Noticias El Periódico Tarija

Nayú Alé de Leyton

En el mundo cristiano se festeja la Pascua con gran alegría, con júbilo, con entusiasmo. Pascua es el grito del triunfo por la resurrección del Señor. El universo entero se estremeció ante el  milagro de la resurrección del Señor, ¡Fiesta en el corazón de los hijos de Dios, de los redimidos! ¡Esperanza de salvación para tod a criatura! ¡Cristo  ha resucitado! La luz de su resurrección ha iluminado el mundo entero y el universo entona himnos de gloria y alegría.

Aquella mañana de la resurrección Cristo ha vencido al pecado y a la muerte y ha restablecido la virginidad primera del  paraíso.

Desde entonces la muerte cambiará de nombre. “La vida no se quita se cambia”. Desde aquel momento todos los hombres podremos gritar: ¡Soy inmortal!

Yo, mi persona, mi cuerpo, y mi espíritu, mi totalidad porque resucitaré.

Éste es el gran grito pascual del cristiano.

Para nosotros pascua debería ser  siempre; pero hoy por desgracia no es así, tiene para nosotros más de fiesta, de aniversario que de hecho existencial constante.

Para muchos es el recuerdo de algo que fue.

Cristo resucitó, la Pascua debería ser sencillamente el día en que de un modo especial, los cristianos gritásemos al mundo la alegría de nuestra certeza de resurrección, el gozo de nuestro amor nuevo, la certeza del triunfo definitivo de la vida sobre la muerte; porque pascua es cada instante de nuestra existencia, nuestra pascua es ya continua, nuestra pascua “es”.

Creo que cada uno, en lugar de definir en forma teórica lo que es la pascua, tendremos que profundizar en nuestro interior y decir que es o qué significa la Pascua para mí.

Muchas veces nos cuesta hablar de nuestra fe y por eso presentamos ante los demás un cristianismo tibio, desencarnado y el hombre de hoy necesita más que nunca llegar a la fe, a través de la  vivencia existencial de los cristianos, el hombre ha sido reacio a la fe, porque estaba saturado de ideología, de intelectualismo pero no de espiritualidad, hoy está saturado de materialismo, es por eso que necesita conocer la luz de la fe, por medio del testimonio de vida del que dice ser cristiano, que debe estar con las manos abiertas a la generosidad, a su capacidad de diálogo, de amistad, de confianza.

Cristo nos ha redimido con su sacrificio en la cruz, tú pon cada día tus sacrificios sobre la patena del gran sacrificio, el de la misa.

Cuando sientas que algo te duele, piensa en ese dolor del cuerpo o del alma ponlo sobre el altar, hay que hacer que Cristo no suba solo al altar, hay que hacer que no sólo Él sea la víctima, porque también tú y yo somos un poco corredentores con Cristo.

Cristo por su encarnación y resurrección une indisolublemente el cielo y la tierra, recibe todo poder en el cielo y en la tierra y ha sellado una nueva alianza (Flp. 2,6).

El cristiano que acepta al Cristo vivo, aunque sienta la angustia del misterio, puede exclamar con profunda alegría que la Pascua es una realidad que nos maravilla y nos hace entrar en el mundo del amor; por eso pascua es un misterio que hay que explicar y una realidad que hay que vivir.