Noticias El Periódico Tarija

Narra la historia de una rueda a la que le faltaba un pedazo, pues habían cortado de ella un trozo triangular. Lógicamente que la rueda quería estar completa, sin que le faltara nada, así que se fue a buscar la pieza que había perdido.

Pero como estaba incompleta y sólo podía rodar muy despacio, se percató de las bellas flores que había en el camino; charló con los gusanos y disfrutó de los rayos del sol. También encontró montones de piezas, pero ninguna era la que le faltaba, así que las hizo a un lado y prosiguió calmadamente su búsqueda.

Un día halló una pieza que le venía perfectamente. Entonces se puso muy contenta, pues ya estaba completa, sin que nada le faltara. Se colocó el fragmento en la figura y empezó a rodar. Volvió a ser una rueda perfecta que podía rodar con mucha rapidez, tan rápidamente, que ya no veía las flores, ni charlaba con los gusanos y peor aún se advertía de los rayos del sol.

Pero cuando se dio cuenta de lo diferente que le parecía el mundo cuando rodaba tan a prisa, se detuvo, dejó en la orilla del camino el pedazo que había encontrado y se alejó rodando lentamente…

Amigo lector de “elPeriódico”, la moraleja de esta historia, es que, por alguna razón, nos sentimos más completos cuando nos falta algo. El hombre que lo tiene todo es un hombre pobre en ciertos aspectos, nunca sabrá qué se siente anhelar, tener esperanzas, nutrir el alma con el sueño de algo mejor; ni tampoco conocerá la experiencia de recibir de alguien que lo ama lo que siempre había deseado y no tenía.

Hay integridad en la persona que acepta sus limitaciones y tiene el suficiente coraje para renunciar a sus sueños inalcanzables sin considerar que por eso ha fracasado. Hay entereza en quien ha aprendido que es lo bastante fuerte para sufrir una tragedia y sobrevivir, que puede perder a un ser querido y aun así sentirse completo. En fin ha atravesado por la peor experiencia y salido indemne.

Cuando aceptemos que la imperfección es parte de la condición humana y sigamos rodando por la vida sin renunciar a disfrutarla, habremos alcanzado una integridad a la que otros sólo aspiran. Eso, creemos, es lo que la vida nos pide; no que seamos perfectos ni que nunca cometamos errores, sino que simplemente seamos íntegros.

Y, finalmente, si tenemos suficiente valor para amar, compasión para perdonar, generosidad para alegrarnos con la felicidad ajena y sabiduría para reconocer que hay amor de sobra para todo el mundo, entonces podremos alcanzar una satisfacción que nunca otra criatura viviente tendrá jamás.