Marco Montellano
Avalanchas gigantes de nieve se desgajan de las cuatro cumbres del Illimani convirtiéndose en calamitosas inundaciones kilómetros abajo. Es el segundo día de la catástrofe y el nevado ha perdido casi la mitad de su fulgor. Donde resplandecía eterna la nieve se exhibe una aridez de osario: pétrea, prehistórica. La gente llora. Miles de paceños se movilizan para impedir el colapso de la montaña, presos de un estupor desorganizado pero imparable, radical. Maquinaria y voluntarios parten desde Puno. La gente llora. Les es insoportable el cambio en el paisaje, la agonía de su montaña tutelar, de su Achachila. Nadie consigue dormir bien en La Paz, el aire y el clima están enrarecidos, la vida en su conjunto siente la amenaza. La gente llora. Mientras tanto, la presidenta de Bolivia, Irene Gutiérrez –nacida en Tarija, criada en el Beni-, entrega un parque infantil; pasea del brazo de Mister Bolivia en la Expoteco de Oruro. La mañana del tercer día sangra en tonos violáceos, un calor sofocante calcina la ciudad. Desde Arequipa se anuncia la llegada de más voluntarios y medicamentos hacia La Paz.
La Presidenta acusa públicamente a las autoridades paceñas, opositoras a su partido, de ser cómplices del deshielo y de tomarse selfies junto a la tragedia. Gutiérrez se refiere brevemente al asunto ante el país en el acto de inauguración de otro parque infantil, en Pando. “Parece que todo lo malo que pasa en este país es culpa de la Irene Gutiérrez”, se victimiza la Jefa ante sus militantes. Anuncia que la situación ha sido contralada gracias al despliegue del Estado (los miles de paceños en las calles no importaron). A la tarde juega básquet. Miles de hectáreas continúan inundándose después de su declaración. Mueren tres personas. Una de ellas ahogada porque un helicóptero de las Fuerzas Armadas agita con sus hélices las aguas gélidas que inundan Chuquiago. Desde el Ministerio de Defensa se informa que se instruyó que la aeronave se aproxime al agua “pero no tanto”, y que los paceños opositores están “cortando el video”, que se debe verificar… que se debe investigar. El Deber, periódico abiertamente dirigido por el gobierno de Irene Gutiérrez, publica una caricatura en la que una pareja de chukutas escapa nadando de una avalancha de aguanieve. “Este invierno se veranea en La Paz”, remata la leyenda.
Hasta allí la alegoría. Presidente Evo Morales, le escribo desde Tarija. Tres bolivianos murieron intentando evitar que el fuego calcinase la Cordillera de Sama, declarada área protegida y reserva biológica nacional mediante Decreto Supremo N° 22721, de enero de 1991. Sus nombres eran Juan Mendoza, Nedeyra Condorset y Barby Urzagaste. Esta última falleció a raíz de la acción directa y homicida de un helicóptero de las Fuerzas Armadas del Estado, de las que usted es Comandante General. No se aflija si el ministro del área le dice que ‘cortaron el video’. Sumamos cientos los testigos de lo sucedido esa mañana en Lazareto: la criminal negligencia y la posterior evacuación de la herida, lograda a fuerza de abrir a machetazos desesperados el cerro en pendiente, para bajar por su falda quemada una precaria camilla de voluntarios rescatistas. Lo mínimo que merecemos los tarijeños es que usted, y nadie más que usted, nos explique de manera oficial qué se hará al respecto. Sus condolencias por Twitter no tenemos dónde canjearlas por resarcimiento y justicia.
“Y mientras tanto, ¿qué pasa en Choloncas City? / una honda erosión cárcava el alma”. (J. Barriga). Seamos o no conscientes de que salimos de su vientre y a él volveremos como especie, lo cierto es que las miles de personas que lucharon contra el fuego en Tarija, durante cuatro angustiantes jornadas, lo hicieron con la resolución instintiva e irrefrenable de quien protege a su madre. También habían mirones y especuladores, aunque minoritarios. Peores que ellos son los fantoches que pretenden hacerle creer a Bolivia que esas acciones tienen alguna relevancia en esta historia. ¿Qué pasa con nuestra empatía como país? Usted, señor Presidente, que articuló un bloque histórico de poder en torno a su liderazgo, ¿qué hizo con la suya?, ¿en qué devaneo del poder la extravió? Usted, que tantas veces ha dicho que está casado con Bolivia, ¿entiende a su esposa? Un nobel mejicano escribió que todas las sociedades atraviesan por crisis de sus fundamentos que son, en esencia, crisis del sentido de ciertas palabras. Olvidamos con frecuencia que como las demás creaciones humanas, los Imperios y los Estados están hechos de palabras: son hechos verbales. Una de las qué más escuchamos de su boca es la palabra “derecha”. ¿La derecha también es Bolivia, Presidente? ¿Con ella está casado también o solo tiene agarrones de cuando en cuando, especialmente para elecciones? ¿Tuvo hijos con ella? ¿No vino a Tarija porque aquí las autoridades son “de derecha”? ¿Y la gente? La gente lloraba, Presidente.
