El largo catálogo de los contribuyentes, con una menuda declaración de lo que cada cual ofrecía, hallase hasta hoy en el archivo de este colegio, como monumento perpetuo de la piedad tarijeña. Catorce días después, se abrieron los cimientos de la nueva casa franciscana de la villa de la frontera de Tarija, fundando en la villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija el convento franciscano durante la dominación y conquista española, formando parte de la Provincia de San Antonio de los Charcas.
Un reparo caviloso de los Rejidores motivó la suspensión de la obra en sus mismos principios; mas, habiendo llevado Gaspar Herrera los reclamos del pueblo al Deán y Cabildo Eclesiástico de la Plata, este, á 9 de enero de 1607, sopena de excomunión mayor latae sententíae, mandó que nadie osase impedirla.
Allanadas todas las dificultades, el Ministro de la Provincia Franciscana del Convento de los XII Apóstoles del Perú Fray Pedro Gutiérrez Flores, envió á algunos frailes que tomasen posesión del nuevo Convento instituyendo como su primer Guardián al P. franciscano Antonio de San Buenaventura, nacido en Valladolid, descendiente de la ilustre familia de los Sandovales, hombre apostólico, de singular virtud y ciencia, fallecido con aureola de santidad en el año 1627. A sus funerales asistió toda la población de la villa en gran multitud aclamándole Santo.
La vida franciscana en Tarija comenzó el 18 de mayo de 1606, siendo la casa de los frailes una humilde residencia en los extramuros de la villa, perdida en una huerta de dos manzanas entre las actuales calles La Madrid y Bolívar, en un espacio denominado “Convento de Nuestra Señora de Santa María de los Ángeles”. Bajo la dirección del venerable fraile, el nuevo Convento de Tarija se construyó exactamente conforme al modelo de las casas de su Orden. Reduciase á un solo claustro bajo, rodeado de pequeñas celdas destinadas á hospedar a los nueve religiosos que de ordinario moraban en el, las oficinas indispensables y pobrísimas, una huerta para el sustento y recreo de los que vivían encerrados en esa cárcel voluntaria. Las paredes de la humilde construcción eran de barro, el techo de paja. Todo respiraba a sencillez y humildad de la felicísima infancia del Instituto Seráfico: el título mismo de Nuestra Señora de los Ángeles dado al pequeño Oratorio que se construyó que evocada el recuerdo de la primera cuna de los frailes menores.
La primera piedra para la construcción de la segunda capilla del convento fue colocada el día viernes 5 de noviembre de 1627 concluyéndose el templo el 25 de julio de 1767, habiendo transcurrido veintitrés largos años de sacrificado trabajo de construcción. En 1759 se terminó la construcción central del convento, con cuatro claustros, oficinas, huerta, biblioteca y comedor. Posteriormente el año 1773 se incluía media cuadra entre las calles Colon y Suipacha para la ubicación de espacios de oficinas, uso comunitario, enfermería y área habitacional. En el año 1755 eran siete hermanos que integraban la comunidad franciscana, profesaban pobreza, recurriendo a la mendicidad en la sociedad agrícola recorriendo la campiña estableciendo contactos espirituales y económicos. La celebración de misas en estancias, viñas y haciendas generó el intercambio de bienes agrícolas o dinero en el periodo 1626 – 1760. El año 1798 la ciudadana doña Agustina de Echalar donó la manzana frente a la huerta que corresponde a las actuales calles Colón-Suipacha e Ingavi – Bolivar. Los predios de propiedad del convento, incluían la actual área ocupado por el Palacio de Justicia y el manzano donde se construyó el ex colegio Antoniano, actual Universidad Católica, regional Tarija.
