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La dieta alcalina consiste en consumir alimentos alcalinos para ayudar al cuerpo a neutralizar la acidez de los líquidos corporales

«Cuida de tu cuerpo, es el único lugar que tienes para vivir».

Jim Rohn

La salud y la alimentación son temas estrechamente vinculados, ya que al comer de manera adecuada es posible cuidar nuestro cuerpo y salud, por ello es que surge el dicho popular: «Somos lo que comemos». Entre las charlas y reuniones de café, uno de los temas principales que se abordan son el de las dietas de control de peso; estas consisten en tener una alimentación que se base en los componentes químicos de nuestro cuerpo y en el pH que es afectado por la acidez o alcalinidad de los alimentos que consumimos todos los días.

A lo largo de los últimos años, entre polémicas, mitos y testimonios, las dietas alcalinas se han convertido en tendencia debido a sus cualidades rejuvenecedoras y por la pérdida de peso rápido y eficaz; sin embargo, entre tantas promesas de alimentos milagrosos, ¿cómo saber si se trata de una seudociencia o los sustentos de este régimen alimenticio pueden hacer que tengamos un mejor estilo de vida? La dieta alcalina consiste en consumir alimentos alcalinos para ayudar al cuerpo a neutralizar la acidez de los líquidos corporales, sobre todo de la sangre. Por esta razón, antes tenemos que saber cómo funciona nuestro cuerpo.

Los líquidos corporales: sangre, sudor, orina y hasta la saliva, tienen su pH —índice que mide el grado de acidez—. Esta escala va del 0 al 14, siendo el 7 la neutralidad, el 0 lo más acido y el 14 lo más alcalino. En nuestro interior debemos ser ligeramente alcalinos, entre 7,35 y 7,45. Diversos factores como la contaminación atmosférica, el abuso de medicamentos, el estrés constante o emociones negativas como el temor, rencor y envidia provocan un desequilibrio más ácido en el pH de la sangre, lo que puede inducir al coma o la muerte. Por suerte para nosotros, el cuerpo cuenta con mecanismos que tratan de compensar el pH al usar minerales alcalinos.

La sangre reacciona de manera automática y roba los nutrientes que necesita del resto de órganos vitales para compensar el desequilibro. El doctor Enrique González, director técnico de Bioenergía Humana (BHU), afirma que a raíz de esta estrategia de sobrevivencia de la sangre, las oscilaciones del pH son casi nulas, por lo tanto no se suele medir; «lo que solemos medir son otros líquidos del cuerpo como la saliva y la orina. Si están ácidos es que están cediendo a la sangre y si están alcalinos no».

La pérdida de alcalinidad del cuerpo, hasta cierto punto, es involuntaria, mas sin una dieta alcalina o con tendencia a serlo con suficientes minerales para compensar la acumulación de ácidos en las células, se producirá un desequilibrio en su pH aún mayor, y se reflejará directamente en fatiga, dolores de cabeza, problemas digestivos, desmineralización de las uñas y el cabello. Un cuerpo ácido es sinónimo de un cuerpo enfermo o propenso a la enfermedad porque la sangre, las células y los órganos vitales viven en un entorno hostil y están en peligro.

Los malos hábitos alimenticios y grandes errores dietéticos que hemos normalizado son los únicos culpables. La mayoría estamos acostumbrados a consumir altas cantidades de alimentos productores de ácidos como los de origen animal —carne, huevos y productos lácteos—, harinas blancas, endulzantes artificiales, café y bebidas alcohólicas; además de frecuentes cocteles de medicamentos, y dejamos de lado a los alimentos alcalinos ricos en minerales, como las verduras y las frutas.

La solución a todos estos «achaques» es simple: los líquidos vitales de nuestro cuerpo deben dejar de intercambiar con la sangre elementos orgánicos, es decir, el cuerpo se debe mantener ligeramente alcalino. Bajo esta lógica, la dieta alcalina es la respuesta que pone freno al avance de la oxidación del cuerpo, ya que si hay un aumento crónico de la acidez por déficit importante de minerales, hay un aumento de la inflamación de todos los tejidos. Las dietas alcalinas reconstruyen, pues le devuelven al cuerpo los minerales de los que ha sido privado por largo tiempo.

Existe maneras de poner en práctica este cambio, una de ellas es la ingesta de una dieta del 60 % de alimentos alcalinos y 40 % de alimentos ácidos; pero si el objetivo es la reparación del cuerpo ya dañado, entonces la dieta debe ser 80 % alcalina y 20 % ácida. Para dar una guía más precisa, expliquemos que, a pesar de que los alimentos alcalinos son la mayoría de las frutas, de las verduras, hortalizas, hierbas, condimentos, semillas y frutos secos; esto no se trata de una dieta vegetariana, ya que también se consumen productos animales en un porcentaje reducido. El objetivo es el equilibrio y compensar con alimentos alcalinizantes ricos en potasio, magnesio y/o calcio.

Expertos como el Dr. González resaltan que para obtener mejores resultados es necesario complementarla con ejercicio para activar el metabolismo y eliminar toxinas; depurar residuos de nuestro cuerpo mediante détox; una buena hidratación; además de tener un mejor equilibrio emocional. De esta manera, la dieta alcalina va más allá de un régimen alimenticio, es un estilo de vida en el que el equilibrio es la clave.