Noticias El Periódico Tarija

En un país tan diverso como el nuestro, con culturas distintas que definen formas de ser y de actuar, diferentes por variadas maneras de pensar y comprender el entorno, las manifestaciones de un regionalismo marcado, exacerbado, han estado presentes desde siempre, una suerte de querer encontrar personas de primera, de segunda y hasta tercera, una tendencia de querer quitar a seres humanos esa misma calidad, como desconociendo no sólo los derechos fundamentales sino como nos ven los ojos de Dios. Si bien las denominaciones de quienes son oriundos de latitudes distintas, del norte, sur, oriente u occidente, del altiplano, los llanos o los valles, han marcado jocosa y amistosamente nuestras diferencias, también han sido mal usadas para desmerecer, subestimar y humillar. Han servido para delimitar territorios como si todos no fuéramos parte de un mismo estado, de una misma patria… aparecieron algunos creyendo tener un derecho propietario sobre lo intangible de mayor valor, de mayor peso, aquellos que quisieron expulsar a los foráneos de, dizque, su tierra, aquellos que no creen en la inclusión y que apuestan por la exclusión.

Cuando pensamos que el racismo y la discriminación quedaron atrás, nos topamos con una pared que nos grita que no es así, en letras despatarradas, pintadas a la rápida, pero cargadas de odio y absurdo infinito. La intolerancia aún se hace presente y evidente, se esconde entre las sombras, en la oscuridad de la noche, consciente de que no puede dejarse ver y descubrir, ya que se sabe rechazada por la mayoría, el extremismo cobarde y sin fundamentos, sin argumentos que lo sostengan o por lo menos le den un espacio para entenderlo, no es así, cada vez se lo entiende menos. Si hay algo cierto, es que tenemos marcadas diferencias pero que debieran servir para complementarnos, para encontrar nuestras potencialidades y fusionarlas, para armar un abanico de variados colores pero capaz de ventilar como un huracán. No podemos ceder espacio a esa discriminación siniestra que se revela secretamente y deja ver lo más bajo y oscuro de un segmento de la sociedad escondido pero latente, esperando el momento preciso para resurgir… para destruir. Abramos los brazos no solo para recibir, sino para dar, atraer e incluir… para hacer crecer, para construir con cimientos distintos, más fuertes, más claros, más puros.