Cultura Colectiva
Los fetiches no excluyen. En el mundo hay tantos como personas que tienen sexo. Y aunque algunas filias y aficiones nos puedan parecer descabelladas, impensables de ejecutar con nuestras parejas, en solitario o con otros objetos, si confesáramos las nuestras, también correríamos el riesgo de ser señalados como frikis.
Para muchos, por ejemplo, tener relaciones con una planta, con un árbol, con un vegetal o con algún mueble de la casa resulta inconcebible, sin posibilidades de excitación. Pero para los practicantes de la dendrofilia, la atracción hacia determinados elementos naturales es su fetiche predilecto. Son personas que se excitan al abrazar un árbol, al buscar cavidades en las cortezas. El verdadero sexo salvaje.
Para el diario El País, uno de esos aficionados, Andrés H., cuenta que descubrió su fetiche cuando tuvo una experiencia sexual en la naturaleza, cuando se dio cuenta de que «el sexo tenía más sentido en un entorno salvaje», lo que lo llevó a experimentar y entrar en contacto con otros elementos igual de «naturales».
Aunque las ramas también les dan ese cosquilleo característico que antecede al placer sexual, la figura principal a la que se aproximan para excitarse es a la de los árboles (dendrofilia significa amor por los árboles), sin embargo, las flores, frutas y verduras también son efectivas.
Y así fue teniendo sexo en la Pachamama: jardines, invernadero, en bosques o sencillamente en lugares que tuvieran algún elemento que le recordara a la naturaleza, que lo regresara, literalmente, a sus raíces.
Para el diario español, una de las personas que disfrutan de las flores «en soledad y en compañía» cuenta que ver cómo florecen las plantas que tiene en su hogar la afecta mucho: «No hago nada con ellas, pero observar el proceso, percibir los olores… todo eso me excita de alguna manera, es como pornografía muy bonita y lenta”.
En su propia terraza, puede experimentar un grandioso placer sexual. Y en los baños, hay otros afiliados que se remojan con pétalos, que se frotan con tulipanes, rosas o margaritas.
Y por último están los amantes de las maderas, quienes se regocijan al observar (y muchas veces frotarse con) troncos o determinados tipos de suelos. Otra dendrófila asegura que cuando ve un suelo de madera gruesa, limpia y pulida, le empiezan a «asaltar ideas sobre lo que podría hacer sobre la superficie». Y recibe el mismo efecto cuando se trata de muebles, piezas antiguas o nuevas. No importa, el efecto erótico será el mismo.