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Las letras por lo general son más rebeldes, critican al sistema a diferencia de los géneros más populares que se concentran en el sexo rebelde; sin embargo, sus músicos son los más estigmatizados

Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena

(Verdadcontinta/Mayo 26/2017) Si los músicos que hacen rock creen que los espacios para mostrarse en Tarija son mínimos, la situación de los amantes del  metal es más pesada o compleja, prácticamente con las puertas cerradas, las bandas deben generarse sus propias plazas y auto gestionarse.

“El metal al no ser de un gusto tan general como el rock, se ve relegado a otro tipo de espacios y formas de organización”, reconoce Israel Hermoso, un guitarrista amante de este género.

Israel es guitarrista en la banda Lex Artis, una de las referentes de este género en Tarija junto con Reaxion. El joven músico cuenta que los conciertos o festivales son auto gestionados, no existen locales o centros culturales que contraten a este tipo de bandas, lo que no quiere decir que la calidad de la música sea mala, todo lo contrario, pues quien se anima a tocar en un grupo de este género, debe tener los oídos bien finos.

No cualquiera puede cantar metal, pues las voces son demasiado agudas y se necesita técnica y especialmente,  una voz bastante educada para llegar a los tonos más altos. Lo mismo pasa con los instrumentos, siendo los acordes bastante complejos.

Pero el estigma y especialmente, el sonido brusco que genera este etilo musical, limita sus espacios en las sociedades, no tanto en las grandes ciudades donde hay centros para este tipo de música, pero en las más pequeñas como el caso de Tarija, su ingreso es  “reservado”.

“Pesado”, así le cae a la mayoría de los ciudadanos de esta sociedad el género, al cual rápidamente lo relacionan con las drogas. “Tienes que estar drogado para que te guste eso”, dice entre bromas un joven tarijeño al escuchar una canción de este tipo.

El equipo de Verdad con Tinta se metió dentro del mundo del metal, en una de las denominadas “tocadas”, del metal y paradójicamente, se  encontró menos gente borracha que en cualquiera de las discotecas de la ciudad.

En el tema de las drogas también se ve muy poco, aunque no se niega que no lo pueda haber, pero el consumo es menor a una fiesta popular de jovenzuelos.

La adrenalina que produce la música en los amantes del género, le da ese plus para hacer el denominado “mosh”, una danza que consiste en saltar, hacer acrobacias y chocar violentamente los unos con los otros al ritmo de la música que jamás es lento.

Con este tipo de baile es difícil o casi imposible permanecer con el vaso en la mano, como ocurre en otras fiestas, por lo que la mayor parte de los conciertos, los espectadores se la pasan “mosheando”, como dicen ellos, siendo el consumo  relativamente menor a otro tipo de eventos de música popular, donde la botella no se desprende de uno.

La verdad es que al escuchar con atención cada nota o acorde en una banda bien trabajada de este género o de algún referente internacional como el grupo británico, Led Zeppelin (1968-1982), uno encuentra la perfección, algo difícil de apreciar pero único al sentirlo.

“Se hacen eventos con inversión propia y en viviendas o locales que suelen estar más alejados del centro de la ciudad por los prejuicios que se generan al saber que se organiza un concierto de metal”, cuenta Israel sobre los espacios para este género en Tarija, donde los músicos como los fans, deben buscarse un lugar en los suburbios.

Los locales escogidos son generalmente improvisados, como casas privadas de algún músico o sitios alejados de la ciudad, en el campo generalmente, donde realizan festivales entre dos o más bandas, de forma que al ser más las participantes,  puedan juntar dinero que costee los gastos.

“Lo que es innegable, es que en más de un 90%, los conciertos de metal organizados en Tarija, tienen dentro de su cartelera a bandas del interior del país o extranjeras”, destaca Hermoso.

Más allá de los estigmas o la falta de espacios, desde esta perspectiva, el metal  “se auto gestiona y no se para”.

La movida en el metal no se para, pero ahondar en la forma de vida es más complejo, pues gran parte de los amantes de este género para subsistir  o son universitarios promedio u oficinistas con traje y corbata, quedando sus botas y el traje negro guardados en los días laborales.

“En Tarija es nula la opción de vivir del metal, ni siquiera del rock, que tal vez es más digerible o se supone que tendría más cabida en la sociedad”, afirma el músico.

Lex Artis

La banda de heavy thrash metal, Lex Artis fue creada en el año 2010, misma que tiene sus raíces en Sparta, grupo con el que sus integrantes ya tocaban en este género desde el año 2005, con la diferencia que en aquella época era un pasatiempo y con el pasar de los años,  se convirtió en una forma de vida, por lo que los músicos deciden trazarse nuevos objetivos componiendo canciones.

Abraham Guzmán, Antonio Aldana, Israel Hermoso, Gino Morales y Juan Pablo Orellana son los integrantes de esta banda de un promedio de  30 años, quienes  en un horario y día normal están disfrazados de auditores, arquitectos, diseñadores o universitarios, pero en las noches o durante los fines de semana, sacan en los acordes de sus instrumentos su mejor repertorio.

“El objetivo es producir música original, progresar y tratar de sacarla a las diferentes esferas nacionales y extranjeras”.

La banda quiere crear un estilo propio y seguir aportando musicalmente al crecimiento del género en la ciudad como en el país, aunque, sus integrantes, son conscientes de la realidad.  “No existe aún una cultura musical en la sociedad que genere apoyo y consumo a lo local”, pese a eso, ellos siguen su camino con el fin de dejar una huella muy “pesada” que quede marcada para siempre.