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Vivir viajando es un sueño, pero no por ello significa que sea un imposible. Para muestra, hay gente que viaja viviendo como una contraposición a la idea común de ese deseo, haciendo de sus actos una respuesta viable y certera de algo que en realidad es lo mismo. Tan sólo en su pronunciación, vivir y viajar comparten cierto parentesco en el español, lo cual nos hace sospechar de sus similitudes; es claro que el origen de la primera proviene del bios y la segunda del via, pero hallaron en sus corrupciones latinas y catalanas un emparejamiento sin igual que provocó un sentimiento de vivere y viatge (deformaciones también posibles gracias al francés). Y ni qué decir sobre la declinación somniare, que inaugura un hermoso poema al ser vocalizada en compañía de las anteriores.

Recordando un poco a Calderón de la Barca, la vida es sueño. Y si el sueño es viajar sin límites aparentes, entonces vivir es viajar o viceversa; vida es esa palabra que comienza su sonido con la primera conjugación del verbo ver en pasado, pero qué pasaría si a esa sílaba la impregnamos no sólo con el presente indicativo que nos invade, sino con el espíritu voraz de un futuro continuo: estar siempre viendo cosas que nos maravillen e inunden de imaginación a cada paso, que nos inciten a nunca detener el caminar. Esa misma pregunta se la hizo Derek Earl en 1999 y consiguió tanto las conjugaciones como las acciones que aquí presentamos.

“Derek es la prueba viviente de que no se necesitan 5 mil dólares para emprender una aventura interminable, con 500 se tiene más que suficiente para dar el primer paso”.

Resulta asombroso que alguien en la vida real, más allá del discurso, haya logrado lo que para otros (yo incluido) parece un inalcanzable. ¿De qué vives? ¿Dónde te alojas? ¿Con quién compartes? Y las respuestas se resumen en un solo enunciado revelador: no te dejes vencer. Eso, y según el flâneur más asombroso de nuestro tiempo, 500 dólares. Sí, suena extraordinario, quizá un poco mentiroso, pero la verdad es que el hombre lo logró y hasta el momento sigue en movimiento; de hecho, en repetidas ocasiones se le ha cuestionado si esto es verdad o qué medios utilizó para conseguir lo que podría considerarse como una mentira. La única contestación que puede resultar de esto es, justamente, querer hacerlo.

Derek es la prueba viviente de que no se necesitan 5 mil dólares para emprender una aventura interminable, con 500 se tiene más que suficiente para dar el primer paso. En todo este tiempo ni siquiera el mismo viajero ha podido dar razón de cómo inició todo, sólo sabe que lo hizo y que a partir de ello ha podido lanzar dos libros al respecto y una página web donde registra constantemente lo que hace con su vida-viaje.

Todo comenzó en la Navidad de 1999, cuando tomó sus cosas para partir a Bangkok con 1,500 dólares en el bolsillo. Esto implicaba un viaje de 3 meses a lo largo del sureste asiático, pero pronto se transformó en un anhelo por permanecer más tiempo en la aventura; dando clases de inglés y siendo maestro sustituto, brincando de Oriente a EUA, trasladándose por lugares que nunca fueron su hogar estable, llegó el año 2001 y Australia fue su último destino antes de decidir el subir a un crucero.

“Según Derek Earl, la vida es nomadismo continuo. Sólo se necesita un poco de disposición”.

Siendo parte del staff en el Carnival Cruise Lines viajó a más lugares de los que tenía en mente, llegó nuevamente a Norteamérica, se dedicó a la publicidad esporádicamente, viajó a Tailandia, Bangladesh e India, volvió a la vida marítima recorriendo gran parte del Pacífico Sur y cerró el 2004 en Nepal, Pakistán y Afganistán.

Con varios contratos intermedios, de un empleo a otro, Derek Earl llegó a Sudamérica y comenzó un ir y venir entre América y Europa gracias a la empresa en que laboraba: el Cunard Line, una firma británica de trasatlánticos. Una vez más atravesó Oriente y Australia, escribiendo sus dos primeros libros electrónicos para finalmente arribar a Centroamérica y México, regiones que le cautivaron por completo y permitieron lanzar su sitio web para compartir las experiencias recogidas.

Sayulita, Australia, Asia y demás se convirtieron en sus paradas cotidianas y favoritas desde 2009 para terminar eligiendo Playa del Carmen, en Quintana Roo, México, como su sitio predilecto de confort y de libre camino para su imaginación.

Según Derek Earl, la vida es nomadismo continuo. Sólo se necesita un poco de disposición para lenguas nuevas, retos constantes, valentía para trabajar en lo que sea y la claridad mental para aceptar que no se necesita una enorme cuenta bancaria para que los milagros y la emoción ocurran. Todo lo que se necesita es el coraje para iniciarlo todo y unos cuantos dólares en la cartera; lo demás es improvisación.