Herminio Otero Martínez
(Periodista)
El presidente Donald Trump sigue con su proyecto de sellar la frontera de Estados Unidos con México. El proyecto choca por su envergadura y por su flagrante hostilidad, pero en el fondo no es nada original: solo intenta completar las partes del muro que se inició en 1994 para impedir la entrada de inmigrantes procedentes de la frontera sur hacia territorio estadounidense. Ya está levantado en la frontera Tijuana–San Diego y hay algunos tramos más en los estados de Arizona, Nuevo México y Texas. En ese muro ya han muerto más de 3.000 inmigrantes ilegales desde 1994.
A su vez, en la Unión Europea, se han alzado más de 235 kilómetros de vallas en sus fronteras externas. Y en la actualidad hay al menos 70 muros en el mundo, más que en ningún otro periodo de la historia moderna.
Las autoridades británicas han levantado desde hace décadas kilómetros de muros y alambradas que separan las comunidades protestantes de las católicas, históricamente irreconciliables, en Irlanda del Norte. Los muros todavía permanecen en pie.
Israel levanta un muro de hormigón y alambradas de más de 720 kilómetros en torno a Palestina, con enormes consecuencias para la población local, que sufre el bloqueo internacional de alimentos y otros recursos básicos.
Numerosos inmigrantes han intentado alcanzar el sueño europeo saltando las vallas que separan las ciudades de Ceuta y Melilla de Marruecos y que son vigiladas noche y día por patrullas policiales a ambos lados de la frontera. Alrededor de esas ciudades españolas se levantan campamentos repletos de subsaharianos a la espera de una oportunidad para poder sortear el último escollo antes de alcanzar su sueño.
La zona desmilitarizada que separa las dos Coreas a lo largo del paralelo 38 divide, desde hace más de medio siglo, ambos países mediante un muro natural de 250 kilómetros de largo por cuatro de ancho, que ha dado lugar a un pequeño ecosistema sin injerencia humana.
Desde finales de los 80, India y Pakistán han levantado un muro de más de 1.000 kilómetros de distancia de los 3.000 que tienen de frontera, con el objetivo de mantener a raya al enemigo y evitar posibles injerencias territoriales.
El muro marroquí, un conjunto de ocho construcciones fronterizas, separa a lo largo de más de 2.500 kilómetros el Sáhara occidental, territorio con esperanzas independentistas, del resto de Marruecos: alambradas, fosas, búnkeres y campos de minas impiden a los refugiados moverse con libertad.
Afganistán y Pakistán han levantado barreras a lo largo de su frontera para limitar el movimiento de combatientes islamistas radicales y talibanes entre ambos países. Arabia Saudí construye el interminable muro de más de 9.000 kilómetros de longitud a lo largo de todas sus fronteras, que limitan con hasta ocho países, para proteger la producción petrolífera y evitar la entrada y salida de terroristas, en especial en las fronteras con Yemen e Iraq.
También se están levantado barreras en las antiguas repúblicas soviéticas de Uzbekistán y Kirguizistán ante la amenaza del islamismo radical. La frontera entre Uzbekistán y Afganistán tiene una cerca electrificada con 380 voltios, que se unen a los 1.100 kilómetros de alambres de púas que separan a este país de Kirguistán. Con Tayikistán, a lo largo de 1.500 kilómetros de longitud, la barrera de alambre de púas está reforzada por campos de minas antipersonales.
Un muro de hormigón y acero levantado por Egipto a lo largo de su frontera con Gaza de entre 15 y 20 kilómetros, 25 metros sobre el suelo y tres bajo tierra, para luchar contra el contrabando y el tráfico de armas que abastecía a la guerrilla de Hamas, solo ha impedido el abastecimiento de alimentos y medicinas para el pueblo palestino.
En el sur de África el gobierno de Botsuana construyó con alambre de púas a partir del año 2003 una valla de separación con Zimbabue para impedir la propagación de la fiebre aftosa entre el ganado. La valla, que no se llegó a electrificar, tiene dos metros y medio de altura y se extiende a lo largo de unos 500 kilómetros, y sigue allí dividiendo a los dos pueblos.
Muros, vallas, cercas y alambras nos dividen y separan, haciendo más injustas las relaciones entre nuestras sociedades. En la actualidad se ha agravado la brecha entre ricos y pobres en la que los muros permiten taponar las exigencias, frenar los anhelos y detener los sueños de mejores perspectivas de vida.