Llegó a Tarija en el año de 1755. Él empezó el trabajo misionero en Pilipili; y no tuvo éxito. Nos ha dejado la descripción de aquel primer contacto, que quedó plasmado en la expresión: Tú, contento con ser cristiano y nosotros con ser chiriguanos. Cuando el hermano Fray Pilar implantó el régimen misional en una línea continua desde la Frontera de Chuquisaca hasta la Cordillera, él fue su animador tomando contactos con las autoridades de la Audiencia y eclesiales a fin de que el Colegio de Propaganda Fide se consolidara en su institucionalidad y en operarios.
Por dos veces volvió a España para recolector religiosos; también, por las predicaciones “entre fieles” recorrió el territorio de Charcas, logrando un conocimiento cabal de la situación social, política y cultural de la Iglesia en la Colonia. Sus idas y vueltas a España, le permitieron conocer la otra realidad, que se complementaba con el aquí. Para ambas él mantuvo una comprensión de no plenitud del Reino de Dios por la presencia del mal. Vivió entre las oposiciones manteniendo un profundo respeto franciscano y sacerdotal para las opciones de los otros.
Fue P. Guardián del Colegio de Propaganda Fide, su primer archivero y cronista. Como archivero revisó la documentación conventual desde 1606 y organizó los papeles según cajuelas con descripción de contenidos. Esa recolección de papeles, la comunicación continua con los hermanos de las reducciones, además, su propia actividad de misionero, le permitió escribir con intención de publicación su documento: Historia del origen, fundación y progresos del Colegio de Propaganda Fide de misioneros apostólicos franciscos observantes de la Villa de Tarija y de las conversiones o reducciones de indios que están a la dirección y cargo de dicho Colegio, situado en el Virreynato de Buenos Aires dentro del Arzobispado de Charcas y en la jurisdicción de la Franciscana Provincia de San Antonio del Cusco: y contiene al fin dos documentos utilísimos para el acertado gobierno de los religiosos conversores y dos exhortaciones humildes a los mismos. Lleva la fecha de 1791 y lo definió “borrador” con promesas de perfeccionar el texto. Lo que el P. Mingo temía, ocurrió. Los censores conventuales arremetieron contra el escrito. Presentó una revisión en el año de 1795, también rechazada con los mismos argumentos. Parece que había extendido de su puño y letras tres copias.
En 1807, enfrentaba a los censores diciendo que estaba “ciego” y “que prefería la devolución del manuscrito al sepulcro del archivo”. Invocación y terquedad no tuvieron éxito por otros motivos, ajenos a la afirmación del P. Antonio de la Cuadra: “El mismo padre escritor habrá de confesar, si la mesura sin preocupación, que de tres partes de su historia, la una es superflua; y las otras dos, llenas de fastidio, por la repetición y rudeza de la palabra, ajena de todas las historias de que están llenas las librerías”. En el “Acta capitular” de rechazo del manuscrito se decidió confiar la responsabilidad de otro escrito de historia de las misiones del Colegio de Propaganda Fide al P. Antonio Comajuncosa, que la dejó manuscrita con el título de “Manifiesto…”. Por fin, se aclararon las intenciones de los censores. El escrito del P. Mingo era una redacción que retomaba el modelo de las crónicas de los primeros evangelizadores del continente, donde se conectaba el proceso misionero a Los Hechos de los apóstoles. Por tanto se trataba de vivencias socio-culturales, dificultades y novedades del régimen cristiano. Se insistía, por tanto, en una lectura que podemos definir antropológica de las guaraníes. El P. A. Comajuncosa, retomaba el mismo contexto, ligándolo a los éxitos logrados en contra de lo afirmado por las autoridades coloniales y en especial modo por Don Francisco Viedma. Resultó ser una historiación polémica y muy directa, con descripciones precisas y vivaces de los acontecimientos reduccionales, manifestando claras opciones de indigenismo. Suya fue la afirmación: “que ni obispado ni gobernación pueden dividir a una nación”. Finalmente los dos manuscritos son complementarios y debemos meditarlos juntos.
El texto de 1791 del P. Mingo de la Concepción ha sido editado por el P. Bernardino del Pace con el título de Historia de las misiones franciscanas entre chiriguanos (Tarija, 1996). El manuscrito de 1795 se fue del convento de San Francisco y no volvió. Su valor seguramente no refleja los rasgos antropológicos del primero.