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Es normal: hay quienes tienen facilidad para conversar y quienes no. Personas que simplemente no se sienten cómodas acercándose a un desconocido o traduciendo sus pensamientos en palabras. Sin embargo, para aquellos que se estresan sólo con pensar que deben interactuar en una fiesta, en una cena, o en el trabajo con otras personas, la ciencia encontró una solución.
En una serie de estudios, la estudiante de doctorado de Harvard Karen Huand y su equipo de investigación analizaron más de 300 conversaciones, tanto online como presenciales, de personas que apenas se estaban conociendo, para identificar patrones de comportamiento y ver estrategias exitosas de comunicación. Un aspecto clave de este análisis fueron las preguntas.
En el caso de las conversaciones vía internet, se le asignó a los participantes una persona aleatoria con la que hablar durante 15 minutos. En el primer estudio le pedían a uno de los integrantes que hiciera muchas preguntas (como mínimo nueve) o que hiciera, por el contrario, muy pocas (cuatro como máximo). Al término de estas charlas online, cuando los participantes debían puntuar su interlocutor, los investigadores descubrieron que las personas que hacían más preguntas -especialmente si éstas daban lugar a continuar hablando de un tema- resultaban más agradables.
En el segundo estudio, los participantes también mantuvieron conversaciones a través de internet durante 15 minutos, pero no se les indicaba el número de preguntas que debían hacer: simplemente tenían que optar por hacer o muchas o pocas preguntas. Al final de las charlas, la puntuación la ponía una tercera persona que leía transcripciones de esas conversaciones.
Según explicó la autora del estudio al periódico The Huffington Post, a las personas que les tocó leer los diálogos, les parecieron más agradables aquellos interlocutores que contestaban a las preguntas que los que hacían muchas preguntas. «Sospechamos que se debe a que las personas que responden muchas preguntas acaban revelando más información sobre sus pensamientos, ideas y perspectivas», aclaró. «Y por eso parecen más interesantes y completas».
Para Huang, el objetivo de las charlas insustanciales es alcanzar un equilibrio entre el número de preguntas que se hacen y el número de respuestas que se dan, sin ser demasiado inquisitivo. Hacer preguntas, con moderación, también puede ser una buena idea de cara a las citas. Los investigadores consultaron datos de un estudio publicado con anterioridad en el que se organizó un evento de citas exprés con 110 personas y para analizar el número de preguntas que hicieron los participantes. Finalmente, llegaron a la conclusión de que aquellos que hacían preguntas sustanciales tenían más probabilidades de acabar teniendo una segunda cita.
Toda la evidencia previa sobre las preguntas indica que son una herramienta maravillosa a la hora de entablar una buena y exitosa conversación. De acuerdo con la experta en comunicación y autora del libro Saber qué decir, Debra Fine, la clave es estar dispuesto a que haya diálogo, no someter a la persona a un interrogatorio. «Una buena conversación es mucho más que hacer preguntas y pasar de un tema a otro», aclaró Fine. «Las preguntas de seguimiento son cruciales porque, si no están presentes, la conversación no sería más que una sucesión de preguntas inconexas sin profundidad real».
Según Fine, éstas son algunas de las preguntas que suman puntos a cualquier interlocutor a la hora de conversar con extraños o apenas conocidos sin incomodidades:
1. «¿Tenés algún hobby?»: «Estas son mis preguntas estándar a la hora de interactuar en el entorno laboral», dijo Fine. «Saber algo más de una persona con la que trabajas o haces negocios ayuda a forjar lazos».
2. «¿De dónde sos?»: «Esta pregunta funciona siempre, incluso cuando tu interlocutor es del mismo sitio que tú», aseguró Fine. «En este caso, las siguientes preguntas podrían ser: ‘¿Pensaste en mudarte?’ o ‘¿Qué es lo que más/menos te gusta de vivir aquí?’. En caso contrario, siempre se puede preguntar: ‘¿Qué es lo que más extrañas de tu tierra?», sugirió la experta.
3. «¿Qué tal va el trabajo/la familia/tu hobby?»: «Si voy a hablar con una persona a la que ya conozco, intento recordar qué información sé de esa persona», destacó. «Pienso en posibles temas de conversación de antemano; ¡el peor momento para pensar en algo de lo que hablar es en el que no hay nada de lo que hablar!», advirtió por último la especialista.