INFOBAE
El primer caso del adolescente sanjuanino vinculado al desafío suicida «La ballena azul», además de encender las alarmas, abrió distintos debates. En primer lugar, qué conduce a un chico a tomar parte de retos de este tipo, cuál es su perfil psicológico y las características de personalidad comunes que los llevan a participar. Por otro lado, el rol de los padres.
La propia Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia (UFECI), perteneciente al Ministerio Público Fiscal, emitió un comunicado en el que, en primer término, se enfatiza que no se trata de un juego. Se enumeran distintas señales que podrían indicar que un chico está participando y se recomienda ciertas directivas a los padres. Entre ellas, «generar un espacio de diálogo» y «no negar el acceso de los hijos a internet o las redes sociales».
Muchas voces se alzaron a favor del control minucioso. Que los padres deben revisar cada actividad de sus hijos en las redes sociales, que deben entrometerse en su intimidad, que deben estar al tanto de cada uno de sus movimientos. Sin embargo, de acuerdo a la psicóloga Sonia Almada, directora de Aralma, la supervisión excesiva nunca es una buena idea.
«Los padres deberíamos estar siempre más atentos, pero no desde el lugar del control excesivo. Nunca sirvió observar desde un panóptico dónde están los hijos y qué están haciendo, ni tampoco revisar sus redes sociales», le dijo Almada a Infobae.
Según la especialista en infancia y adolescencia, la única forma de acercarse a los hijos es a través del diálogo. «La mejor manera de vincularse con los hijos es a través de la palabra. Se trata de invitarlos a conversar acerca de lo que pasa, de lo que sienten, que cuenten si es que apareció una invitación a participar de ‘La ballena azul'».
El reto consiste en 50 pruebas. Un «tutor» indica a través de grupos cerrados de Facebook o de WhatsApp las pautas a seguir. Los adolescentes deben pasar cada una de ellas y enviar fotografías que certifiquen su cumplimiento. La número 50 es el suicidio.
Almada propone hablar sobre la problemática: que los chicos se animen a contar de qué se trata sin restricciones y que los padres, por su parte, escuchen sin prejuicios, con la mente abierta para reconocer lo que pasa por la cabeza de un hijo adolescente. La búsqueda de un equilibrio entre el control totalitario y la permisividad absoluta.
«El equilibrio está en conocer al hijo. Conociéndolo me parece que se abren las puertas a la comunicación y a vínculos más sanos. Sobre todo en la adolescencia que es cuando el joven atraviesa un proceso muy duro», explicó.
Los padres deben respetar la intimidad de su hijo y entender que la adolescencia es la etapa más conflictiva. «El adolescente tiene que abandonar el cuerpo infantil, la idealización de los padres que también entra en el proceso y asumir una nueva identidad. Toda la adolescencia es eso: la búsqueda de la identidad«, remarcó.