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Para ese propósito en el mes de enero de 1843 se inició un proceso instruido por la autoridad prefectural para “Tasar y medir el sitio donde debía instalarse la recoba”, así como el espacio del extinguido convento de “Santo Domingo”, que pertenecía al ramo de Beneficencia, por no ser suficientes el producto de la venta de los predios de los Conventos de San Agustín y de la Compañía de Jesús”. En cumplimiento de la instrucción, el Administrador del Tesoro Público de la mencionada gestión Francisco de Paula Araoz, nombró perito tasador a Don Ángel Sierra que era Interventor del Tesoro y el Fiscal Manuel Lea Plaza, designó al Actuario Mariano Echarte, para dar curso al proceso de Tasación. El sitio llamado la “Recoba” estaba ubicado al poniente de la “Plaza Luis de Fuentes”, donde actualmente se levantan los edificios de la “Casa de Gobierno”, ex Prefectura y actual Gobernación y los inmuebles de las familias Ávila, Mogro Moreno, Colodro, Raña y el local Municipal de Telares de esa época.

 De acuerdo al registro documental, en el año 1810, este predio estaba destinado para la construcción del “Cementerio Publico” que estaba a cargo de los Religiosos de “Santo Domingo”. El informe es sumamente interesante con la división del manzano en diez lotes, con arreglo al plano que formaba parte del documento para instalar la recoba. Los lotes números 1, 2 y 10, fueron adjudicados al ciudadano Domingo Arce por la suma de$ 586. (Pesos Bolivianos de la época). Los números 8 y 9 a Don Nicolás Ichazo por $ 335 y 6 y ½ reales, quedando los números 3, 4,5, 6 y 7 para el Estado por falta de postores. En esos lotes se levantó la Casa de Gobierno, inmueble de la ex Prefectura y actual Gobernación del Departamento en nuestra ciudad mandado a construir inicialmente por el Presidente José Gutiérrez Guerra en el año 1919, posteriormente impulsada por el Presidente Hernando Siles Reyes en el año 1929 y concluida en el mandato del Presidente Daniel Salamanca Urey en el año 1932, obra inaugurada en ese año por el Prefecto Arturo Núñez del Prado. Formaba parte de esa infraestructura la “Oficina de Sanidad Departamental”, trabajada bajo la diligente dirección del Jefe de Sanidad Dr. Alberto Baldivieso.

 

La “Mesa de Almonedas”, efectuó el remate de los predios el 27 de octubre de 1843, presidida por el Prefecto Coronel Manuel Isidoro Belzu, sucesor de Rodríguez Magariños que posteriormente llegó a ser Presidente de la República y dirigió el país apoyado por sectores populares con un criterio erróneo de administración. A su vez, se efectúo el remate del extinguido convento de “Santo Domingo”, que tenía la siguiente ubicación de acuerdo al Acta: de norte a sud, 110 varas y de naciente a poniente 101 varas, partiendo de la esquina de la casa de la señora Mercedes viuda de Martínez hacia el río, ocupando todo extremo de la manzana de las calles “Tomas Frías” y “Alianza”, actual calle Mcal. Sucre. En este lote, según el acta que corresponde, además los “terrenos de la playa hasta el barranco que tiene en la parte Sud”. La adjudicación se hizo a favor de Don Francisco Javier de Arce, por la suma de $ 601 y 80 céntimos. En el remate que se efectúo de la parte del extinguido Convento de los Jesuitas, donde se construyó el “Teatro General Bernardo Trigo” y Casa de las “Palmeras”, actual colegio San Luis, se cedió una parte al ciudadano Nicolás Galarza, por la suma de $ 431, tres y medio reales.

El valor total que se obtuvo de esa venta, alcanzó a la suma de $ 1.954 – Un mil novecientos cincuenta y cuatro pesos -, monto con el que se comenzó el trabajo de adaptación y construcción del mercado público en predios del extinguido convento de los padres de la orden de los Dominicos, ubicado en la intersección de las actuales calles Sucre y Bolívar hasta Domingo Paz. Los mencionados recursos y otros que pudo conseguir el General Rodríguez Magariños cuando desempeñaba el cargo de Prefecto de este Departamento, sirvieron para la conclusión de la obra. En el umbral de la puerta de ingreso al mercado sobre la actual calle Mariscal Sucre se colocó la siguiente inscripción: “Al General Magariños, en gratitud de este pueblo – año 1844”.

La venta de ese lote, se hizo con amplio conocimiento público habiendo intervenido el Fiscal Dr. Manuel Lea Plaza en las primeras diligencias y el Dr. Sebastián Cainzo, en el remate. El dinero quedo depositado y el Prefecto dispuso la venta de parte del lote destinado para la construcción del mercado, donde actualmente ocupa el “Mercado Central”, donde tarijeños y ajenos acudieron y acuden diariamente para abastecerse, alimentarse, encontrarse, disfrutar, comentar y hasta conspirar. La gestión para definir el terreno, se resolvió mediante la división del manzano y se vendió los predios que fueron ocupados por las familias Mogro Moreno, herederos de Don Manuel Baldivieso, viuda de Don Juan Vaca, Don Juan Navajas y la señora Zenaida v. de Vacaflor. Los compradores fueron los señores Juan de Dios Trigo y Cecilio Ichazo, por la suma de $ 805 pesos con los que unidos a los anteriores se comenzó la obra.

Magariños fue quien definió la estructura y distribución de los puestos de venta del mercado, disponiendo el terreno en dos secciones: Primero, mandó a construir una galería interior, destruyo la capilla que quedaba en la parte del centro hacia el naciente, colindante con la casa de la señora Zenaida v. de Vacaflor y amurallo la parte dividida. El huertillo de los frailes Dominicos, que ocupaba el extremo norte y que se unía con la calle “Camacho”, actual calle Domingo Paz, fue terraplenado y destinado a la instalación de un corral para albergar a las bestias que llegaban con cargas para el mercado y la hacienda (ganado). El corral fue clausurado en el año 1923 por ser un foco de infección. En esas condiciones funcionó el viejo mercado hasta la llegada de Isaac Attié a la Municipalidad para la construcción del “Mercado Publico” en el año 1933. Hasta la década de los años sesenta, era el único y principal centro de abasto y nuestras abuelas y madres de la época cotidianamente acudían a sus instalaciones con el “bolsón” a mano para adquirir el “recado”, encontrarse, enterarse y comentar los acontecimientos y la vida y obra de la vecindad, vulgarmente más conocido como “tijerear”.