Más allá de todo lo que se diga en la publicidad y cuánto nos quieran hacer creer, quienes vivimos aquí sabemos qué ciudad tenemos, qué le sobra y qué le falta. Todos los días la recorremos y a veces todo se vuelve tan rutinario que lo lindo y feo lo pasamos por alto, por eso debemos mirar Tarija con los ojos del turista que la visita por primera vez, que se maravilla por su avenida costanera, por su clima benigno, por su cielo puro, por sus rosas, por sus jardines, por su gente linda y amistosa, por su limpieza (en decadencia) por sus casas coloniales, por sus iglesias… pero que también se decepciona por su río seco, pedregoso y sucio, por sus quebradas hediondas, por sus alcantarillas mal olientes, por su tráfico desordenado e infernal, por la maraña de cables colgantes que ensucian su arquitectura colonial, por sus aceras irregulares llenas de huecos y baldosas sueltas… en fin, los que nos visitan ven todo eso que ya tal vez nosotros no notamos porque pasó a ser parte de la pintura que miramos monótonamente cada día.
Hace unos años atrás se tomó la cuestionada decisión de ampliar las aceras del centro de la ciudad, reduciendo también su altura, convirtiéndolas en piscinas en temporada de lluvia, si bien se dio más espacio a los peatones se hicieron más estrechas las calles ocasionando mayor circulación y congestión vehicular, aumentando la contaminación ambiental y auditiva. Fue tan mal pensado el proyecto que todavía se tuvieron que modificar las veredas porque los micros no podían girar en las esquinas, hasta se tuvo que cambiar de material ya que se les había puesto porcelanato y los días de lluvia eran una pista de jabón, el que no caía mínimo resbalaba. En fin, más allá de lo mencionado, el resto de las aceras se quedaron tal cual, algunas muy angostas al punto de que apenas puede transitar una sola persona y con un pie delante del otro, otras con baldosas o lajas de piedra sueltas desequilibrando a quien pasa por ahí y algunas con huecos y tierra o barro. Es tan incómodo caminar por ahí que muchos prefieren bajar a la calle con los riesgos obvios por la circulación de motorizados. Capítulo y comentario aparte merece la ocupación de las veredas por parte de comerciantes informales y negocios de venta de comida y otros.
Es tiempo que el municipio ponga sus ojos en estos espacios destinados exclusivamente para el peatón ya que en esas condiciones parecería q más bien lo que se busca es que nadie transite por ellos, de hecho que se deben regular muchos elementos en su construcción, en especial su ancho y mantenimiento, difícil ya en el casco viejo pero posible en el resto de la urbe si es que la alcaldía quiere.