -que catapultaron al género hardcore a Rocco Siffredi, Peter North, Tom Byron, Jon Dough- tuvieron su lógico correlato en la década siguiente con Nacho Vidal (el más famoso pornstar de España), el moreno Lexington Steele o el explosivo Tommy Gunn.

Pero el cambio de milenio, además de empezar a hacer tambalear la industria del VHS/CD/DVD -ante el implacable avance de Internet- obligó a reacomodar las fichas y repartir nuevas cartas. Y caras. Con una apariencia más refinada -lo que hoy llamaríamos metrosexual- asomaron nombres como Ryan Dreller, Logan Pierce, James Deen, Charles Dera, etc.

Pero hoy, aquel perfil post 2000 se desgastó y obligó a la industria a meter cambios y no quedar demodé. Por ello, el club de actores XXX suma una nueva camada de miembros que refrescan al arquetipo: son sementales aniñados, con anteojos, engominados, pelilargos, lampiños y algo hipsterizados que construyen a un flamante protagonista: el porno-nerd.

Algo así como la variante techie y geek de los orígenes del prócer porno: el bigotón John Holmes (1944-1988) quien filmó unas 2.500 películas. Porque el actor del momento se acerca más al flacucho pálido -que no aparenta su edad real- distanciado del macho bronceado y adicto al gym.

El caso más resonante es el de Jordi (Angel, según su DNI), a quien se lo conoce como “El Niño Polla”. ¿Quién? Un joven español de 23 años, 1,71 metros de altura y sólo 54 kilos de peso, quien fue el actor/actriz más buscado en 2017 por los argentinos y españoles en Pornhub, una de las plataformas online líderes del cine XXX.

Jordi -que aún vive con sus padres y tiene novia ajena a su mundo laboral- ya se acostó por trabajo con más de 300 mujeres y firmó contrato con una productora fuerte de Estados Unidos (Brazzers). Además, este joven oriundo de Ciudad Real (Castilla-La Mancha) posee canal de You Tube propio (Jordi ENP) y ya cuenta, hasta el cierre de esta nota, con 16 videos online y unas 11 millones de reproducciones de su video más visitado: el primero que subió, que se muestra debajo.

Otro de los actores que causó furor, con un look entre rockabilly y geek, es Buddy Hollywood (33 años, Las Vegas) quien plasmó su estilo a partir del emblemático Buddy Holly. También está el británico Sam Bourne (23) quien compartió set con otro inglés que le abrió camino a estos chicos, el multipremiado Danny D (30), quien trabajó para importantes estudios.

Por último, aparece Conor Coxxx (28), un pelilargo con un pasado musical en el grupo The Last Relapse y quien -al igual que sus colegas actorales ya citados- encaja genial en uno de los rubros pornos más buscados en el enjambre virtual.

Es el género de madres apetecibles (MILF, por su sigla en inglés) en dónde el rol del actorcito escuálido queda muy lejos del rol de macho alfa dominador de los filmes de antaño. Al contrario, los muchachitos son “sometidos” sexualmente por varias chicas que casi lo doblan en porte físico. Y ese fetiche de la sumisión, atrae millones de clicks. ¿Por qué? Debido a la identificación entre el consumidor promedio del porno y el actor en cuestión. En la época de oro del cine condicionado, el espectador no “competía” ante una masa de músculos que, además de tener una gran performance sexual, se aventuraba con ninfas de ensueño. Hoy, eso cambió.

Aquel viejo rol de “admiración”, mutó a algo más amigable, en dónde un flacucho cualquiera, puede ser como uno más, pero del otro lado de la pantalla. O, al menos, esa es la fantasía por la que puja el porno de hoy: el consumidor debe sentirse identificado con el actor, no condicionado a tal.

El objetivo sería atrapar al millennial y al centennial, un público hiperactivo -pero no cautivo-, dos generaciones voraces en el manejo de la información, en dónde el material pornográfico está al alcance de la mano. Como nunca antes en la Historia.