MEMORIAL QUE SE PUSO BAJO EL CIMIENTO DE LA CAPILLA DE SAN FRANCISCO
“En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, de la Virgen Nuestra Señora y de nuestro Padre San Francisco, se dio principio y puso la primera piedra á este templo de los frailes menores observantes de la orden de nuestro Padre, San Francisco, dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles del Porciúncula, rigiendo la Iglesia de Dios en la Silla Pontificial Urbano Octavo; y reinando en España Phelipe quarto y siendo Virrey del Perú D. Diego Fernández de Córdova, Márquez de Guadalcazar, Corregidor de esta villa de Tarija D. Juan Díaz de Breña y siendo General de la dicha orden nuestro Reverendísimo padre frai Bernardino de Sena; Comisario Jeneral del Perú el mui reverendo Padre frai Joan Verdugo Moreño; Provinzial nuestro Padre frai Joan de Azpetia y Guardián de este Convento el padre predicador frai Luis de Segura, el cual dijo la misa del Espíritu Santo y puso la primera piedra, oi viernes a cinco de noviembre del año del mil seiscientos y veinte y siete”. (*)
En el periodo comprendido entre 1607 a 1681, el convento franciscano de Tarija, perteneció a la provincia Franciscana de los Charcas y entre 1682 -1 686, una vez ordenada por su Santidad el Papa Inocencio XI la erección de los Colegios – Seminarios de Propaganda Fide en las respectivas provincias de estos lugares, donde los alumnos hermanos franciscanos se pudieran educar y ocupar exclusiva y directamente en el ministerio apostólico de la conversión de comunidades salvajes.
La presencia franciscana en el sur del actual territorio de Bolivia se consolidó con la creación del Colegio de Propaganda Fide de Santa María de los Ángeles de Tarija el 14 de octubre de 1755. En ese mismo año el Comisario General de la Orden el Perú Fray Francisco Soto y Marne, elevó este Convento al rango de Colegio de Propaganda.
El convento de San Francisco, se constituyó demás en el factor más importante y valioso del progreso de Tarija y la conquista y posesión del Chaco. Del Convento de Santa Rosa de Ocopa, en el Perú, establecido en 1724 salieron diecinueve religiosos con destino al Convento de Tarija, entre estos los sacerdotes Manuel Gil, y Alejo Forcadel y el lego Francisco del Pilar que desarrollaron una insigne y memorable labor evangélica en la conquista entre los chiriguanos.
El P. Alejandro Corrado en 1884 describió el colegio conventual en estos términos: “… este edificio tal como lo levantaron los padres españoles, nada tiene de elegante ni de suntuoso. Las celdas bajas y pequeñas, estrechos y lóbregos corredores, todo es pobre, todo inspira una santa tristeza que reconcentra los sentidos y eleva el corazón; sin embargo, nada falta de lo que puede contribuir a la religiosa comodidad de los que lo habitan. Una huerta espaciosa, con paseos sombreados de durazneros y molles, de cipreses y álamos, ofrece una agradable diversión a los ánimos fatigados por largas y serias ocupaciones. Una copiosa biblioteca con 4.586 volúmenes rica en obras clásicas, ciencias y literatura facilita a los estudiosos una instrucción severa y útil recreación. Una cómoda enfermería con su oratorio está destinada al descanso y alivio de los viejos y achacosos que son provistos de remedios por una botica bien surtida. La panadería, tejería, carpintería y herrería proporciona utilidades económicas al Colegio y atestiguan la actividad prodigiosa de sus fundadores”.
Los pobladores de la villa y pueblos cercanos ayudaron con generosidad para la construcción del Convento, cuyos benefactores costos y trabajos están descritos en el “Cuaderno de la Obra: Gastos”, escrito por el Fray Manuel Mingo en su obra “Historia de las Misiones”. El libro de cuentas cerró en diciembre de 1769. La labor de los franciscanos en el periodo 1626 – 1760 permitió la consolidación de un amplio territorio de integración entre Tupiza (Chichas), Camargo (Cinti), San Luis (Entre Ríos), además de conexiones camineras entre San Lorenzo, Concepción, Chaguaya, Padcaya y Bermejo. En el periodo 1860 – 1905 las misiones franciscanas desarrollaron una sacrificada y sistemática labor de evangelización a través de las reducciones en el territorio de la chiriguanía, llegando en muchos casos a la ofrenda de la vida.