Nos queda claro que el maniqueísmo es el síntoma principal de la crisis del sentido de las palabras que atraviesa Bolivia y que, “derecha”, es para usted toda aquella persona animal o cosa que no comulga con su partido, lo que traducido significa que no obedece a su incontestable autoridad y jerarquía, que para quienes más cómodos están con ella ya tiene a estas alturas origen cósmico, divino. ¿No será que usted y el MAS son hoy la derecha? ¿No será que con quien está de verdad casado es con su propio reflejo? ¿Dónde está el hombre que marchaba por el territorio la dignidad y la vida con un aguayo sobre los hombros? Mientras la fuente de vida principal de mi departamento ardía (la otra es Tariquía, sentenciada también por su Gobierno), físicamente muy cerca, en la FexpoChaco… pero no contemos dos veces la misma historia. El problema fue que no se enteró de la tragedia. ¿Por qué se entera de último tan a menudo, Presidente? ¿No le sorprende a usted mismo? No le parece raro que estando en el mismo departamento, teniendo a su entero servicio al Ministerio de Comunicación -que monitorea medios y redes las 24 horas del día-, al Ministerio de Medio Ambiente y todas sus dependencias, a las Fuerzas Armadas, a la Policía, etc., etc., etc., etc., etc., se entere tarde que una reserva natural está ardiendo? Capaz si revisaba antes Twitter desde su celular… pero claro, la culpa (alguien tiene que tenerla) es de las irresponsables autoridades tarijeñas que no dijeron nada porque -ahí viene otra vez-, son “de derecha”.
Entonces no se ofenda, no rezongue, Presidente, si le decimos que hubiésemos preferido carros bomberos a su museo personal para no tener que llevar el agua en botellas y bidones desde una cisterna al corazón del fuego en el cerro. No reniegue, Presidente, si hubiésemos preferido un par de aviones anfibios a su jet. Compréndanos si nos indigna no tener un hospital decente mientras su nueva oficina será un palacio que aunque apellide “del pueblo”, así elevado en su monstruosa verticalidad no es sino la proyección del fálico ego que domina a su entorno y su Gobierno. Y una cosa más, señor Presidente, dicha desde acá lejos, de la frontera sur de este hermoso país: Estamos hartos del centralismo, Bolivia tiene 9 departamentos y no 3, aunque estos últimos concentren la mayoría de los votos.
Los políticos “de derecha” que se atrincheraron en las regiones y gobernaron junto al MAS tienen, por otra parte, tantas cosas en común con el oficialismo que capaz ellos hoy sean “la izquierda”. Con un discurso reactivo y menos elaborado, en los hechos la oposición ha ejercido el poder igual que el MAS: entreverando la preferencia política con la identidad cultural, igualando hacia el fanatismo acrítico categorías disímiles y peligrosas de juntar como cables pelados. Además, claro, gastando la mayor cantidad de dinero posible en licitar cemento y pagar propaganda. Diezmo y megalomanía; con razón una ciudad pequeña como Tarija tiene tantas autoridades superpuestas y tantos medios de comunicación funcionando en simultáneo.
Los problemas del sistema político que precipitaron Octubre Negro se han densificado de actores y han visibilizado, cuando no creado, nuevas relaciones de poder, de influencia sobre lo público. Sin embargo, tras de ellas persiste el problema original: la representatividad. Hoy, millones de bolivianos no nos sentimos representados y estamos aburridos del circo. La irrupción de nuevos colectivos, en su mayoría urbanos, de momento, porta un mensaje claro: la democracia se asfixia en las liturgias del Estado y necesita de la honestidad horizontal de la calle. Conformar redes ciudadanas distribuidas es tarea fundamental de la construcción de conciencia política, ecológica y cívica. Nuevos actores colectivos deben refrescar la construcción de lo público.
Si bien son benéficas las voces que con entusiasmo y optimismo sugieren que el 11 de agosto sea nombrado “Día de la solidaridad tarijeña”, no debemos tapar el sol con un dedo: el tejido social de Tarija está más descompuesto que nunca. Lo maltrataron el dinero y el poder que se consiguieron perforando las entrañas de la tierra. Ojalá, tarijeños, la cicatriz ceniza de Sama nos recuerde todos los días la fragilidad de la vida, la importancia de preservar nuestro ecosistema. Ojalá no permanezcamos impávidos, como hasta ahora frente al Guadalquivir. Gracias a todas las manos valientes, diversas, anónimas y honestas que se entrelazaron para proteger a mi montaña. “Mi montaña que se llama, la Cuesta de Sama”.